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ANTOLOGÍA: YIRAMA CASTAÑO GÜIZA

YIRAMA CASTAÑO GÜIZA. Nació en Socorro, Santander, Colombia. Poeta, periodista y editora. Participó en la creación de la Revista y de la Fundación Común Presencia. Hace parte del Comité Asesor del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de Cereté, Córdoba. Sus poemas han sido traducidos y publicados en medios de Colombia y el exterior. Ha participado en los más importantes Festivales de Poesía en Colombia y  en Encuentros de escritores a nivel internacional.

Libros de poesía publicados: El Sueño de la Otra, Ediciones El Humo, México, 2019. Segunda Edición. Corps avant l´ oubli / Cuerpos antes del olvido (Yirama Castaño, Stéphane Chaumet y Aleyda Quevedo), Ediciones de la Línea Imaginaria, Ecuador, 2016. Poemas de amor (Yirama Castaño, Josefa Parra), Ediciones Corazón de Mango, 2016. Malabar en el abismo, Antología, Común Presencia Editores, Colección los Conjurados, 2012. Memoria de aprendiz, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, 2011. El sueño de la  otra, Colección Prometeo Serie Hipnos, 1997, Primera Edición. Jardín de sombras, 1994. Naufragio de luna, 1990.

Antologías más recientes: Pájaros de sombra, 17 poetas colombianas, Vaso Roto ediciones. 2019. Queda la Palabra Yo, Antología de Poetas Colombianas Actuales. Ediciones La Palma, Colección eMe, España, 2018. Antología Poética Ventre de Lumiére / Vientres de luz, 14 poetas colombianas + Jattin, Uniediciones, Colección Ladrones del Tiempo, 2017.


Prólogo

No tengo la intención del desafío,
ni la premura por un juego de palabras.

No poseo el concreto de la línea en el poema,
ni la lucidez de cifras en la aurora.

No merezco un nombre que autorice
la búsqueda universal en primavera,
ni la mentirosa voz en la puerta de mi fuego.

No entiendo el coro de ángeles testigos
en una caída de noches anunciadas,
ni los demenciales silencios
dando el sí en mi costado.

No puedo construir la imagen
a partir del vacío con cerrojo,
ni aplaudir al inventor de la acrobacia
que finge ser bandera.

Para escribir y amar sólo mis manos.


Acordes para luciérnaga

Pequeña centinela
atrapada en el tropiezo

Rendida a los pies del bosque
renace la noche en amarillo

Vendrá el día
                                para buscarle
                                           escondite al movimiento.


Cueva mineral

Te conté:
         el guardián es amenazante.
Por esta fisura del vientre
se llega a las tinieblas.

La corriente arrastra sangre,
                                lodo y lava.

Rota la raíz del árbol,
la corteza se vuelve avara.

El río talla sus estatuas.


III

Quieres que yo llegue hasta tu cuerpo
Quieres que me quite los brazos
y los ponga sobre tu pecho.
Quieres que los dedos
de mi mano derecha
acaricien tu cuello.
Quieres que mis labios
hablen en tu oído
Quieres que mis mejillas
no se separen de tu boca

Sí, yo sé,
tu también me quieres
y sólo tengo libre
mi mano izquierda
para desvestirme


En los labios de la noche

Hay algo ahí
               en los labios de la noche
en la estela de sus horas
en lo profundo de su cráter
                                               que me llama

Hay algo que se acerca
               en la larga espera,
                              una luz a la deriva
aparece en la montaña

Hay algo ahí que yo no veo
                               un poema
                               un soplido
                               una hebra de vida
                               una pestaña


El mirador de la paloma

A
Yolanda Guzmán Ortíz,
justo al cumplir los 23 años en 1985,
mientras corría por el Barrio Bochica.
En su mochila,
las llaves que ya no existen.

Paso al frío, justo en el valle
que separa una teja de la otra.
                                 El agua se desliza por las crestas
y se siente como absorbe los sonidos de la casa.

Ha logrado sortear la primera pieza de ese techo,
hecha para tapar la vista de los pájaros.
Avanza hacia la pendiente
inclinando el cuerpo
y guarda silencio.

El rodillo pasa por la placa
y comienzan a hablar todas las palabras.
El estruendo de la imprenta
    y la puerta que se rompe,
             hacen estremecer el tiempo.
Las manos son extendidas
                    en el muro,
mientras un bermejo y espeso color
       toma forma de chispas en
                                               el asfalto.

En la calle del sol,
salen a pasear las torturadas sombras.
La noche amenaza llegar a su fin.

Los muchachos con
                sus bolsas de leche,
                escapan por los altos de la iglesia,
                                                dejando cuajos a su paso.

Abajo,
               los guardianes
apuestan por cual de ellos se partirá las piernas.

Todos salen en la madrugada,
incluso aquellos que jamás regresan.

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