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TRIBUTO A LED ZEPPELIN EN LLAMARADA ROCK BAR

Por John Gómez.

Fotos de Ana María Antolínez.

El bar comenzó a llenarse desde las 9:00 p.m., y no eran solo jóvenes los que llegaban, movidos por la curiosidad, a disfrutar de este Tributo a Led Zeppelin en Llamarada Rock, sino también gente de edad que, muy posiblemente, había crecido con la música de la banda londinense, formada en 1968 por Jimmy Page, John Paul Jones, Robert Plant y John Bonham.

Así comenzó la noche en la que The Immigrants quebró la cotidianidad, del sábado 15 de julio, para ofrecer un concierto delicioso y salvaje, que estuvo a la altura de la mítica banda. Embarcados desde las costas del Canal de la Mancha, y haciendo gala de su nombre aeromóvil, los ritmos y líricas de Zeppelin, sus canciones celtas e indias, con tonos propios del Blues, Folk, Country y Rock & Roll, sobrevolaron el Atlántico, atravesando el Mar Caribe, para caer pesadamente entre las montañas andinas: sonidos y voces invocados por Tite Villar en la guitarra, Diego Salazar en la voz, Sebastián Loaiza en la batería y Álvaro Martín en el bajo, quienes se dieron a la difícil tarea de revivir el espectáculo de una de las mejores bandas de la historia del rock. Como otras veces, Llamarada Rock fue el anfitrión de un show tremendo, siendo un espacio ideal para los amantes del rock y el metal, ubicado en pleno corazón de Cabecera, Bucaramanga.

«Los ritmos y líricas de Zeppelin sobrevolaron el Atlántico, atravesando el Mar Caribe, para caer pesadamente entre las montañas andinas.»

«Rock N’ Roll» fue la canción con la que dieron apertura al concierto, una canción propia de la vieja escuela del rock: rápida, enérgica y sin tregua; una canción en la que la batería marcaba el compás, con el que los latidos del corazón seguirían luego el movimiento de los músicos en escena. «It’s been a long time since I rock and rolled», cantaba Diego Salazar, y el público asentía mientras la noche empezaba apenas, entre risas y copas. Después, fue el turno para «Black Dog» con su letra provocadora, agresiva y sensual, precisa para acercarse a un oído núbil y susurrar «Hey, hey, baby, when you walk that way / Watch your honey drip, can’t keep away» y esperar, quizá, a que esa noche las palabras surtan su efecto y se confundan con los cuerpos que, bajo las sábanas, toman la forma de un gran perro negro que no deja de rodar sobre sí mismo; o que, por el contrario, la mañana espíe el desorden de prendas junto a un cuerpo solitario, mientras pronuncia al viento «I don’t know, but I been told / A big legged woman ain’t got no soul«, luego de que la velada nocturna no haya sido placentera.

No era el caso en esta noche de sábado, en que las parejas auguraban un buen despertar, mientras, al ritmo de «Ramble On«, las almas solitarias repetían «I’m goin’ ‘round the world, I got to find my girl / On my way / I’ve been this way ten years to the day«: un camino extenuante, el del corazón herido, que se prolonga con «Heartbreaker«, como si ambas canciones fueran parte de una misma historia.

«Well, it’s been ten years and maybe more since I first set eyes on you
The best years of my life gone by, here I am alone and blue
Some people cry and some people die by the wicked ways of love
But I’ll just keep on rollin’ along with the grace from the Lord above
«,

y cuando la voz de Diego Salazar y el sonido de los instrumentos se apagaron de repente, fue el turno para que la guitarra de Villar siguiera el camino trazado, décadas atrás, por Jimmy Page, acompasado por los gritos y los aplausos del público, a tiempo apenas para que Sebastián Loaiza marcara un nuevo tempo, y que Álvaro Martín pusiera el fondo preciso para llevar la música a tope, hasta el punto en que Diego retomase la lírica rompecorazones con el grito «Go away, Heartbreaker!«, dando paso a las exclamaciones y loas.

«Esperar, quizá, a que esa noche las palabras surtan su efecto y se confundan con los cuerpos que, bajo las sábanas, toman la forma de un gran perro negro que no deja de rodar.»

Siguieron inmediatamente después con «The Rain Song«, una melodía suave, más propicia para una cercanía íntima que sus antecesoras, pues la canción en sí misma es como una caricia que recorre la piel, haciéndola crisparse. «You are the sunlight in my growing – so little warmth I’ve felt before» cantaba Diego, y las parejas mencionadas previamente se miraban a los ojos con un silencio cómplice. No obstante, y contrastando con la melodía previa, la bélica «Immigrant Song«, canción que da su nombre a la banda tributo, fue interpretada por sus integrantes con la fuerza y agresividad que caracteriza a este tema, y los gritos y la lírica (referencia directa a a los pueblos nórdicos), con que Salazar, al ritmo de los riffs y el azote violento de los platillos, imitaba la voz potente y dulce de Robert Plant, repitiendo, como  si fuese su grito de batalla, «Hammer of the gods will drive our ships to new land / To fight the hordes and sing, and cry / Valhalla, I am coming«.

«Good Times Bad Times» pareció revelar luego todas esas intimidades de la adolescencia que, tanto el público como los músicos, pretendían querer sepultar ante el peso de lo cotidiano. Intimidades que el arte hizo evidentes con una sola voz y una sonrisa leve, aquella con la que solemos mirar al pasado:

«In the days of my youth, I was told what it means to be a man,
Now I’ve reached that age, I’ve tried to do all those things the best I can
(…) Sixteen, I fell in love with a girl as sweet as could be
It only took a couple of days ‘til she was rid of me.«

No obstante, con «Since I’ve Been Loving You«, y de la mano de The Immigrants, ese amor dulce y algo torpe de la juventud se transformó en la experiencia dolorosa de la madurez, mostrando el lado espinoso de las relaciones con la voz entrecortada con que Diego clamaba «Everybody trying to tell me / That you didn’t mean me no good / I’ve been trying, Lord, let me tell you / Let me tell you I really did the best I could«, ¿y quién, que haya atravesado una relación tormentosa, no podría sentirse conectado completamente con esta canción, que combina, tan hábilmente, amor y dolor, como si ambos fueran partes iguales de un mismo ser escindido?

«Ese amor dulce y algo torpe de la juventud se transformó en la experiencia dolorosa de la madurez.»

Con el público en silencio, distraídos por el mobiliario del bar algunos, y otros afectados profundamente por el tema anterior, fue el momento ideal para que Sebastián Loaiza, acompañado por la guitarra de Tite Villar, rasgara la quietud del espacio, con «Moby Dick», y el magistral solo de batería in memoriam de Bonzo; cuya horrible muerte en 1980 fue una de las causas de disolución de la banda. A pesar del percance sufrido con el sistema de sonido (el derrumbe de un amplificador y otros problemas en la consola), nada detuvo a Sebastián para que cerrara magistralmente su versión del inmortal solo de Bonham, junto a los aplausos del público. Con el sonido restablecido, la banda despegó con «Going To California«, un tema melancólico y lento que calmó un poco los ánimos e hizo aflorar algunas sonrisas, generando también un leve ondular de cabezas y hombros, con su «Spent my days with a woman unkind, Smoked my stuff and drank all my wine / Made up my mind to make a new start, Going To California with an aching in my heart«

«Un tema melancólico y lento que calmó un poco los ánimos e hizo aflorar algunas sonrisas.»

Un metafórico cortocircuito en la comunicación, anunciado por Diego Salazar, fue el intro a «Communication Breakdown«, y el alegato «Hey girl stop what you’re doin’! / Hey girl you’ll drive me to ruin / I don’t know what it is that I like about you / But I like it a lot«, en una noche llena de copas y sonrisas, cabelleras saltando en el aire y voces que cantaban al unísono, mientras la guitarra y el bajo acompañaban, por igual, la fuerza impetuosa de Loaiza en la batería, y Villar hacía uso del segundo micrófono. De repente, sin que nadie se anticipara a ello (sin que nadie pudiera detenerlo realmente), el sonido lento y profundo de las cuerdas del bajo, pulsadas por Álvaro Martín, dejaron que «Dazed And Confused» apareciera en escena: un espectro de tonos vocales y eléctricos, producto del trío Salazar-Villar-Martín, que desembocó en un dúo entre guitarra y voz, y se prolongó lo suficiente para correr silencioso entre la clavícula y el pecho, llegando a la espalda, como una serpiente que clava sus colmillos en la médula espinal, tan pronto como los platillos anunciaron la forma más violenta del riff de Felipe «Tite» Villar, en un final voluptuoso, exagerado y extenuante, como una petite morte.

«Been dazed and confused for so long, it’s not true
Wanted a woman, never bargained for you
Take it easy baby, let them say what they will
Will your tongue wag so much when I send you the bill«,

y ya en este punto, fue necesario que «All My Love» restableciera el silencio luego de los gritos y aplausos de la audiencia. «For many hours and days that pass ever soon / The tides have caused the flame to dim» cantaba Diego, y era cierto que las olas llevaban el fuego orgásmico de la canción previa a un sonido mucho más leve: un coro que todos los asistentes repetían, entre la cadencia de su baile y el entrechocar de los cristales en la barra. Un coro que dio paso a «Whole Lotta love«, siendo este un tema preciso para traer a la memoria, especialmente en los tiempos que nos ocupan actualmente, donde se hace tan preciso aprender a amar nuevamente:

«You need coolin’, baby, I’m not foolin’
I’m gonna send ya Back to schooling
Way, way down inside  honey, you need it
I’m gonna give you my love… I’m gonna give you my love
«.

Una letra increíblemente sexual, provocadora y seductora, especialmente con los gritos y gemidos de Diego Salazar que precedieron al jugueteo de los dedos de Tite Villar en la guitarra, mientras esta se retorcía y combaba, entre susurros eléctricos, sintéticos y melódicos.

«Fue necesario que «All my love» restableciera el silencio luego de los gritos y aplausos de la audiencia.»

Luego de las ovaciones del público, siguieron con la icónica «Stairway To Heaven», que recordó el performance de la banda inglesa en el film de 1976 «The Song Remains The Same», solo que con la ausencia del arco de violín en el rasgueo de las cuerdas de la guitarra. Aunque muchos señalarán que las interpretaciones de la banda tributo no fueron, del todo, fieles a las versiones originales, es preciso decir que, ni un cover debe ser una imitación apenas del tema original, ni es fácil ponerse al nivel de una banda tan emblemática como lo es Led Zeppelin, por lo que cada una de las interpretaciones tuvo más aciertos que errores. ¿Y qué decir de esta canción?, ¿qué podría decirse sobre la misma sin que quedarse corto, tanto a nivel estético como lírico?

The Immigrants se despedía ya del escenario cuando, debido a los aplausos, decidió regresar con «Kashmir«, siendo esta la canción escogida por la banda para cerrar tremendo evento, a la vez que la nota más alta del tributo. La voz atenuada de Diego Salazar vibró por el espacio, guiando los riffs de Tite Villar como si atravesaran el desierto junto el espectro sutil de los integrantes de la banda británica, más allá de esta ciudad de montañas de cemento. El público aplaudió, cantó y se movió al son de «Oh, baby, I been blind / Oh, yeah, mama, there ain’t no denyin’«, y ciegos estábamos todos por el sudor, ebrios de música y de noche, mientras la sombra repentina que rodeaba a la banda tributo tomaba la forma de una tormenta de arena, «Yellow desert stream / Like Shangri-la beneath the summer moon«

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