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ANTOLOGÍA: ALEXANDER BUITRAGO BOLÍVAR

ALEXANDER BUITRAGO BOLÍVAR. Estudió Ciencias Religiosas, Gerencia Educativa, Literatura y Maestría en lectura y Escritura. Militó en los colectivos literarios ParaAmarte, Zaguán de Poesía, Los Impresentables y Escritores del Puente. Es profesor universitario, pero se considera aprendiz del oficio. Ha publicado tres poemarios que lo acreditan como usurpador de la imaginación. De vez en cuando sus versos irresueltos aparecen en revistas literarias o en recitales de poesía a los que asiste sin pipa y sin sombrero de poeta. Es dueño de una casa imaginaria y de un gato fantasma.


Cocina de poesía

1

Come estas raíces escritas
                        tu apetito de pan.   
(Se esparce por los dormitorios
el poema que crece como una raíz).
Sube paredes como enredaderas.

2

El poema
es este cuenco de palabras
y es para la marcha.
Abrillanta su interior de alambre.
Hay bollo de yuca.
Arepas de mollejas
o patacón de plátano.
Cholao para la sed de labriego.

3

El poema es dulce al morderlo.
Alimenta aún sin escribirlo.
En aceite se sofríe en tiras.
En endecasílabos
o en rodajas transparentes
un poema es para todos.
Se enrolla a versos
            en un tenedor.
 Se estiran sus silencios
            en un punto a parte.
Cerca al filo de la noche
se espesa la incertidumbre
o el aire hambriento.
Hay quien pide versos
y no recibe a cambio ni un mendrugo de luz
para beber a sorbos.
Obtiene sed de arena,
restaurantes cerrados como libros,
plazas vacías de palomas volando,
gritos ambulantes de bombero
o gladiolos nocturnos de muerte.
Pero este poema de guitarras
en la sopa de los verbos
entre la alcachofa
que salta sin paracaídas
al agua hirviendo
y las vocales del ajo,
exige pimienta en los prefijos.
Clavo
            y canela en las raíces latinas.
Hay que revolver
a medida que suspiras,
como si besaras entre árboles imaginarios.
Da vueltas
en las brasas de la página
el poema que es de todos.

4

Soy el cocinero mayor
y canto mientras pico cebolla.
Mi sazón es poética.
La salsa que bailo
            prepara mi escritura.
En la cocina todo está listo:
La tabla de madera para picar
olorosa a tomillo
y a poemas entre el tomate
en el aceite saltando.
Las acelgas recién lavadas.
Los espárragos malqueridos.
Las espinacas revolucionarias.
Esta es la cocina crepuscular
que sacia el hambre de poesía.
Bailo mientras pico cebolla
o pelo las papas para el caldo.
Degusto esta página de aromas.
Puedo trinchar las palabras,
enrollarlas como espagueti lingüístico
cortarlas como zanahorias gramaticales
o morderlas entre el brócoli políglota,
las acelgas sintácticas intactas,
y esa mezcla de adverbios al ajillo
con que unto los poemas.

5

Hecho terrón a terrón
como mi abuelo de tierra
escribo lluvia
y vago por ciudades
para que oigas mi voz obrera.
No solo tacho noche.
Yo coso
y descoso la soledad
de las ventanas
y escribo vestido de labriego.
Y escribo dientes de ajo
a lo largo de tachones de cilantro
y perejil al gusto
            en cada abrazo de agua.

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