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ANTOLOGÍA: FÉLIX ANESIO

FÉLIX ANESIO (Guantánamo, Cuba 1950). Ingeniero de profesión. Ha escrito los libros Crónicas aldeanas y su versión inglesa A Tale of Two Villages (narrativa) y los poemarios La cosecha, El ojo de la gaviota, Los cuervos y la infamia y País sin moscas y otros poemas; así como las antologías personales Altar de nadie (Oxeda, México, 2022) y Congregaciones (Ed. Casa Bukowski, 2022).

Sus poemas y cuentos aparecen en numerosas antologías de EE.UU., España, Cuba, México y Chile. Así como en prestigiosas revistas como Altazor, Crear en Salamanca, El Caimán Barbudo, Chonchón Fanzine, Nagari, Conexos y Linden Lane Magazine, entre otras. Reside en la ciudad de Miami desde el año 2000 y ha participado tres veces en su Feria del Libro. Fue galordanado con el Florida Book Awards y tiene premios editoriales y la distinción Pluma de Plata (Ed. Entre Líneas, EE.UU.)

La siguiente es una selección de su libro Congregaciones (Editorial Casa Bukowski, 2022)


SIEMPRE EL MAR

                                     ¿Qué puede el sol en un pueblo tan triste?

                                        La isla en peso. VIRGILIO PIÑERA, 1942.

Dejar atrás los libros de toda una vida,
las fotos y poemas en el cajón apolillado,
los recuerdos más gratos, los más duros;
el beso último y desconsolado de la madre,
la lágrima de un padre que aún desconocía el llanto.

Todas las cosas lo abandonaban de golpe:
las amables puertas del vecindario que tantas veces
                                                                            abriera,
como si fueran propias, con la feliz insolencia de los
                                                                             niños;
las esquinas del amor, el canto del pájaro enjaulado,
los maestros que nunca más volvería a escuchar,
la sopa de la abuela en las tardes más frías.

Habiéndose forjado un mítico universo,
hoy renunciaba a todo en busca de otra tierra
donde inventarse sueños;
y el mar, el siempre mar,
sería el único camino nunca antes transitado.


EL PEZ ABISAL

Vive confinado en las profundas aguas de la noche abisal.

Se mueve majestuoso en el agua
y nos muestra toda su fealdad de espanto
bajo el reflejo de su propia luz iridiscente.

Admirable criatura el pez abisal:
símbolo de todo lo que no podemos comprender.


SUCESIÓN Y LÍMITE

Para Alejandro Fonseca
In memoriam

Las flores de la primavera
visten las nieves del último invierno.

La fiel convergencia del día hacia el ocaso
y todas las fases de la encantada luna
anuncian la epifanía del próximo sol.

Una mujer gime su dolor.

El regocijo de la vendimia y el vino de la celebración.
Una nueva arruga que se asoma al espejo de tu rostro.

Las fotos que cuentan, otra vez, una historia de ancestros.
La extraña felicidad de un poeta que yace en una cama
                                                                           de hospital,
rodeado de amigos, ante el umbral de una muerte
                                                                            insospechada.

Un libro que se cierra como un golpe en la sombra
                                                                      otro que se abre
y esta finita sucesión de versos.
Todo acontece en la esfera de un reloj sin números.


LOS SEMINARISTAS

                                  A Osmán Avilés

Marchan por la Calle Obispo
bajo el látigo inclemente del verano.

Tras las raídas sotanas se vislumbra
el sexo de los hombres
que deben consagrarse al pudor, la castidad y la doctrina.

Las rústicas sandalias rozan los adoquines.

Como una impúdica plegaria se eleva el olor
de las axilas en el aire
envolviendo las aceras y las plazas.

Un jovencito imberbe y una niña los observan;
una beata, tras su velo, hace una extraña mueca
                                                          y se persigna
mientras el dulce canto gregoriano hechiza a cada
                                                             transeúnte.

Todos detienen su juego, su ocio o su quehacer
                                                         para verlos pasar.
De dos en dos, los seminaristas, se pierden por la Calle
                                                                            Obispo.
Tuercen la esquina y se adentran por la oscura puerta
del convento,
erguidos y austeros, cargando sobre su pecho tan
                                                                     pesada cruz.
Aún nos puede llenar de turbación la imagen
                                                                     que recuerdo


EFÍMERO

Todo es efímero,
banal, pérdida, ausencia.
El hombre nunca será flor radiante,
nunca cielo, nunca estrella.

Quizás no seamos ni siquiera eso:
la indispensable gota de rocío,
esa que escapa furtiva
tras el primer rayo de sol enamorado.

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