FESTIVAL SOMOS MÚSICA DE AQUÍ
Por Sergio Rengifo Niño.
Fotografías por Andrés Lamus.
Dentro del marco de la llamada Feria Bonita, fiesta de la cultura, propuesta de la alcaldía de Rodolfo Hernández para darle un impulso a la parte cultural y artística de la temporada de ferias y fiestas de la ciudad de los parques (tratando de no darle espacio a las bacanales de alcohol, droga y sangre que las han caracterizado), se ofreció un espacio en la Concha Acústica denominado Somos Música de Aquí – Festival al parque, que tenía el objetivo de aprovechar este escenario del barrio de las Mejoras Públicas para ofrecer un evento musical con artistas que representaran las nuevas corrientes dentro de la fusión de música tradicional y contemporánea de la región. Y por el nivel mostrado en el evento, se puede decir que lo lograron, demostrando una vez más la calidad y cantidad del talento santandereano.
El festival lo inauguró Edson Velandia, quien mostró gran parte del repertorio que lo ha hecho reconocido, incluyendo nuevos temas, esta vez en un formato más acústico. El sonido piedecuestano ya es una marca de fábrica. Un gran artista, dejó una muy buena impresión entre los asistentes, aunque hubo alguna incomodidad por ser el primero en aparecer, apenas pasadas las dos de la tarde. Cuestiones del azar y cosas del fútbol, diríamos muchos.
«Una propuesta de la alcaldía de Rodolfo Hernández para darle un impulso a la parte cultural y artística de la temporada de ferias y fiestas de la ciudad de los parques.»
Siguiendo a Edson Velandia llegó el acto de Chepe Ariza. El bajo tiene en este santandereano uno de sus más excelsos exponentes. Al viento, como es su música, se oyó esta presentación, por su desenvolvimiento expedito entre los sonidos andinos tradicionales, pinturas jazzísticas y trazos progresivos, con muestras dosificadas de virtuosismo musical. Sus propias composiciones, y las versiones de Palonegro y Vinotinto, demostraron la capacidad de este referente musical de la ciudad.
Luego de la presentación de Chepe Ariza, llegó el turno de María Cristina Plata. ¿Cómo se puede sonar tan tradicional y a la vez tan moderno, con unos discos intimistas y una puesta en escena poderosa? No sé quién podría decirlo, pero María Cristina Plata lo hace tan natural. Su sonido recuerda los mejores años de la canción folk latinoamericana, y sus arreglos permiten descubrir una artista completa y compleja, pues, aunque sus canciones parecen sencillas, tiene una contundencia que difícilmente alcanzan obras de mayor presunción. En esta presentación interpretó sus temas más conocidos, así como su nueva producción; versiones de las canciones tradicionales de la región de América Latina junto a Todas las flores, como se llama su más conocida producción discográfica.
«Cómo se puede sonar tan tradicional y a la vez tan moderno, con unos discos intimistas y una puesta en escena poderosa?»
Avanzando la tarde, se presentó la Natural Family Crew. Los representantes del hip hop piedecuestano deslumbraron con su exhibición en tarima, desplegando un poder sonoro y visual únicos, con un boombox bastante llamativo. Sus incursiones en el reggae, el raggamuffin y el dembow les dieron un sello de autenticidad, y las improvisaciones lograron dinamizar sus actos. La voz, que a veces juega en contra de estas agrupaciones, fue de excelente calidad lo que a este colectivo respecta, lo que evidencia una gran disciplina y estudio por parte de los integrantes. Rastaman y Dugiri boom bap, entre los temas más destacados, lograron conectarse con el público, que se levantó, acompañó y coreó sus canciones.
Para darle la bienvenida al atardecer santandereano, llegó en escena Tres y Yo. La agrupación de los hermanos Parra tiene ganada ya gran parte de los seguidores bumangueses del rock alternativo, y lo hicieron sentir al subirse en tarima: las manos al aire en Mientras giro, los gritos y aplausos al comenzar la interpretación de La Carretera, la conmoción en medio de Abismo, los coros de la audiencia permanentes… La conjunción entre rock blues, sonidos colombianos y remembranzas a Cerati, Caifanes y The Beatles se hizo casi mágica, y el público lo entendió así. El claroscuro de su música fue perfecta para ese momento del día.
«Las manos al aire en Mientras giro, los gritos y aplausos al comenzar la interpretación de La Carretera, la conmoción en medio de Abismo…»
La hora del son había llegado con la agrupación Altibajo Latin Son, para darle también la bienvenida a la noche en la ciudad. Esta propuesta, si bien reciente, está muy bien construida, y pronto sacarán un trabajo discográfico con sus nuevas composiciones. La mezcla entre son, funk, disco y otros géneros hace que, sin perder la cadencia y el swing tradicional de la isla, este conjunto sonero (y sonoro) logre adaptarlos a un sonido propio, que enriquece el ritmo y lo pone a tono con los tiempos contemporáneos. Un demo ya grabado da cuenta de su trabajo compositivo, y en el escenario se apropian de la oportunidad para realizar un espectáculo que supera los antiguos negocios de la calle cuarta y se ubica dentro del espectro cultural de alta gama. Un trabajo recomendable, con dirección de Vic Peña, y A ratos y De amarte más como sus composiciones destacables.
El reggae también tuvo espacio en el festival, con Cuna Guane como su representante. La evolución del conjunto es notoria, pues ya cuenta con un nivel altísimo de interpretación, un par de bailarines que refuerzan la puesta en vivo y animan al público, además de una excelente colaboración con la cantante Lucy Ospitia, a pesar de una falla inicial de sonido del micrófono. Mucho por hacer y Libre, dos temas con cadencia y mensaje (el respeto a la naturaleza y la libertad), suenan cada vez mejor, y Marcela, con influencia champetua, logró hacer bailar a todos los asistentes. Jamaica no parecía tan lejos, y en la montaña también se puede sentir la playa.
«Sin perder la cadencia y el swing tradicional de la isla, este conjunto sonero (y sonoro) logró adaptarlos a un sonido propio.»
Para cerrar la noche, se presentó Kuisitambó. Los nominados al Grammy Latino, dirigidos por Fabio Clavijo, demostraron el porqué del reconocimiento que gozan hoy en día. Una tradición que se renueva, tradición viva como ellos mismos la llaman, con la música de tamboras de los litorales (Caribe, Pacífico y Magdalena), que conviven con nuevos arreglos y pequeños insertos de otras músicas, y también de instrumentos foráneos, que, sin traicionar la esencia de su origen, trae nuevos aires y enfoques para fortalecer lo que ya es propio. Una muestra más de que el trabajo bien hecho da sus frutos. El folclor y la contemporaneidad se mezclaron para un gran cierre. Como un plus a su presentación, se unieron a Edson Velandia, los integrantes de Cuna Guane y Natural Crew Family, para interpretar el ya muy conocido tema El porro, de Cabuya, para lo cual pidieron la salida de los agentes de policía por un instante (esta vez, la fuerza pública supo comportarse), alcanzando una euforia final que sirvió de clausura fabulosa a un gran encuentro.
La alcaldía de Bucaramanga se ha anotado un verdadero try con conversión al apoyar esta iniciativa, mostrando que la feria citadina puede ser algo más que caballos infartados, gente de dudosa reputación, ladrones al acecho y puñaladas a granel. Esperemos se repita la ocasión y la gente vuelva a responder como se debe, en cantidad notable y civismo respetuoso. Un paso más que la feria vuelva a ser bonita.
«La feria citadina puede ser algo más que caballos infartados, gente de dudosa reputación, ladrones al acecho y puñaladas a granel.»
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