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SHAME, ESCAPISMOS DECADENTES

Shame

Por Sandra P. Medina. 

Imagen tomada de www.sensacine.com.

Steve McQueen, uno de los directores más prometedores e interesantes de esta época, se ha encargado de explorar temas desgarradores y crudos de nuestra sociedad para llevarlos a la pantalla gigante. Su cinta Shame (Deseos Culposos, 2011), protagonizada por Michael Fassbender y Caren Mulligan, es un claro ejemplo de esto.

A través de la película, McQueen manifiesta la soledad, la decadencia, los vacíos emocionales, la adicción desenfrenada al sexo y a la pornografía de Brandon Sullivan (Michael Fassbender), un hombre atractivo de unos 30 años, soltero, con una envidiable posición laboral y cómodo apartamento en la gélida New York.

La vida de Brandon se reduce al  trabajo, encuentros casuales y autosatisfacción sexual; pero ésta se ve invadida de repente por la llegada de su hermana Sissy (Carey Mulligan), quien de cierta manera se convierte en el eslabón para que Brandon confronte sus adicciones y se sienta miserable y asqueado consigo mismo por tenerlas.

La película gira en torno a los dos hermanos, cuya infancia (es evidente) les dejó un gran vacío afectivo que sale a flote en su vida adulta. Él le huye a los compromisos, a la relación de pareja, al acercamiento emocional hacia cualquier ser humano, incluso hacia su hermana: una mujer desesperada por encontrar amor, necesitada de atención y con tendencias autodestructivas.

El hecho de que la película se desarrolle en New York no es casualidad, y esto queda en evidencia con la escena más reveladora y conmovedora de la película, en que la frágil Sissy interpreta New York, New York, de Frank Sinatra, en el restaurante en el que está cenando con Brandon y el  jefe de este.

En el momento en que Sissy empieza a cantar, la máscara de Brandon se destruye. Él siente toda la tristeza, la melancolía y la frustración que hacen parte de su vida, permitiéndole descubrir los escapismos a los que recurre para evitar confrontar sus demonios internos, prefieriendo adormecerlos con tal de no sentirse vulnerado, y continuar en esa espiral autodestructiva, cegado por la desesperación.

En Shame, el sexo no es un acto de placer sino el caos personal de un hombre atrapado en sus propios miedos e inseguridades: ese infierno físico y emocional que Fassbender transmite a través de una exquisita  y conmovedora interpretación.

Un ser mancillado por su pasado, que recurre a escapismos decadentes, que no quiere responsabilidades afectivas, ser cuidado o cuidar de alguien, al que, sin embargo, su hermana necesita con desesperación, pues urge atención, afecto, amor. Dos personajes corroídos que se contrastan y que el espectador va deduciendo por los simbolismos implícitos de la película.

Uno de esos simbolismos, el sombrero rojo que Sissy lleva puesto cuando está esperando el metro con Brandon mientras juega a lanzarse a las vías. El manejo que McQueen le da al color rojo en la cinta es la clave fundamental para manifestar en su totalidad los impulsos salvajes de Brandon.

Shame es una cinta que provoca una serie de emociones adversas, porque nos hace caer en cuenta de las carencias afectivas que se viven en la sociedad actual, la falta de coraje del ser humano para confrontar sus miedos y su afán por recurrir a repulsivas adicciones que enceguecen las tristezas. A la vez, la cinta logra conmovernos con la soledad y los vacíos emocionales a los cuales ninguno de nosotros es ajeno, pero  que asumimos de una manera menos decadente que el protagonista de esta sórdida y reveladora historia.

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