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ROSARIO CAICEDO: MI HERMANO Y YO A CUARENTA AÑOS DE SU MUERTE

Tuvimos la oportunidad de hablar con Rosario Caicedo, hermana del escritor Andrés Caicedo, en su visita a la ciudad de Bucaramanga el pasado mes de Febrero. Hoy, día en que se cumplen cuarenta años de la muerte de Andrés, les dejamos un pedacito de la memoria de Rosario, y los invitamos a que asistan a esta proyección desde lo más íntimo de sus recuerdos.

Por Michael Bryam Parra.

Fotografías cedidas por Rosario Caicedo. 

MBP: Rosario, ¿recuerda cómo eran sus vacaciones familiares en la Casa “San Francisco” en La Cumbre (Valle)?  

RC: Nosotros nos fuimos a pasar vacaciones a La Cumbre porque mis abuelos maternos tenían una casa vacacional cerca de Corinto (Cauca), y debido a la violencia la tuvieron que abandonar. Mis abuelos debieron haber comprado esa casa en el ‘54 o ’55, y nosotros pasamos allí las vacaciones del ‘54 al ‘59. Nos íbamos para pasar las vacaciones escolares, que en esa época eran bastante largas, desde Junio hasta finales de Agosto, y las pasábamos todos en familia: mis padres, mis hermanas mayores, Andrés y yo; y también un hermano mío que murió, que murió en el ‘60, y muchos otros familiares. Yo recuerdo esas vacaciones como un periodo que nos unió mucho a Andrés y a mí. Nosotros éramos los menores. Y las hermanas mayores de Andrés, que eran María Victoria y Pilar, para esa época nos parecían muy grandes.

Andrés y yo siempre estábamos por fuera jugando, y era una época en la que nos dejaban. Nosotros nos levantábamos, hacíamos carreteras en los peñascos de la finca y jugábamos con unos carritos. También nos encantaba explorar potreros. Irnos a los potreros a buscar moras. A Andrés le gustaba correr mucho, le encantaba subirse a los árboles y yo recuerdo que los dos nos las pasábamos montados en los árboles. Una vez él y yo nos metimos a un potrero donde habían unos toros bravos, nos metimos a buscar guayabas y los toros se vinieron a perseguirnos, y es uno de los recuerdos más tempranos que tengo: Andrés y yo corriéndole a los toros bravos, Andrés enredado en un alambre de púas y los toros viniéndose detrás. Andrés siempre era un niño muy distinto a los otros, siempre interesado en que se le leyeran cuentos, muy fascinado por los comics que papá nos traía desde Cali. Fue un periodo muy idílico, y Andrés lo recordaba igual. Para 1960 nosotros dejamos de ir allá, mis abuelos vendieron la casa, y una de las razones por la que mi mamá no quiso volver a La Cumbre fue porque a mi mamá le recordaba a mi hermanito que murió.

Rosario, ¿por qué decidió radicarse, hacia 1972, en Estados Unidos?

Yo me casé con mi ex esposo en 1970. Él acaba de graduarse de Médico y se fue a hacer el año rural a Barranca, y después aplicó para estudiar psiquiatría en la Universidad del Valle, donde no lo aceptaron porque él había sido activo en el movimiento estudiantil de esa época; así que el aplicó para hacer psiquiatría aquí en estados unidos y yo me vine con él. Al principio la idea era quedarnos tres años. Llegamos a Houston, Texas (que yo odie), y luego le dije a Sergio que yo no me quería quedar ahí, que si no nos movíamos para otra parte me devolvía a Colombia. Desde el ‘74 estoy viviendo en Connecticut. Para 1982, cuando Sergio y yo nos separamos, teníamos ya dos hijos y me quedé viviendo aquí. En este momento estoy casada con Ruth Howell.

¿Podría hablarnos sobre su formación académica como trabajadora social?

Yo empecé a estudiar en la Universidad del Valle en el ‘67, pero después me quise pasar a historia, y cuando me vine para acá no me había graduado aún; por lo que terminé mi carrera universitaria en Houston. Cuando ya tuve a mis hijos, yo quise empezar mi maestría. Me hubiera encantado hacerla en historia, pero empecé a tener una visión práctica de la vida, así que decidí hacer una maestría en trabajo social en la Universidad de Connecticut, que me tomó muchos años debido a que estaba criando a mis hijos pero la terminé. Siempre he estado trabajando con comunidades empobrecidas y oprimidas, durante mis años de carrera trabaje en refugios para mujeres abusadas, porque siempre me ha gustado estar envuelta y ser activa en el tema de la violencia de género. Yo he sido feminista, como diría Andrés, “desde chiquita”, así que trabajé en un refugio de mujeres abusadas y como consejera en una clínica donde se le proveían abortos a las personas que los necesitaban. Luego empecé a trabajar como trabajadora social bilingüe en las escuelas públicas de New Haven, con muchas poblaciones de indocumentados, puertorriqueños y poblaciones minoritarias, poblaciones negras, que corresponde a la gran mayoría de los estudiantes de las escuelas públicas de New Haven. Así que mi enfoque fue en la población hispana, desde 1987 hasta el 2012, y me jubilé de ese trabajo.

¿En qué consiste la labor que desarrolla con latinoamericanos indocumentados víctimas de las leyes de inmigración en Estados Unidos?

Durante dos años, luego de mi jubilación. Trabajé activamente con un grupo llamado Unidad Latina en Acción, Ahora me he dedicado muchísimo a promover la obra de Andrés, y eso es lo que ha tomado mi tiempo actual. Continúo a raíz de la elección tan horrible de Trump, y estoy firmando peticiones, siendo activa, tratando de evitar que este monstruo haga lo que piensa hacer, que es deportar a once millones de habitantes, pero participo activamente en la oposición que todos le debemos hacer a Trump

Luis Ospina afirma que el escaso dominio de la lengua inglesa era una de las grandes frustraciones de Andrés, ¿qué tan difícil fue traducir los guiones cinematográficos que Andrés pretendía venderle a Roger Corman?

Luis tiene todo la razón en esto. Andrés leí inglés muy bien, era capaz de leerlo pero fue muy difícil para él poderlo hablar. No porque no supiera las reglas gramaticales, sino por la limitación de Andrés de poderse comunicar verbalmente. Andrés tenía muchísimos libros en inglés, pero no lo podía hablar muy bien porque su tartamudeo y su timidez, su profundo temor a poder comunicar verbalmente, le afectaban tanto en el español como en el inglés; porque Andrés hubiera deseado de todo corazón el poder haber vivido en los Estados Unidos, y Andrés no se pudo quedar aquí. Eso lo frustraba mucho pero él trataba de aprender el idioma, anotaba las palabras que él quería aprender, y eso lo frustró. El entendía bien el inglés, pero a la hora de producirlo le costaba.

Cuando Andrés llegó a mi casa con los guiones, que los llevó perfectamente organizados, me pidió a mí que los tradujera y yo no sabía hablar inglés muy bien, pero yo le dije eso a Andrés y él me dijo que no había problema, que con un diccionario lo podía hacer y yo le dije que bueno… y aun así, nos pasamos desde Mayo del ‘73 hasta Julio, de sol a sol, traduciendo esos guiones.

Difíciles, y la traducción ni cinco de buena, pero esta fue una labor delirante de Andrés. Le dije “Ok mijo yo te puedo garantizar que no están siendo bien traducidos pero si tú me lo pides yo lo hago”, aparte de eso traducir un guion requiere, no solo el conocimiento de un idioma muy bueno sino saber mucho de guiones, y yo, con 23 años, no me había leído un guion en mi vida, pero fue muy difícil. Andrés confió demasiado en mí y confió demasiado en él, y yo pienso que ese rechazo, esa derrota como él lo vio, de no haber podido vender los guiones y quedarse aquí, (porque su sueño era poderse salir de Calicalabozo); esa derrota de volver lo afectó muchísimo. Nunca fue una persona feliz, pero pienso que el regresar derrotado lo afectó aún más. Su realidad era una ciudad profundamente opresiva. Él se pasó la vida tratando de salirse del marco familiar y nunca lo pudo hacer. Tenía una relación de amor y odio y nunca se pudo independizar.

¿Qué piensa de la versión animada de Los amantes de Suzie Bloom (Historia para un western) que realizaron Francisco Forbes y Álvaro Cifuentes?

Me encanta lo que hicieron de ella. Me encantan los animados, porque ese era otro guion que Andrés tenía, a modo de bosquejo, y era un guion que mostraba mucho el amor que Andrés le tenía al Western y a mí me encantó.

Rosario, ¿de qué manera se manifiesta su gusto por la tradición oral?

A mí me fascina la tradición oral porque crecí con una madre que influyó directamente en mi amor por la tradición oral. Ella era una extraordinaria cuentista, nunca una escritora. Si mi mamá hubiera nacido en la época en la que se le daban premios a los cuenteros, mi mamá se hubiera ganado un premio. Ella me enseñó a amar las palabras y que la primera forma de la literatura es la tradición oral. Decía que a todo el mundo le gusta un buen cuento, y todas las culturas del mundo tienen tradición oral incluso aunque no tengan alfabeto. Contar un cuento, oír un cuento, dialogar, hablar: ese es el principio de la literatura, y es el arte que yo adoro y aprendí de mi madre. Yo podía escucharla por horas. Una película contada por mi mama muchas veces era mejor que la película misma, y a Andrés le gustaba muchísimo también ese dominio de mi mamá por las palabras, aunque escribió muy poco.

En cuanto a lecturas, ¿quiénes son sus autores del momento?, ¿quiénes los de toda su vida?

Soy muy aficionada a los clásicos, que empecé a leer desde muy pequeña en español. Los clásicos colombianos también me encantan. El Alférez Real lo leí hace poco y me sigue gustando mucho. Me fascina José Asunción Silva, José Eustacio Rivera (tal vez uno de mis favoritos), William Ospina, Ricardo Silva Romero, Juan Gabriel Vásquez, Carolina Sanín, Tomás González, Evelio Rosero, y pues, la lista es larga. A mí me gustan muchísimo. A nivel de autores clásicos, autores ingleses que leí originalmente en español y luego en su idioma: las hermanas Bronte, Cumbres Borrascosas, Charles Dickens, Virginia Woolf (es mi autora en inglés favorita), especialmente “Las Olas”, que también le gustaba mucho a Andrés. Autores como William Faulkner, Scottt Fitzgerald, Flannery O’Connnor, Ernest Heminghay. En teatro me gusta, Tenesse Williams, O’Neal… la lista es larga y me encanta leer. Jaime Manrique, es uno de los que más me gusta. Sandro Romero, Fernando Vallejo… y muchísimos mas

Rosario, ¿desde cuándo escribe poesía, y por qué escribe en inglés?

En el bachillerato escribía poesía y algunos poemas están en el anuario de mi colegio Siempre he escrito en un diario. Empecé a escribir poesía en inglés como desde 1983, cuando me sentí que verdaderamente tenía un comando en un idioma como segundo idioma. Escribo en inglés porque empecé a escribir en inglés pero también escribo en español.

¿Existe alguna temática recurrente en su obra?

Pienso que es difícil escribir poesía cuando uno está contento. He escrito muchos poemas sobre mi experiencia cuando tuve cáncer de seno, que fue bastante dura. Escribí mucho sobre la muerte, sobre la posibilidad de la muerte. Hace poco se me murió una gran amiga y esto me afectó muchísimo y hace tiempos que no escribía poemas largos y he escrito unos tres o cuatro poemas sobre su muerte. Temas más que todo sobre la dificultad de vivir

Toda su obra literaria permanece inédita, ¿quiénes son sus “pocos buenos” lectores?

La gran mayoría permanece inédita, y de mis mejores lectores, yo (risas) y algunos pocos buenos amigos, especialmente mi esposa (de vez en cuando).

Aparte del poema titulado “El cuarto de un hermano”, ¿ha escrito más poemas sobre Andrés?

He escrito varios. Tengo muchos pero permanecen inéditos. Algunos en inglés y otros en español. Últimamente he estado escribiendo mucho sobre el hecho de que uno da cosas por sentado que nunca son ciertas, como por ejemplo en este momento tengo muy pocas relaciones con las hermanas de Andrés porque yo me opuse a la censura que ellas han tratado de hacer a la memoria escrita de Andrés. Uno nunca debe tener ese concepto de que la lealtad familiar siempre va a estar allí. La familia de sangre no es muchas veces familia, y eso lo he trabajado en mis textos.

¿Alguna vez le enseñó a Andrés sus escritos?

Le mostré algunos de los poemas horrorosos del bachillerato y me dijo “Rosarito son horribles”. Le mostraba trabajos de la universidad para que el me los ayudara a editar y siempre me decía “Rosarito, deberías escribir”, porque le gustaba mi estilo.

En el prólogo de la primera edición de Angelitos empantanados Sandro Romero Rey y Luis Ospina afirman que: hay “una colección de Poemitas escritos a mano por Andrés […]”. ¿A esta colección pertenecen los poemas incluidos en Mí cuerpo es una celda, existe alguna intención de publicar el resto de “poemitas” reunidos en la obra inédita que Sandro Romero tituló Poemitas de Andrés Caicedo: La mínima expresión?

Se está pensando tratar de publicar al máximo mucha de la obra inédita de Andrés, y entre eso están los poemitas. Hay todavía mucho escrito inédito de Andrés.

¿De dónde sacó Alberto Fuguet la enigmática dedicatoria de la autobiografía Mi cuerpo es una celda (“A mi hermana Rosario, que se escapó de Cali y que no le importa la opinión de los demás; con la que iba al cine y hablaba de cine; la que me acogió y que me sigue escuchando, cuidando, protegiendo y defendiendo.”)?

Cuando Alberto editó ese libro, y lo compiló, Alberto se vino unas semanas a mi casa (mía y de Ruth) para que los dos hiciéramos el trabajo de ver las cartas, etc. Durante esa época a Alberto le tocó presenciar lo que fue la lucha que yo tuve con las otras dos hermanas de Andrés para que se publicara una carta que Andrés le escribió a Jaime Manrique en la que Jaime le escribió a Andrés que estaba románticamente interesado en él. Cuando las dos hermanas censuraron esto, yo reaccioné de inmediato en una entrevista que di sobre el tema en Las Dos Orillas. Alberto presenció claramente esa lucha, y Alberto estaba en contra de la censura, pero yo no tenía idea que Alberto me iba a dedicar ese libro. Yo leí eso y dije “Dios mío”. Cuando lo llamé a agradecerle, el simplemente me dijo “yo solo te quería agradecer por todo”. Hay mucha gente que piensa que esa dedicatoria la escribió Andrés, pero no, la escribió Alberto.

En Mi cuerpo es una celda aparece el siguiente fragmento: “Cuando puedo veo cine y miro / gente desde buses, merced a / un solo sentimiento: / la nostalgia y la tristeza. / Y fíjese que / digo uno”. Esto reafirma la obsesión de Andrés (manifiesta en algunos pasajes de ¡Que viva la música!, Noche sin fortuna, Angelitos empantanados y en algunas de sus narraciones cortas) por los buses de transporte público. ¿Recuerda alguna anécdota relacionada con esto, qué tanto le gustaba a Andrés viajar en buses urbanos, él prefería hacerse del lado de la ventanilla, es verdad que a Andrés se le dificultaba permanecer de pie (o es simplemente una interpretación literal de una frase de Alberto Fuguet)? ¿Qué tanto cree usted, Rosario, que se identificaba Andrés con el personaje-narrador de “Por eso yo regreso a mi ciudad”. Considera que su hermano también vivía la vida de lejos, como observando a través de una ventana?

Le encantaba montar en bus. Era su único modo de transporte: bus o taxi. Andrés nunca tuvo carro y nunca pudo aprender a manejar. Le encantaba observar desde la ventanilla y siempre se sentaba allí, el pretendía mejor sentarse que permanecer de pie, pero le gustaba como buen escritor montar en bus para observar el mundo y observar a la gente. En cartas, en testimonios de personas que escriben, eso también es relevante: observar. El hecho de mirar sin ser mirado, sin pertenecer a la multitud. Andrés no participaba de la multitud, era algo muy característico de él.

En una carta, de 1976, dirigida a Juan Gustavo Cobo Borda, Andrés se refiere a tres relatos que componen “una novelita” titulada Baladas para niños muertos, ¿esa obra es la que ahora se conoce como Angelitos empantanados o historias para jovencitos?

Eso se lo tengo que preguntar a Sandro Romero porque ellos fueron los que compilaron y editaron eso, y yo no te puedo responder esa pregunta por el momento.

Una buena parte de las cartas escritas por Andrés ha sido publicada, pero ¿hay alguna intención de publicar las cartas que Andrés recibía, por ejemplo, las cartas que usted le enviaba a él?

Hay intención de publicar todas las cartas que se han podido encontrar: las que Andrés escribía. Acerca de las que recibía, sería interesante poder hacer eso también, publicar las cartas que otras personas le escribían a él.

Se cree que una de las causas del tartamudeo es la timidez. ¿Andrés tartamudeaba aun entre sus familiares y amigos más cercanos?, ¿siempre tartamudeaba, por ejemplo, cuando hablaba con usted?, ¿le molestaba que le dijeran Pepito Metralla?

A Andrés le decían Pepito Metralla, no por la tartamudeada, sino por la máquina de escribir; porque las maquinas producen ese sonido al escribir. Le gustaba mucho que le dijeran así. No tartamudeaba todo el tiempo, pero en muchas de las oraciones de él, al comienzo empezaban con un tartamudeo. No era que tartamudeara todo el tiempo Cuando se sentía mal tartamudeaba más.

“La torpeza deviene de una conciencia de ser observado, y esta, de concederle una importancia exagerada a las personas y al mundo que habitamos: nos creemos mucho menos perfectos de lo que somos, y esto es lo que nos atemoriza y nos impele a romper el jarrón en mitad de la visita; creemos, entonces, que estamos destinados a la falta de afecto, de reconocimiento, y quisiéramos no que la tierra nos tragara, sino convertirnos en otro, en aquel que sepa aprovechar la mínima parte correcta de nuestra naturaleza”, sostiene Andrés en un artículo titulado “El genio de Jerry Lewis”. Rosario, ¿qué tan autobiográfico encuentra usted este apartado con relación a la personalidad de su hermano?

Completamente autobiográfico. Así era como se sentía Andrés, eso era lo que le encantaba de Jerry Lewis, de verse reflejado en su torpeza con la forma de usar las manos. Lo único que Andrés sabía hacer con las manos era escribir, a máquina, lápiz y estilográfica; escribir rápido y bien. Pero en todas las otras cosas que tenían que ver con destrezas manuales era muy torpe y el texto es una metáfora de lo torpe que Andrés se sentía al lidiar con la vida.

Rosario, ¿por qué expulsaron a Andrés de varios colegios en Cali?, ¿por qué estuvo interno en el colegio Calasanz en Medellín?, ¿cómo asumió su familia que Andrés obtuviera el título de bachiller en el horario nocturno del colegio Miguel Camacho Perea?

A Andrés lo expulsaron de varios colegios básicamente porque era un niñito que, desde muy pequeño, no tragaba entero: cuestionaba las verdades de los que decían una u otra cosa, y créelo o no, a pesar de ser muy tímido le decía a los profesores lo que él pensaba. En esta última ocasión que fui a Cali me reuní con los compañeros de Andrés de bachillerato en el San Luis Gonzaga, y yo me reuní con varios de ellos y me llamó profundamente la atención (y me afectó profundamente) los cuentos que todos ellos contaron del matoneo que experimentó Andrés en el San Luis, algo que nunca contó, que es típico de un niño que ha sido matoneado; pero lo que contaron, de la forma como los hermanos y algunos de los profesores lo matoneaban, después de 50 años, me impresionó horriblemente. Nunca me lo contó a mí, nunca se lo dijo a los papás. Hubo anécdotas de que un hermano lo llamaba “vagazo”, y le decía “salgase de aquí que usted es un vagazo” cuando le hacía preguntas. Esto era con el hermano que enseñaba literatura porque Andrés continuamente lo cuestionaba sobre autores o sobre cosas que no eran ciertas.

En cierta forma, el matoneo del profesor hacia Andrés fue profundamente violento. Lo digo siendo yo trabajadora social, habiendo trabajado con niños matoneados por muchos años.   Lo interesante es que Andrés respondía y no se quedaba callao. Uno de los profesores dijo una vez “voy a llamar al más estúpido de la clase para que responda esta pregunta. A ver Caicedo responda”, a lo que Andrés respondió “yo creo que el más estúpido es usted por llamar al más estúpido de la clase”.

Lo echaron por muchas cosas. Del San Luis lo echaron por pegarle a un hermano que estaba pegándole a un amigo de él, a Jaime Acosta, que fue el actor de las obras de Andrés. Al Calasanz se fue porque en esa época había sido identificado por la familia como un niño problema. En la misma noche que lo llevaron, Andrés se voló del Calasanz y regresó a la casa. Tuvo meses muy difíciles pero luego llego a gustarle el colegio. Después no le pudieron mis papas pagar más el internado y regresó sintiéndose muy mal. Para él, el Calasanz representó de una forma u otra salir del hogar.

Mis papás no se sintieron bien de que Andrés terminara en el nocturno, pensaron que él no iba a ser nada en la vida; querían que se graduara de un colegio mejor pero se sintieron felices de que tuviera diploma de bachiller.

¿Alguna vez sus padres le prohibieron a Andrés que llevara el cabello largo?

Le prohibieron y fue un escándalo para la familia que Andrés llevara el cabello largo porque fue típico de esa época. Muchas veces le dijeron que se lo tenía que cortar y él nunca se lo cortó. Solamente cuando él quiso, como en el ‘73, cuando quería actuar como policía en Angelita y Miguel Ángel, o por la horquilla. Mis papas no eran inusuales para la época y les parecía aterrador.

Dicen que otra de las frustraciones de Andrés fue su incapacidad para bailar salsa. Rosario, ¿alguna vez intentó enseñarle a bailar a su hermano?

No porque yo no bailaba salsa en esa época. Muy poca gente de una determinada clase social bailaba salsa en esa época. Andrés era pésimo bailarín de cualquier cosa. Cali no era la capital de la salsa en la época de los 70. La salsa era de los medios más populares. Nadie de clase media baja, media alta o alta bailaba salsa. Y Andrés descubrió la salsa en las clases más populares. Hoy en los clubes más elegantes se baila salsa y eso nunca se vio cuando yo estaba creciendo allá. En “Que viva la música” se muestra eso: la metáfora de la salsa es la de una persona que rechaza su clase y se va al otro lado. Le frustraba no saber bailar, decía que si hubiera sido bailarín no hubiera sido escritor. Pero le encantaba ver bailar, tenía una vista muy cinematográfica. Él no era una persona muy vinculada a ese mundo por lo que eso lo hace un muy buen escritor.

“La despertada es la peor hora para la nostalgia”, afirma Andrés en uno de sus diarios y lo reafirma en muchas otras de las páginas que escribió. También manifestó el desasosiego que sentía en los atardeceres y en los domingos. ¿Recuerda cómo se comportaba Andrés en aquellos momentos, y qué decía al respecto?

Él siempre fue una persona triste, desde que tenía 4 o 5 años; era un niño que uno sabía triste. Yo soy todo lo contrario, soy una persona optimista, me gusta gozar de la vida. Para Andrés, por su misma hipersensibilidad, que rayaría casi en el nivel de una enfermedad mental (al no poder neutralizar las cosas que lo afectaban), para él una pelea con mi papá, que es típico de cualquier persona, lo llevaba a una profunda tristeza, eso era lo que él siempre decía. Él básicamente se describía como una persona sin piel “El Andrés niño y el Andrés adolescente”. Una vez le dije que no se preocupara tanto, él me dijo “tú lo puedes hacer porque tú tienes piel y yo no tengo piel”. Andrés no tenía protección emocional.

Rosario, ¿qué pasó con la máquina de escribir de Andrés después de la exposición que se realizó en 2012 en la Biblioteca Luis Ángel Arango?, ¿quién la tiene ahora?

Yo la tengo. Fui yo quien llevó la máquina. Cuando mi papá murió, la máquina estaba con mi papá, y yo pedí la máquina y me la traje. Aquí la tengo.

Se sabe que Bob Dylan era uno de los músicos favoritos de Andrés, ¿qué piensa usted acerca de que el Premio Nobel de Literatura 2016 haya sido otorgado a un músico?, ¿qué cree que hubiera dicho Andrés al respecto?

Yo no hablo con los muertos. No tengo ni idea de lo que Andrés hubiera dicho; pero idolatraba la música de Bob Dylan. Me imagino que se hubiera sentido contento, pero la gente cambia… Yo no me puedo imaginar a Andrés vivo, a Andrés ahora, a Andrés pensando en que él ha experimentado lo del premio nobel de Bob Dylan… si él no lo vivió yo no puedo saberlo. No tengo ni idea de lo que él hubiera dicho y lo único que se puede hacer es especular solamente.

Tal vez baste recordar las palabras de la rubia, la rubísima María del Carmen Huerta: “[…] y algún día, a mi pesar, sacaré la teoría de que el libro miente, el cine agota, quémenlos ambos, no dejen sino música. Si voy pallá es que pallá vamos. Vivimos el momento de más significado en la historia de la humanidad […]”. ¿Qué opina usted de este fragmento?

Andrés está chicaneando más bien, Andrés en ningún momento creía eso, él le está dando las palabras a María de Carmen huerta para escandalizar, ella es una escandalizadora profesional… Andrés hasta último momento idolatró los libros, amó el cine. Se sintió profundamente triste de que el periódico el pueblo no le hubiera dado los viáticos para ir al Festival de Cine de Cartagena. Yo no lo veo como un mandamiento sino como una forma de escandalizar.

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