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1280 ALMAS EN BUCARAMANGA

La noche del pasado 13 de julio, en el bar Bonobo (uno de los pocos y buenos sitios para el rock en esta ciudad), volvieron los años noventa a Bucaramanga, con sus cadenas a la cintura, los pantalones anchos, los celulares inmensos, la chivera y el peinado rastafari… Pero también con Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, la crisis económica y política, la incertidumbre sobre el futuro y la amargura por el presente agotador, que parece inmóvil en la actualidad. También volvió la muchachada de aquellos años, ya ajada por el tiempo y añejada por las experiencias, pero con el mismo fervor y la energía que desplegaban en el Teatro Peralta o en el salón comunal de Lagos III, dispuestos a seguir la lucha y la marcha. Todo con ocasión del regreso de 1280 Almas a la llamada Ciudad Bonita (sólo un lema publicitario ya sin valor mayor), después de dieciocho años de ausencia, como parte de la gira del nuevo producto de la banda, Marteko Euriak (lluvia de Marte, en euskera). De la mano de la empresa AMP23, el público se encontró con una noche que se veló, no solamente nostálgica, sino de palpitante vigencia.

Por Sergio Rengifo Niño.

Fotografías por Andrés Umaña.

Como invitada especial, se encontraba la banda Sin + (Sin Más), representante de la escena local. La agrupación dio un buen espectáculo, con una presentación sobria y temas de mucha energía inspirados en el neopunk aunque con una mayor instrumentación y línea melódica, así como solos de instrumentos más largos de los habituales, aunque no menor calidad. Su guitarrista, Paulo Vásquez, un veterano de la escena, demostró una vez más su valía en estas lides, pues aportó valor a un trabajo muy cuidadoso en batería y voces. Se espera un buen trabajo de grabación de esta agrupación, por aparecer a finales de este año, además de que les esperan grandes cosas en el futuro cercano a sus integrantes.

Sobre la medianoche, hizo su aparición lo esperado por todos. Comenzaron a sonar la notas de La ruta del venado y, al grito de ¡Alegría!, las Almas nos invitaron a un desfogue de energía, protesta y buenos momentos. En seguida sonó Soledad Criminal, uno de sus clásicos, para luego saludar y dar la bienvenida al recital por parte de su cantante. Después vino un tema del anterior álbum, Monstruos, para continuar con otro tema relativamente reciente, Salvaje vagabundo.

«Ya no son los jóvenes que desplegaban su fortaleza en el escenario, aunque la energía permanece incólume.»

Es difícil describir la música de 1280 Almas. Ciertamente, el ska, el punk, el reggae, los sonidos latinos y los ritmos colombianos están en primer orden, pero no es lo único que los define: en ellos están presentes la balada latinoamericana, del tipo Sandro y Leonardo Favio, el rock alternativo de los noventa, el grunge, reminiscencias a The Who y a Santana, algo de funk, unas notas de surf y go-go, influencias poéticas y de novela negra, cierto sonido independiente actual, y otros elementos que logran construir un universo sonoro indescriptible y, en ocasiones, indescifrable. Es posible, entonces, que el rock pueda ser más una etiqueta que una frontera, y que debe responder a las necesidades de los músicos y el público, y no a clasificaciones casi zoológicas de académicos reputados o en busca de reconocimiento.

Después de dieciocho años de no venir  a este municipio, es innegable los cambios, tanto  físicos como de composición de la agrupación. Evidentemente, el tiempo ha pasado, y ya no son los jóvenes que desplegaban su fortaleza en el escenario, aunque la energía permanece incólume. La sección de vientos y teclados se han ido, y hay una percusionista en el grupo, poniendo la participación femenina en alto. Todo ello no opaca el formato de la banda, sino que lo hace más poderoso y maduro.

«Sus recitales no son odas al pasado o reuniones nostálgicas, sino encuentros con artistas en constante movimiento.»

El elemento político está siempre presente en la banda, incluso en su vestimenta. Fernando Del Castillo, vocalista, y Juan Carlos Rojas, bajista, llevaban camisetas con estampados de apoyo a la ULE (Unión de Estudiantes Libertarios, con sede en Bogotá), el primero, y a la Acción Antifascista, el segundo. Es el reflejo de su pensamiento libertario y anarquista, presente no sólo en sus letras, sino en sus actuaciones como grupo y en sus pensamientos individuales. Muestra de su compromiso político son las canciones son Surfiando en sangre  (sobre la «gente decente» de este país), El Platanal (inspirada en la matanza de las bananeras descrita en Cien años de soledad, y en la situación de Urabá hace veinte años, aunque sirve para cualquier época colombiana), Sangre rebelde, y Antipatriota (el gran canto antiuribista).

Las canciones nuevas, pertenecientes a  Marteko Euriak, funcionaron de excelente manera. El público recibió con gran agrado a Salvaje vagabundo, La ruta del asteroide, La estrategia del miserable, Pasajero y El viejo, que demostraron la capacidad de la banda para permanecer con vigencia y renovación, haciendo que sus recitales no sean odas al pasado o reuniones nostálgicas, sino encuentros con artistas en constante movimiento.

«Encendieron al público y recordaron por qué este grupo es tan apreciado por sus seguidores.»

Como siempre las Almas también tiene espacio para los sentimientos, la introspección, el amor y el desamor. Prueba de ello fueron los temas Soledad criminal, Monstruos, Bombardeando, Te veré allá afuera, Animalito, Por ti, Los locos y Los planetas (de la que dijeron que no era micromachismo, sino la vida misma), que muestran la gran vena poética y de pensamiento de estos bogotanos, que a la vez están dentro y fuera su escena, conservando una esencia que trasciende la simple letra de una canción.

El componente fiestero tampoco estuvo faltó en el recital. Aunque ya no están los viejos himnos de festejo (Aquí vamos otra vez y Ven con las Almas), sí estuvieron Changoman, Dulce Juana, El diablo, Arriba tomas, La 22 y su gran éxito en radio, Marinero, que encendieron al público y recordaron por qué este grupo es tan apreciado por sus seguidores, y cómo les hace pasar un gran momento cada vez que se suben a la tarima.

«Una frase que será necesaria para los próximos tiempos del régimen uribista, que ya no sabe cómo más desangrar a Colombia.»

A pesar de cierta molestia con el sonido (que los mismo integrantes hicieron notar), las Almas volvieron a escenario después de la que parecía ser su última canción, Los planetas. Para el bis (o encore, o ñapa, como se prefiera), interpretaron Antipatriota, cambiando la letra en la parte de “ese narco pasado de avivato” por “ese Uribe HP”, y Marinero, que ya no suelen interpretar, pero que lo hicieron como una consideración especial al tiempo trascurrido desde su anterior presentación.  Al final, Del Castillo lanzó una consigna: “¡Alegría, resistencia y rock and roll!”. Una frase que será necesaria para los próximos tiempos del régimen uribista, que ya no sabe cómo más desangrar a Colombia, y para la vida en general, atrapada entre el cambio climático y la desesperanza sin rumbo.    

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