ANTOLOGÍA: CAROLINA BUSTOS BELTRÁN

CAROLINA BUSTOS BELTRÁN (Bogotá, 1979). Poeta, narradora, traductora y docente universitaria. Reside en Francia desde el año 2003. Ha vivido en Portugal (Oporto) y España (Madrid). Autora en cuento de Sueño Stereo, Caza de Libros (2014); Altazor (2017), y en poesía de Polifonías Dispersas, Universidad Externado de Colombia (2018) y Estación tropical y otros poemas sinuosos, Nueve Editores (2020). Ha sido galardonada en varias ocasiones en cuento, relato breve y poesía en España y Colombia. Su poemario «Lecciones de UrbEnidad. Tabogo y otras ciudades recorridas» recibió, en 2015, el Tercer Premio del Concurso Ediciones Embalaje del XXX Encuentro de Poetas Colombianas del Museo Rayo, Roldanillo, Colombia. En 2016, «Estación tropical y otros poemas sinuosos» fue finalista del Premio Internacional de Poesía ‘Pilar Fernández Labrador’, Salamanca, España. Sus poemas, relatos y ensayos han sido publicados en antologías, revistas y blogs. Parte de su obra poética ha sido traducida al francés, al portugués, al alemán, al inglés, al italiano y al chino. Es cofundadora del colectivo artístico Crue Poétique y es miembro del Comité Organizador del Festival Internacional de Poesía Animal Sospechoso de Barcelona.
Del poemario Lecciones de UrbEnidad – Tabogo y otras ciudades recorridas, Nueve Editores, Bogotá, 2022.
LA SANTA NO ESTABA EN EL CIELO, VIVÍA EN LA ESQUINA DE LA CANDELARIA
A mis amigos de La Santa
Viral bitácora villana.
Juego y ladrillos,
altiplano,
caracoles eléctricos.
¡Qué se fumó, Rogelio!
Senderos circulares; pensamientos en balcones rojos.
Los niños comiendo raspado:
intercambiando monita,
inhalando gas tóxico,
sus rostros mutantes
acechando el peligro.
¡Salmo n (A) es de mares gélidos!
¡Oh, bella Santa de recuerdos!
Ranchos, chabolas rancias.
Latido de animal encerrado,
chillido intermitente
usurpado crepúsculo
abrir la ventana.
Estupidez
sin patas ni cola,
atardeceres, amaneceres, anocheceres, avenideres.
Meteorología intuida de días sin prisa.
Sin caralibro
sin City ni TV
sin electricidad
sin aplicaciones
sin wifi
ni discusiones por guasap.
Solos con los techos de nuestros apartamentos cuadrados
esperando la señal para salir a besar…
La Santa no estaba en el cielo
era la niña de la otra manzana
del otro parque
la de uniforme, verde, azul o de sudadera amarilla.
La Santa era P, S, V, M o varias Carolina(s)
iluminadas por las estrellas del cerro
vivas villanas desprovistas de aureola.
La Santa eran jaguares de caramelo
que alzaban la falda y sacaban la lengua.
Magnolio sonriente de estaciones lunares acompañado de eucaliptos.
Jóvenes viciados de vida
corrieron
partieron
se fueron.
Fuimos
la cara
oscura
de las rosas que no florecieron
a fin de siglo.
Y hoy somos:
notas musicales
un saxofón
una guaracha
un acordeón
una radio
un verso
un dibujo
una canción.
La Santa vivía en la esquina de La Candelaria
y nosotros vivíamos al filo del abismo.
Andando al borde
con nuestras botas punteras.
NI LO UNO NI LO OTRO / NI L’UN NI L’AUTRE
París es una pesadilla agradable Paris c’est un doux cauchemar
un mito moderno pegado en mi piel. un mythe moderne qui colle à ma peau.
La ciudad me toca a su arbitrio La ville me touche à sa guise
y yo, como Catulo, et moi, comme Catulle,
la odio tanto como la amo. je la hais autant que je l’aime.
BASQUIAT, JOVEN NEGRO
Si alguien me ha visto andar por ahí,
no le den señales de mi existencia.
Me he ido después de lamer la sombra del viento;
hay muertos vivientes que circundan mi paso.
Los alrededores de los alegres suenan a ronquidos, disonantes murmullos.
Ayer morí mientras leía la crónica del New York Times
y el ventilador cortaba el tiempo.
No me vieron nunca más, al menos real, un mero recuerdo.
Fui negro; paleta amorfa; violento reconocimiento.
Si preguntan por mí, ¿adónde dirán que me he largado?
Eternas son las calles que de Brooklyn van a Manhattan.
Apagado, la luz extinta sobre el lienzo blanco, vertido en cenizas, esmog de taxi driver.
Perdido en la lluvia de un suave verano;
vagar baudelariano entre el blues y las sombras;
no soy; ya no vivo; hoy no pinto; mañana es lejano.
¡Oh, New York!
Monstruo irrepetible de dioses paganos;
de héroes de filmoteca; de arte profano vendido en vitrina,
pagado en falsos dólares: papel moneda monocromático.
No fui la casualidad que salió del mono,
simio domesticado que sonrió en portada de revistas.
Se divirtió bien al prójimo.
Fui tan solo eso: resto de óleo,
tinta de calamar de agua dulce,
rostro de África, poesía americana,
cadáver exquisito de días de abril.
Manso niño tibio, Rimbaud de suburbio.
Si alguien aún busca mis pasos
anúncienle que he muerto,
que indague en las paredes del MoMa,
en los papeles mojados de Soho
en las estaciones del mundo.
Oh, New York…
A las olas del mar que de mí hablaron…
Anúncienles que me he ido del mundo:
Lugar sin espera.
EL DULCE PRADO
VI
Se ven retratos de reyes, de juglares y de cortesanos.
Mujeres decoradas con finos encajes
en la penumbra de paisajes tristes.
Naturaleza muerta es el reflejo
de tres turistas globalizados
que coinciden en el espejo del lavabo.
Circos son los museos
que en vez de hermosas pinturas
exponen la calamidad
de sus visitantes.
Del poemario inédito Versos espías / Versos infames
INSECTA
Parece que estás fuera del ángulo del día
donde la cabeza se sumerge
y se ahoga en el pensamiento amenazante de desaparecer.
Es una hora ausente de luz,
un vértice del minutero que no para,
ni se detiene.
Necesitas borrar el trazo de tu huella.
Pinchas en ti y sientes angustia.
No te ves, eres átona.
Andas, silueta modelada sin carne o piel,
por entre avenidas y andenes de precipicios.
Nadie entiende la gravedad de tu soledad.
A nadie le importa el vértigo de un ser invertebrado.
El vacío tiene cuerpo de telaraña.
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