Saltar al contenido

ANTOLOGÍA: DIEGO GARRIDO

DIEGO GARRIDO BARRETO. Cuando el muso visita a Diego Garrido Barreto para dictarle un poema a mitad de la noche, él prefiere seguir durmiendo. Bogotano, literato a punto de graduarse de la Pontificia Javeriana, aunque eso no lo certifica poeta ni lo gradúa como escritor. No le cae bien la Amalia de Mármol ni el Emilio de Rousseau.

El autor sigue preguntando a los pastores, allá por las majadas al otero, si por ventura vieron a aquel que él más quiere. Pide una oración por la beatificación de Carlos Obregón, la conversión de los Nadaístas, por el papa Francisco y las vocaciones del Císter. 


MANERA DE MEDIR MI SOLEDAD

El metro que mide la distancia
—entre los que me rodean                                            
                                                                                          y yo—
funciona cada vez que alguien lee esto.

Esta forma pegajosa de hacerme querer
se estira como chicle
debajo de las sillas, tras la oreja,
en un zapato, en donde te sentaste.


CUANDO CONOCÍ EL DESIERTO DE
LA CANDELARIA Y LAS CUEVAS DE LOS MONJES,
2015

Querido contemporáneo:

               Uno puede hacer del cuarto
               un infinito cuadrado de arena.

               No hace falta vestir cuero
               y ayunar cada viernes.

               Es que ni siquiera te falta la barba
               o el cilicio de hebillas, con los cinturones
               que heredaste del tío hacendado.

               Es mucho más fácil.
               Deja la cama sin tender,
               usa la sábana cual túnica, levántate
               al primer ojo de la mañana para leer
               a Seferis, a Elytis o a Zorba, y búscate
               un rito que abra las cortinas.

               Pídele perdón al que traiga tu domicilio,
               busca las oraciones del que atienda tu pedido,
               ruega que entre tus padres
               halles la limosna para el arriendo.

               Vete a dormir con el pan de hace dos días y un poco de agua.

Espera, confía y reza.

               Un día que estés distraído
               verás por la ventana al cielo
               —mejor dicho—
               el cielo te verá a ti.

               Dicen que el místico es un cualquiera
               con las pupilas abiertas a la sorpresa.

                 Haz silencio, así el aire entra
               en un chorro líquido de luz.

               Hasta aquí llego yo. Ese será tu primer día
               como anacoreta en este desierto común.

               Reconoce la tragedia de hacer votos para ti mismo.
               Hazte un cielo, no lo divulgues.


CUANDO CANTE DE NUEVO,
EL MARINERO HABRÁ PERDIDO EL HECHIZO

Tengo el miedo de las sirenas
de que un día
alguien barbado, alto,
se amarre a su barco
y sin pánico a ser arrastrado
pueda oír la lengua secreta de mis poemas.

De que aquel viajero
vuelva a su casa
en una isla remota
abrace a su hijo
le haga el amor a su esposa
se siente sobre el tapete
y escriba en metáforas
—lo más parecido posible—
eso que oyó ese día.

Como si la luciérnaga y el saltamontes
tuvieran en un mismo hijo
toda la luz del mundo
y un canto salido de las patas.

Cuando mis cantos no convenzan a nadie
podré volver a descansar al fondo,
               en mi propio mito.


ELLA TENÍA SU CINTURA EN EL ADRIÁTICO

                                                               A Gina Saraceni

Enterró sus pies en la arena.
Dejó al mar anclar sus tobillos.
Se sentó. Temblaba en maremotos
sobre archipiélagos de esponja,
entonces, la ola volvió a saludar.

Ella se rompía por así decirlo
uno a uno sus huesos de coral
—a ver si decía algo sabor a calcio—
como si perdiera en cada palabra
un poquito de consistencia, de arrecife.
Corrió, trotó con la mirada entre las gaviotas,
albatros, tucanes y botecitos pesqueros
que volvían de faena. Era su propia red.

Se dejó arrastrar por manos de espuma.
El sol le dio color cobre a sus rizos
y la ola soplaba en su ombligo.
No sabía si llorar vaciaría el mar,
se dejó enredar de algas y buches.
La pellizcó un cangrejo.
Un pulpo se metió en su sueño
succionándole la raíz a su carne.

Ella tenía su cintura en el Adriático,
las manos en Bogotá, arropadas,
y su rostro hundido en Caracas
entre objetos, respirando.

Ella sentía que Arenas era un pez espada que salía del Morro
que Cabrera Infante era un pez globo, que Bustrófedon
fue un payaso y Lemebel un cardumen de locas.

Estuve sumergido en las clases de su naufragio.
Me enfermé, Gina, buceando en nitrógeno,
por eso escribí esto pensando en ti.

Renuncio al tesoro de ser otro, acepto
la invasión de la vida que ha comenzado
                                                                        en estas mismas orillas.


POLEN DE LEJANÍA

Busco
—a la reina—
Señales, vibraciones.
Yo busco lectores para picar.
Los lectores en cambio van tras ronchas.
La escritura se chupó a la memoria en apiarios
—Lo que hoy escribo enfrenta la extinción de la dulzura—
Un poeta reconoce que es una obrera más.
La reina somos cualquiera.
Dejémonos
                        —picar

altervoxmedia Ver todo

Alter Vox Media S.A.S (NIT: 901019145-1) es una plataforma digital, enfocada en impulsar la escena artística y cultural de la región desde diferentes disciplinas.

A %d blogueros les gusta esto: