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RUMBA, SALSA Y SON CON ALTIBAJO EN AGUANILE

Por Katia Shtefan.

Fotografías por Ana María Antolínez.

Con más de 35 presentaciones en 14 ciudades, en lo que va del 2017, Altibajo Latin Son incendió el escenario en Aguanile con un espectáculo de salsa en vivo sin precedentes.

En cabecera hay un sitio de rumba y movimiento, donde la música cobra vida y es imposible no dejar que el alma vibre a su antojo. Ubicado en la carrera 29 con calle 47-82, Aguanile es un sitio de verdadera candela latina, donde la salsa es ley y el pasado 25 de agosto no fue la excepción.

Como hace 13 años, cuando se reunieron por primera vez, Altibajo Latin Son sigue siendo un grupo de amigos; conversando, entre risas, en la entrada de uno de los más lugares más movidos de la ciudad, esperando al evento principal para empezar a tocar y darle vida a la salsa.

«En cabecera hay un sitio de rumba y movimiento, donde la música cobra vida y es imposible no dejar que el alma vibre a su antojo.»

El reloj marcó las 11 de la noche y la banda estaba ya en escena, dando inicio a su repertorio. Los últimos bocados de un New York Strip Steak fueron devorados con avidez, el último sorbo de una copa de Buchanan’s fue apurado en la barra, y los asistentes al evento se arrojaron al dance floor como fichas de ajedrez, movidas por la música. Donde antes había personas comiendo y tomando, entrechocando vasos y hablando alegremente, con una salsa bien conocida de fondo, destacaban ahora siluetas frente a la tarima, azotando la pista con pasos atrevidos.

Con una influencias de la timba cubana en la melodía y, en la letra, ecos del Joe y Silvio Rodríguez, Altibajo Latin Son mantiene su identidad como banda, tocando salsa sin piano y trombones grandes: salsas suaves, no tan rápidas, un poco melancólicas. Para la tercera canción casi todas las mesas estaban vacías y la gente bailando. Los músicos en la tarima tampoco podían evitarlo, y disfrutaban sus propios ritmos con pasos improvisados y una que otra coreografía.

«Altibajo Latin Son mantiene su identidad como banda, tocando salsa sin piano y trombones grandes: salsas suaves, no tan rápidas, un poco melancólicas.»

Las luces azules y púrpuras iluminaban las paredes blancas sobre el mosaico de picas negras y espejos, manteles de cuadros blancos y rojos sobre las mesas,los tragos en la barra: todo con un estilo neoyorkino de los setentas/ochentas, que bien recordaba a los sitios que iniciaron el boom de la música tropical. Y para hacer honor a las leyendas de la salsa, retratos de las más grandes voces de este género.

Sonó el hit De Amarte Más y todos cantaron y bailaron emocionados, la canción que, como lo mencionaba Jonathan Prieto, percusionista y fundador de la banda, “es la canción que necesitábamos para que nos diera ese empujonsito que, como grupo, nos hacía falta”.

«Para hacer honor a las leyendas de la salsa, retratos de las más grandes voces de este género.»

Una hora y media más tarde, el grupo se despedía pero el público no los dejaba. Tres veces clamó el público una última canción y tres veces tocó la banda antes de despedirse. Luego bajaron de la tarima, pero no salieron del restaurante-bar, sino que se quedaron hablando con los asistentes, tomándose fotos con ellos y disfrutando de los últimos vestigios de la noche.

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