VI FESTIVAL DE LOS PLANETAS – SEGUNDO DÍA
Por John Gómez.
Fotografía por Andrés Lamus.
El sábado 9 de diciembre inició bajo un cielo despejado y diáfano. El aire, cargado de cierta electricidad, parecía estarse preparando para el advenimiento de la música. En algún lugar de la ciudad, unas manos sostenían con firmeza el puente de una guitarra, mientras daban vuelta a las clavijas hasta lograr el sonido esperado. Estuches, camisas de colores, gafas de sol, sombreros, las alas de algún disfraz (de mariposa o de hada) y una pelota, que semejaba al planeta tierra, aguardaban en silencio.
Justo en ese momento, y cerca de las 10:00 a.m., iniciaba la segunda jornada del VI Festival de los Planetas con una clase de yoga astral para toda la familia, a cargo de Oda Nazca: sincronía de emociones en la que los niños fueron, nuevamente, el epicentro del encanto.
«El estilo irreverente y bizarro de las ilustraciones de Sampayo conquistó a más de un adepto.»
El público se fue poniendo a tono para disfrutar del festival, que continuó con el espectáculo de ritmos folclóricos de Raymikuna. El Parque de las Mejoras Públicas se fue llenando progresivamente de personas de todas las edades, que hicieron lo posible por llegar a tiempo para alcanzar a disfrutar del «almuerzo con las estrellas»: oferta gastronómica que corrió por cuenta de La Brigadería, El Gato, Le Oraf, Namaste, Bocanada Burger, entre otros, quienes llenaron el ambiente de aromas exquisitos y provocadores.
Luego del almuerzo estelar, el público se dividió, entre los asistentes al taller de dibujo extraterrestre, con Abby Sampayo, y aquellos que prefirieron conservar su puesto privilegiado frente a la tarima para ver el show de Mente Orgánica. El estilo irreverente y bizarro de las ilustraciones de Sampayo conquistó a más de un adepto, así como la música de Mente Orgánica, quienes tuvieron la difícil tarea de dar apertura a una tarde llena de buena música.
«Un contraste entre la belleza lánguida de su música y la indumentaria tropical con la que ofrecieron su show.»
A las 3:00 p.m., y mientras los invitados al evento seguían entrando al parque, el escenario le dio la bienvenida a la bella Na Morales, quien llegó acompañada por el talentoso Julián Mejía, para ofrecer a la audiencia un poquito de su buena música. Canciones como «Todas las flores», «Y pienso en ti», «Al diablo el amor» e incluso el villancico «Con mi botellita de ron», de Tania de Venezuela, fueron parte del repertorio. La energía de este dueto, así como el encanto de sus cuerdas, puso en órbita a los asistentes y género más de un aplauso.
Le siguieron los integrantes de The Ghostrings, quienes subieron a la tarima acompañados de The Riverman en la guitarra. Luego del String Loop Party, y de la grabación de su primer trabajo discográfico «Evil Nature», la banda interpretó algunos de sus temas más conocidos como «Deja-blue», «Sahara phamtoms» y «Blood in the sea». La puesta en escena de The Ghostrings fue un contraste entre la belleza lánguida de su música y la indumentaria tropical con la que ofrecieron su show. Una vuelta a los escenarios cargada de aplausos, pues la gente vibró y cantó las canciones de la banda bumanguesa, como dándole la bienvenida nuevamente.
«Invitaron al público a montarse en la nave de su música, para ser parte de un vuelo intergaláctico hacia destinos ignotos.»
Luego fue el turno para Frecuencia Fractal, a las cinco de la tarde, cuyo aterrizaje coincidió con la llegada de la noche. Un ambiente cada vez más oscuro permitió que la puesta en escena de la banda brillara con una energía descomunal, pues pusieron a bailar y saltar a los asistentes, a la par que una pelota gigante, que emulaba al planeta tierra, compartía protagonismo con su show. Una agrupación cuya música no se deja categorizar fácilmente y que está marcada por un estilo tan propio que dificulta la descripción fiel de su sonido, pero que se apoderó por completo del gozo de la gente.
La jornada vespertina culminó oficialmente con los ritmos extraterrenos de Navegante, que haciendo gala de su nombre, invitaron al público a montarse en la nave de su música para ser parte de un vuelo intergaláctico hacia destinos ignotos, aplacando así el incendio que Frecuencia Fractal había dejado en el ambiente. Un viaje de tipo interior en el que el rasgueo de la guitarra, acompañado por el compás de la batería y el bajo, marcaron el destino de la travesía. El influjo hipnótico de Navegante surgió del centro del escenario como un loto, cuyos pétalos se abrieron sobre el Parque de las Mejoras Públicas para envolver a todos en el juego de luces de su performance, dejando el tiempo en suspenso.
«Hay que darle a la gente lo que quiere, y lo que la gente quiere es cumbia.»
De repente, y con una descarga cumbiera como venida de las sombras, Los Yoryis se montaron en la tarima interplanetaria, poniendo a bailar a los asistentes con ritmos ácidos y sabrosos. «Cumbia y raspa» es el lema de esta banda bogotana, que fusiona ritmos tropicales con el rasgueo eléctrico de las guitarras, y una batería que se hace sentir en medio del espacio. La tremenda energía de su interpretación, así como el flow de su música, hicieron rápidamente de las suyas en el público, que entre gritos, aplausos y bailoteo salvaje fueron cayendo en sus garras, entregándose a la noche que se diluía con cada quiebre de las caderas. «Hay que darle a la gente lo que quiere, y lo que la gente quiere es cumbia», fue el comentario de uno de los asistentes al evento, que se alejó entre la humareda, bailando al son del «Polvo ‘e gallo».
Un tipo enmascarado, con guacharaca en mano (que no era otro que Ricardo Andrés Barreto), terminó de complementar la fórmula de esta banda, que con batería, guitarra y bajo, contagió de su gozo poderoso a los asistentes al festival, robándose los frenéticos y exhaustos aplausos de un público más que complacido. «Panchita», «Alabanza» y «El Fráspas está naciendo» fueron algunas de las canciones que hicieron parte de su repertorio, que contó con un juego de luces tan psicodélico como su música, y la inclusión posterior de El Llanero Eléctrico en la guacharaca, en una presentación que acabó demasiado pronto.
«Las alas de algún disfraz (de mariposa o de hada), yacían en el suelo bañadas en sudor.»
Finalmente, un Santa Claus entre el público, que bailaba con las manos en el aire, marcó la entrada de Natty B & The Bad Medicine, quienes subieron al escenario cerca de las 8:00 p.m. a terminar por lo alto un evento cargado de sorpresas y buena música. Su presentación fue una descarga de reggae que se encargó de cerrar la noche y calmar los ánimos de la audiencia, incorporando covers de canciones ampliamente conocidas por todos. El público, entregado por entero a sus ritmos afrocaribeños, aplaudió y cantó hasta que el cansancio se apoderó de los bailadores. La noche se acercaba lentamente a su fin, bajo un cielo constelado y diáfano. El aire, cargado de electricidad, batía con violencia sobre las carpas, pero se aquietaba en el espacio que separaba a los cuerpos: sombras que danzaban lánguidamente, y que sonreían. En algún lugar de la ciudad, unas manos sostenían con firmeza el puente de una guitarra, guardada en el estuche, y las alas de algún disfraz (de mariposa o de hada), yacían en el suelo bañadas en sudor.
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