ROCK AL PARQUE 2019 – EL ÚLTIMO FESTIVAL DE ROCK LA HISTORIA















No supimos que sería nuestra última vez hasta que los sonidos se apagaron, dando paso al miedo. El silencio, como un fantasma, hizo nido en la ciudad, en cada corazón, y, desde el aislamiento, simplemente aguardamos a que, del otro lado del fin del mundo, emergiera la música. Aún ahora seguimos esperando.
Por John Gómez.
Fotografías por Andrés Lamus.
La ansiedad frente a la celebración del aniversario número 25 del Festival Rock al Parque es ahora comparable con la nostalgia que trae consigo obligar la memoria a fijar la atención en esos tres días de música y rock, arte, cultura y fiesta. Parece que otros 25 años han pasado desde entonces, y que lo vivido aquél fin de semana de julio del 2019 no es más que un sueño lejano del que se recuerdan apenas algunas imágenes, gritos, aplausos y brazos en alto. Un sueño que apenas si recobra las formas de la realidad.
El cartel incorporó a artistas legendarios de la talla de El Tri, Christina Rosenvinge, Toxic Holocaust, Sodom, Fito Páez, Babasónicos, Los Amigos Invisibles, Odio a Botero y un cierre con la Orquesta Filarmónica de Bogotá, del que hicieron parte Aterciopelados, La Derecha, Café Tacvba, Kraken, entre otros, como si sospecharan, de alguna manera, que este sería el último concierto que veríamos antes del apocalipsis, ese bicho siniestro que ya conquistaba el espacio en algunos pueblos del lejano oriente y que todos llegaríamos a conocer (algunos muy de cerca).
Luego, todo cambió. Se apagaron las voces (tanto de los haters del festival, como de sus eternos defensores), y el silencio del vacío se apoderó del país. Las calles desoladas parecían ser el escenario de cualquiera película de zombis. Los conciertos, festivales y flashes de las cámaras dieron paso a eventos virtuales, home office, capacitaciones por Zoom, Meet, Teams, en horarios laborales eternos (ya se había dicho alguna vez que primero llegaría el fin del mundo que el del capitalismo). Algunas fotos quedaron, no obstante, así como entrevistas, reseñas e historias del último festival de rock en Colombia, el más grande de todo el continente. Y es apenas ahora que los recuerdos emprenden su viaje de regreso a la memoria, desfilando al compás de los acordes de Odio a Botero, legendaria banda bogotana que, con sus 255 pasajeros, parecía preguntarles a los asistentes al festival para qué un país en el que no es posible garantizar ni la cultura ni la supervivencia. Un país del que es mejor huir, como lo establece Christina Rosenvinge en su himno Voy en un coche: una despedida a toda velocidad de un mundo en llamas.
Luego, la soledad de la pandemia se convirtió en el grito prolongado de la ciudadanía frente a un gobierno que, sin máscaras, tuvo que confrontar toda su barbarie. Y la música estuvo allí, al lado de las protestas, pues muchas agrupaciones y artistas prestaron su voz para clamar en contra de la injusticia, la imbecilidad y la apatía de un gobierno acéfalo que solo conoce de sus propios intereses. Otros, en cambio, confiando en que es posible separar al artista de su obra y hacer de la cultura un producto de exportación, dieron la espalda a la gente y se confinaron en sus estudios, dispuestos a grabar, remezclar y producir un poco más de lo mismo (de lo que hemos venido escuchado por ahí la última década). Pero el rock, por más de que muchos se nieguen a aceptarlo, encuentra su esencia en las calles, y es la gente la que termina configurando el alma de un festival como lo es Rock Al Parque.
Por eso, era fijo que íbamos a volver: a pesar del mal gobierno de los últimos cuatro años, a pesar del hambre (luego de descolgar las banderas rojas convertidas en capuchas), a pesar del home office y las reuniones eternas en las que el tedio se apoderó como un virus de nuestra cotidianidad. Y volveremos, confiando en el abrazo del arte y la música, para superar este pequeño fin del mundo y regresar al Simón Bolívar, a corear y saltar con ahínco un año más del festival más grande de esa Latinoamérica unida que nos late a la izquierda del alma, esperando que en la hermandad podamos encontrar un refugio para la vida, una saliente a la que aferrarnos antes de caer.
Encuentra las fotografías oficiales del festival, por Andrés Umaña, entrando aquí y aquí. No olvides seguirnos en las redes sociales como @altervoxmedia Déjanos tu opinión sobre esta y otras notas en la sección de Comentarios, o en la sección de Contacto, y #PasaLaVoz
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