ANTOLOGÍA: ANA MARÍA TORRES GONZÁLEZ

ANA MARÍA TORRES GONZÁLEZ. Nació en Bogotá, Colombia 1995. Es Trabajadora Social egresada de la Universidad Pública Colegio Mayor de Cundinamarca. Actualmente se encuentra escribiendo su primer poemario “Espejos de Obsidiana”. Fue una de las ganadoras de la V Internacional de poesía Nadaísta (Medellín, 2018) y finalista del concurso Nacional de Poesía Eduardo Carranza (2020). Durante tres años consecutivos, ha sido parte de los talleres de escrituras creativas de la gerencia de literatura de IDARTES, y de los talleres de creación poética de la Casa de Poesía Silva. Entre ellos, los Talleres Distritales de Poesía Ciudad de Bogotá (2019 y 2020).

Delirio

Todo está escrito
dices
palabra a palabra
se ha revelado el mundo

Observo tras las sombras
la luz hiere mis ojos
un canto resplandece en las nubes
el viento acuna los columpios
y el parque se alza como un castillo de arena
arropado por el cielo

Me pregunto
cuando los niños juegan a construir imperios
y con su imaginación rompen laberintos de concreto
¿Quién espera al final del tobogán?
¿Quién guarda los besos para curar las raspaduras?

En los pasillos
resuenan las migajas de su risa
derramadas por el suelo

Como un rebaño esperan cada día
gatear tras la frontera
atravesar los pasamanos
y ser amados por el sol,
son las ovejitas que nacen en los pabellones
de su buen pastor.

Deseo de astrónomo

Cuando miras al cielo con tanto anhelo
siento rabia

No abandonarías a una madre
aunque su cuerpo estuviese enfermo
no la entregarías a la muerte

Pese a que te invada el deseo de emigrar
llevas impregnada su fragancia
memoria de colibrí
arrullo de nutria
petricor de la mañana

No puedes abandonar el recuerdo
del pecho que te alimenta
ni del agua que te contuvo

No
no puedes
pensar en abandonar
esta tierra.

Salvador

Mientras escribimos una plegaría

para detener el comienzo del fin

El salvador
percudido como un oso polar
nace con su carroza de la noche
atesora nuestros desperdicios
evita que se pudran en la tierra

Vanidad

Camino por la calle séptima
veo a una mujer Embera
que vende historias tejidas con sus manos
historias heredadas de voz a voz
en el canto de las guacamayas

Sin armaduras
se enfrenta al monstruo de la ciudad

Nerviosa
mira hacia ambos lados
saca un espejo
y se cubre el rostro con unos polvos blancos
de la marca Vogue

Espejos de ceniza

Confieso
cuando el autobús atraviesa un puente
no evito mirar atrás
me convierto en un pilar de sal

Impulsos maternales me invaden
ansias de curar con un pañuelo
la suciedad en el rostro del niño

Puedo ver
culebras negras que consumen su aliento

Aquellos seres
bañados por la ceniza
dejan al demonio
besarles la boca

Un espejo
impregna mi memoria
anuncia
la realidad del inframundo