ANTOLOGÍA: INDIRA CÓRDOBA ALBERCA

INDIRA CÓRDOBA ALBERCA. Quito, Ecuador 1975. Publicó los libros de cuentos Diosas en el fuego (2007) Ruleta rusa y otros giros de fortuna (2013) y Hecatombes (2020). Su primera novela No me digas que fueron a volver saldrá al mercado en los próximos meses del presente año. Después de catorce años de vivir en Argentina, en dónde publicó sus últimas obras, recientemente volvió a radicarse en su ciudad natal. Es promotora de lectura e imparte talleres literarios. Su trabajo ha sido reconocido con publicaciones, premios, antologías y menciones en Ecuador, Argentina, México, Estados Unidos, España, Colombia y Canadá.
TAL VEZ SERÍA MEJOR QUE NO VOLVIERAS
«… quizás sería mejor que me olvidaras,
volver es comenzar a atormentarnos,
a querernos para odiarnos
sin principio ni final»
C. A. Briz. Bolero
Hoy mi vida no se mueve; me quedo mirando a los árboles inertes, al viento que no respira, a las nubes que no cambian. A la naturaleza a través de mi ventana que más bien parece una vulgar fotografía de calendario. Vaciaste mi reloj de arena.
Y pensar que cuando supe que te habías ido, intenté engañarme como siempre. Habías dejado de pisar la tierra que yo piso, de compartir esta crisis, esta nación eufórica por el fútbol. Y me dije que eso no solo debía tranquilizarme, sino liberarme, porque podía caminar por las calles, hacer y decir lo que yo quisiera, con quien yo quisiera. Ser yo misma y no adoptar poses, porque ya no sentiría en mi espalda tus ojos acusadores y silenciosos ni la ironía de tu sonrisa. Me engañaba pensando que era preferible tu ausencia y esta solo me probaba lo anodina que fue mi vida para ti.
Dos años estuviste lejos, dos años extrañé tu respiración agitada y esa inquietud que no te dejaba nunca. Tus grandes ojos que se movían todo el tiempo, como si no te sintieras bien en ningún lugar. Y me pregunto: ¿Qué es lo que me hace llorar ahora? ¿Acaso mis intentos fallidos de recobrar lo que fuimos, lo que tuvimos? Esos intentos de la última época, de esa época medio estable y medio nada que sucedió a nuestra gloria y nuestra muerte. ¿O me hacen llorar las esperanzas que puse en volverte a ver?
Por mucho tiempo me sentí culpable por maltratarte, por ser malagradecida, cuando fuiste tú quien me cuidó, me llevó al médico y hasta me alimentó. Te fuiste sin despedir y me lo merecía. Hay tanto dolor dentro de mí y tú eres parte de ese dolor. Y odio la vida real, odio tu madurez y la mía. Odio a Europa y a la falta de calor, odio a todo lo que hizo que te endurecieras, encallecieras, allá.
No quise volver a las noches temerarias; por las calles, entre los autos, en los bares, con poco dinero, encontrando nuestro sitio en el humo del cigarrillo, el olor del alcohol y la música retumbante. Desprecié las veces de ebriedad, sin saber dónde estábamos ni quiénes éramos, al otro día de una orgía en casa de los israelitas, o de quienes hayamos recogido al final de la noche y con quiénes nos íbamos caminando en grupos de diez o de ocho. Aquel que nos sonreía, se acercaba con un trago o bailaba a nuestro lado ya formaba parte del “nosotros”. Esa noche, como tantas, nos iríamos a su casa. La casa de cualquiera. Juntos por la calle como una jauría de lobos en luna llena, corríamos azorados y temerosos de que una bala perdida, una bala de plata nos atravesara el corazón. Oscuridad, drogas, parejas y disparejas que desaparecían por los cuartos y otras que rodaban en el piso frente a todos, animados por los gritos o absortos por su pasión. ¡No! no es eso lo que quise recobrar en esa época medio estable y medio nada. Ni fueron esas mis esperanzas en volverte a ver ahora. No me hacen falta el asco, la sensación de pesadilla, ni la náusea de mí misma después de esas jornadas excesivas.
Me hace falta que me sigas y persigas preocupado por mi bienestar. Que me encuentres aún sin tener mi dirección, que te aparezcas sin avisar en medio de mis clases. Que me exijas una explicación y que te dé una pataleta cuando me alejé de ti, de ustedes, del “nosotros”, de ese mundo, de ese pedazo de mi historia, para crear una nueva historia. Me hace falta poder demostrarle a mi terapeuta que las drogas y las jaranas no eran lo único que nos unió. Me falta sentirme amada, importante, necesitada.
Y quizás eso me hace llorar ahora. El no saber qué esperabas tú de mí a tu regreso. El descubrir tu frialdad por internet cuando coincidimos en un chat, frialdad que intenté ignorar pensando que se te habrá pegado –de modo pasajero- la actitud europea de tu nueva novia. Creyendo ingenuamente en que apenas rozaran tus zapatos el polvo ecuatoriano, penetrara en ti este aire y te sacudiera el ritmo de nuestro hablado; volverías a estar en tu ser, a amar con pureza, solo porque sí. Y esta creencia se arraigó más, cuando escuché tu grito alegre en el teléfono al sonido de mi voz, al recibir los libros y la música que me trajiste y al seguirte considerando uno de los pocos, que aciertan con un regalo que me mantenga lúcida.
Poco a poco los verdaderos colores asoman a la luz y descubro en tu hablar, en tus movimientos y en tus gestos, todo aquello que no eras, que eres ahora y que seguramente será tu novia. La que te llama desde allá, te espera y te ama con paciencia, con esa paciencia con que me amaste un día. Entonces la imagino con esos rasgos nuevos en ti, mientras me empeño en confiar en que, en algún lugar, te queda un poquito de corazón. Ese, al que la bala de plata no alcanzó a tocar.
Tomado del libro “Diosas en el fuego” (2007) El Ángel Editor.
Categorías
altervoxmedia Ver todo
Alter Vox Media S.A.S (NIT: 901019145-1) es una plataforma digital, enfocada en impulsar la escena artística y cultural de la región desde diferentes disciplinas.