ANTOLOGÍA: ANDREA GUERRERO

ANDREA GUERRERO (Cali, 1992). Literata en formación de la Universidad del Valle y promotora de lectura infantil. Participó del taller Poética para la creación de espectáculos infantiles de Bellas Artes en el 2019. En el 2020 obtuvo el primer premio en el concurso nacional de “Cuento bueno y breve” del periódico cultural El túnel, de Montería. En el mismo año, su poema “Desintegrarse” fue publicado en la antología de poetas colombianas Vórtice lírico, de Pandora ediciones.
Canción para un viaje
Quiero saber si el diablo cantará una canción de cuna en mi lecho de muerte.
Me pregunto si la muerte llegará con su única túnica o apartará un vestido lleno
de flores.
Mis restos esparcidos en medio de un bosque se abruman ahora con su soledad
futura.
Mis cenizas lanzadas al agua tienen miedo como una niña que no conoce el mar
y ve una fotografía de los seres que habitan sus abismos insondables.
Si el viaje es en madera, yo sí quiero flores.
Quiero llevar un vestido blanco y el cabello suelto.
Voy a llegar a la orilla de un mar sin gente y correré descalza.
Me detendré y caminaré mar adentro
y en la lejanía y la espuma dejaré de ser.
No deben descansar las palabras,
hay ruidos más grandes y fuertes.
Cuando vuelva quiero ser agua.
Luces de madrugada
Como la marea no baja de su cabeza
trata de descubrir quién es ella.
Sin duda era felina
porque cuando caminaba en medio de tinieblas
lo hacía a tientas para no tropezar con la que se le metía entre las piernas.
No era clarividente pero sí epifánica.
Nadie sabe cómo lograba
en medio de la noche atrapar luciérnagas apagadas.
Tejía ideas y hacía vestidos con ellas a los que llamaba poemas.
Estaba segura que al mirar el cielo justo antes del alba
contemplaría la agonía de la noche en su salto hacia una nueva mañana.
A veces sentía que estar hecha de carne le afectaba,
se imaginaba cada átomo del cuerpo disuelto por una brisa llena de hojas de
árboles nacidos
en montañas.
Había una idea que la obsesionaba…
pedía a sus hados que le permitieran el día de su muerte ser como la noche justo
antes del
alba.
Desintegrarse
Cuando la piel sea un pergamino
y esté cubierta de heno de la cabeza a los pies.
Y una mañana descubra que es inútil barrer las hojas secas
porque el otoño ahora es dueño de mi casa.
Cuando el cenote que era un escape del mundo
sea sólo un vestigio del paraíso en la tierra.
Y el deseo se halle tendido bajo los escombros
de la fatiga y la calma.
Ocurrirá inevitable la última migración de libélulas,
la herrumbre de las puertas y las ventanas.
Los pasillos abandonados
y lo que antaño eran perfumes de verano
se convertirán en vaho de gladiolos.
Habrán dos grietas por las que el sol siempre me visite:
la del rostro y la del alma.
Alguien toca la puerta en esta mañana distinta
El sol no ha salido por el este, no alcanzó el umbral de mi ventana.
El canario de la serenata diurna está cubierto de polvo y ceniza.
Alguien toca la puerta en esta mañana distinta.
Hoy mi centro de gravedad está en la cama.
Hoy puede ser el día uno de un periodo de hibernación muy largo.
Hoy también puedo ver el mundo con los ojos de un perro.
Alguien toca la puerta en esta mañana distinta.
Se cancela la agenda de este día.
Todas las citas a las que asistiré serán en esta habitación.
Escucho un ruido de llaves,
puertas que se abren,
luces que se apagan.
Quien tocaba la puerta se sienta al borde de mi cama,
trae un espejo del tamaño de cualquier rostro.
Despacio se aloja y ocupa un pedazo de mi almohada.
Trigal con cuervos
Sé que si doy el salto, en medio de la caída no me convertiré en bandada de
pájaros…
Lo que quede de mí será el eco después de abrazar el infinito.
En mi cuarto hay un collar que pende de un hilo brillante.
A veces es necesario dejarse arrastrar mar adentro con los huesos como única
barca.
Los ceniceros se desbordan,
las nubes siguen ensañadas en figurar espectros burlescos.
Los sueños trajeron mensajes y se han disuelto con el alba.
¿Días, meses, años?
¿Volveré a nacer?
No vivir en la carne,
ni ver mi mano derecha y su cicatriz.
Dejar de habitar los espejos en los que me he reflejado
y avistar el futuro desde una fotografía colgada en una pared en ruinas.
¿Adónde vas? Polvo al polvo.
¿Dónde y cuándo?
No llevo pertenencias
tengo al viento que me acaricia mientras avanzo.
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