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MITÚ EN BUCARAMANGA

Por Emanuel José Acuña.

Fotografías de Manuel Abril.

Eventos de electrónica en la ciudad se ven poco, y en algunos de esos pocos (no en todos), los DJs van a unir canciones una tras otra de David Guetta, de los Swedish House Mafia o de Tiesto. Pero esta vez no fue así. Este era un evento serio. El 18 de febrero estuvimos en el concierto de Mitú, grupo de techno residente en Bogotá, que nos regaló sus mejores temas.

Los jóvenes artistas Franklin Tejedor y Julián Salazar hicieron prueba de sonido a las 9 de la noche, justo cuando nos acercábamos al lugar, vía al aeropuerto, que había sido escogido para el evento. Por la montaña y hasta nosotros, a través de la carretera, llegaban los ecos de la voz de Franklin, acompañados de unos potentes reflectores que según el mismo Julián “hubiesen podido tumbar un par de aviones”. Qué peligro.

«Mientras los demás DJs hacían sus presentaciones tuvimos un golpe de suerte e ingresamos al camerino.»

La noche inició con algunos DJs que hicieron sus mejores mezclas y ambientaron la finca El Novalito. Los asistentes, como buenos bumangueses, se dieron el lujo de presentarse en esporádicos puñados que no pararon de llegar hasta bien alta la madrugada. Eso sí, todos cargados de mucha energía. Apenas llegaban al lugar se lanzaban a bailar al ritmo que llenara el ambiente. Pacientes, esperaron a la salida de Mitú y a que la noche se hiciera más espesa.

Mientras los demás DJs hacían sus presentaciones tuvimos un golpe de suerte e ingresamos al camerino, allí hablamos con este par de jóvenes artistas.

«Han dado vida al ‘Techno de la selva’, que incorpora las atmósferas densas de la música electrónica, un poco de folclor y los tambores africanos»

Franklin Tejedor, oriundo de Palenque de San Basilio, nos contó que la música de Mitú, el toque especial, nace en parte de esa fuerza africana que siglos atrás echó raíz en nuestra tierra y que tan bien se ha conservado en ese pedacito de territorio, declarado patrimonio inmaterial de la humanidad, que es su pueblo natal. “Techno-palenque” bautizaron en un comienzo este influjo musical, esa fuerza de los ritmos caribes al unirse a los samplers y sintetizadores análogos. Mancomunadamente, y con la constancia del músico que busca su propio sonido, Tejedor y Salazar, con más de diez años de haberse conocido, han dado vida al “Techno de la selva”, que incorpora las atmósferas densas de la música electrónica, un poco de folclor y los tambores africanos. En palabras de Franklin Tejedor, encargado del aporte caribe, con Mitú “intentamos lograr una emulación de los sonidos de la selva, también incorporamos voces, ecos y buscamos jugar con la percepción para así darle profundidad a  nuestra música”.

Con un poco de mesura y un vaso de un licor ámbar, quizá wiskhey o ron, Julián Salazar dejó en claro que la única aspiración de Mitú, más allá de lo mediático y la fama, es lograr hacer un aporte musical, hacer arte. Como él mismo expresó: hacer lo que les gusta, reunirse con un amigo a improvisar, a dejar que los sonidos fluyan, a que se trasformen en buenas melodías y luego en canciones valiosas.

«Por todo el lugar, habían grupos de personas danzando, ansiosos de que Mitú los arrollara con su música.»

Ya terminando nuestro pequeño encuentro, Franklin y Julián nos contaron sobre las cosas buenas que vienen para Mitú. Luego de culminar la gira por Colombia, harán presentaciones tanto en el Sur como en Centro América. Además, pronto habrá lanzamiento de un nuevo disco, trabajo musical que aún no posee nombre y que estaremos esperando.

Nos despedimos, pues ya estaban próximos a salir a escena, preparativos de último minuto y a sonar. Afuera el público había llenado el sitio. Por todo el lugar, un mirador que ve las montañas al occidente de Bucaramanga, habían grupos de personas danzando, fumando cigarrillos y compartiendo cervezas, ansiosos de que Mitú los arrollara con su música.

«Abrían ventanas a otros anillos de música más oscuros o más limpios, perfectamente acompasados y sin junturas que se noten.»

Y sí, a la una de la mañana estuvieron en escena. Pronto las atmósferas densas y la multitud de sonidos que emergían de ellas se apoderaron de los que allí estaban. La voz de Franklin, quien cantaba en palenquero —la ancestral mezcla entre el español y el portugués— y que tocaba una batería electrónica, se disolvía en ecos a través de la oscuridad hasta perderse en la armonía. Julián se encargaba de los sonidos en bucle que iban y venían, intercambiándose, superponiéndose. A simple vista se notaba la preocupación de estos dos artistas por hacer que esas músicas, con raíces tan diferentes, se hicieran una sola. Los efectos que Salazar implementaba iban más allá del adorno vulgar o de la floritura inútil, abrían ventanas a otros anillos de música más oscuros o más limpios, perfectamente acompasados y sin junturas que se noten. El talento de ambos es innegable.

El concierto duró más de una hora. Versiones extendidas de temas como “Sed”, “Chalu”, “Balnear”, “Plutón”, etc., fueron interpretadas durante la presentación de Mitú. Para el final, luego de que el público insistiera y voceara el bien conocido “otra, otra…”, los jóvenes artistas hicieron sonar “Solitario”, su tema más conocido. Todo acabó en la madrugada del domingo con un aplauso largo y sostenido y con un público que quería más. Al bajarse de tarima Julián Salazar y Franklin Tejedor rondaron el lugar departiendo con los asistentes, hablando aquí y allá con quienes se animaran a charlar y a compartir una cerveza.

«Nos fuimos satisfechos con la presentación de Mitú, con una buena dosis de su ‘Techno de la selva’, y con ganas de más buena música.»

Así acababa la noche, con un poco de camaradería y con el frío característico de Bucaramanga. Algunos asistentes se quedaron presenciando unos shows de música electrónica hasta que salió el sol, otros, con menos resistencia, dejamos el lugar a las cuatro de la mañana. Nos fuimos satisfechos con la presentación de Mitú, con una buena dosis de su “Techno de la selva”, y con ganas de más buena música.

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