LOS ODONTÓLOGOS DEL HORROR: TREINTA Y DOS FORMAS DE REDECIR EL DOLOR

Por Daniel Morales.

Ante nosotrxs, un mundo distópico que se abre. Odontólogos/bestia que sobrevuelan las calles y se establecen entre nosotrxs como una presencia maligna, que amenaza con coartar toda resistencia a la higiene y la dominación. Que invaden, con sus dedos antisépticos, cada recodo propio —íntimo— donde se incuban aquellos gérmenes con los que se cristaliza el aliento. Pero es justo allí cuando la revolución se advierte y detona. Encontramos la voz en alguna parte de la rotura. Conocemos, en la estructura del diente, el poema: la única defensa. No te metas con mis muelas/ ellas son libres/ hablan con su hedor/ sus huecos/ y mis dolores. Nos adentramos a lo desconocido que nos habita y sobrecoge. Y tal vez el amor aparece como un discurso psicótico en medio de la guerra. Y solo tal vez, el poema se creaturiza como un refugio transitorio e incierto. En todo caso, la poesía permanece en esa misma tensión dental, con la que apretujamos las encías para decir la vida, el amor y la rabia. Aquellas aberturas precisas, en la carne blanca, que mantienen el registro feroz entre la identidad y el lenguaje. Lo único cierto de nosotrxs mismxs.

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