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FOTOGRAFÍA SENSORIAL EN BARBA ROJA

Por Emanuel José Acuña.

Fotografías de Juliana Ussa.

El día sábado primero de abril estuvimos en Barba Roja “Cocina Salvaje”, en la exposición de fotografía titulada Percepciones Sinestésicas – Fotografía Sensorial.

Llegué muy temprano al lugar, aun cuando los últimos toques y preparativos estaban dándose. Así que pude mirar a mis anchas, mirar una por una las fotografías, no entender unas, entender otras. “La sinestesia es muy subjetiva” me explicó Ana Peralta, fotógrafa profesional, organizadora del evento y docente en el Colombia College, “uno no sabe cómo cada quien liga un olor a un sentimiento o un color a un sonido”. Y claro, eso es la sinestesia, la extraña capacidad de ligar o entrecruzar las captaciones sensoriales del cuerpo.

«¿Cuál es el sabor del amor? ¿Cuál es la textura del silencio?»

 “La idea era responder, con las fotografías, a cinco preguntas sinestésicas” dijo Peralta. ¿Cuál es el sabor del amor? ¿Cuál es la textura del silencio? ¿Cuál es el color del infinito? ¿Cómo huele el dolor? ¿Cómo se oye el azúcar?

En este ejercicio, nacido en el salón en clases, participaron quince fotógrafos, ellos fueron: Carol Juliana Ussa, Sebastián Saavedra, Edwin Gelves, Katherine Ramírez, Angie Gelvez, Pedro Forero, María Fernanda Pérez, José Manuel Ordoñez, Karen Páez, Felipe Vera, Lady Olarte, Sebastián Tarazona, Bladimir Lima, Liseth Duarte y, por supuesto, Ana peralta.

«¿Por qué el amor es tener chocolate untado en el rostro, el pecho?»

El juego de la sinestesia es muy interesante. Cada fotografía, al ser hecha a conciencia, refleja algo muy íntimo de quien la tomó (¿por qué el amor es tener chocolate untado en el rostro, el pecho?) o algo indescifrable para los demás. La sinestesia, la de verdad, no tiene sentido.

Las fotografías estaban organizadas en filas y columnas. Cada fila era la respuesta a una de las preguntas y cada columna era la serie realizada por cada artista. Hablar de cada fotografía, aunque se quiera, es imposible. Y dado que no soy fotógrafo ni nada parecido, hablar de composición está fuera de mi rango. Entonces, solo puedo hablar de lo que encontré en algunas de ellas.

«El amor es como una hojaldra, alguien recogiendo las migajas de la mesa, luchando contra eso que se deshace en la mano cuando intenta probar.»

El amor es como una hojaldra, alguien recogiendo las migajas de la mesa, luchando contra eso que se deshace en la mano cuando intenta probar; o el rincón superior de una habitación blanca (no hay que explicarlo ¿verdad?). El silencio, una puerta cerrándose, infinitamente cerrándose y unos dedos atrapados entre los paños de madera; o las cenizas que aun fulguran aquí y allí como resistiéndose al fuego, retorciéndose; o un bajo en la banda de rock, algo que no se escucha pero si se siente por dentro. O que el infinito sea un grupo de maras (esas cosas de vidrio que antes eran un juego y que ahora me dan miedo) que lo repiten todo, lo contienen todo; o un pastizal, eso es verde infinito. Estas son algunas de las fotos cargadas de significado, de verdad diría yo, que aparecían expuestas en Percepciones Sinestésicas – Fotografía Sensorial.

El lector podría arrugar el rostro y pensar que hay que estar loco o algo así. Pero el arte es en muchos casos raro, para entender hay que descentrarse, verle el lado. El azúcar suena a un globo azul que estalla. El dolor huele a un acorde altísimo en una Gibson SG (y aunque sí duele, no huele, todo es subjetivo y válido).

«Tomar una foto no es solo tomarla, siempre hay algo que se arranca de adentro para ponerlo ahí.»

Hubo tiempo para un café en compañía de Ana Peralta, mirar las fotos y decir esta me gusta, esta no la entiendo, explicar, mirar las que cumplen con la composición y las que no, hablar de la historia de la fotografía, hablar de lo que viene para la fotografía (como el joven arte que es) y en fin, divagar sobre la fotografía, en el restaurante Barba Roja. Que por cierto, es un lugar magnifico. Las personas que allí laboran, el lugar, su ambiente, la sola carta, invitan a regresar; pronto estaré de nuevo en el lugar pues me fui con las ganas de probar uno que otro de los platos que allí cocinan.

Para cerrar he de agradecer a los fotógrafos, siempre me ha parecido que tomar una foto no es solo tomarla (pregúntele a Cortázar), que siempre hay algo que se arranca de adentro para ponerlo ahí, una representación del mundo como el artista lo ve desde bien al fondo. La fotografía es como la poesía, una instantánea de las sustancias que nos rodean.  Por ello hay que decir gracias a los quince participantes, exponer algo tan íntimo merece respeto, tomarse el tiempo para lograr la toma que represente ese algo, admiración.

«Era la primera exposición fotografía que representaba conceptos, que expresaba de forma estética y poética nuestras vidas.»

Me fui temprano, cuando apenas empezaban a llegar los primeros visitantes, pensando en que era la primera exposición fotografía que representaba conceptos, que expresaba de forma estética y poética nuestras vidas, que veía en Bucaramanga. Dejé el lugar pensando en que no era otro montón de imágenes bien tomadas (de esas hay muchas por todos lados), sino que el contenido de estas fotos realmente pueden tocar a quien se regale una hora para parquearse a lamer las hojas en el muro.

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