UNA VISITA A LA CASA USHER DE ANDRÉS ALFONSO

Por John Gómez.

Imágenes cedidas por Andrés Alfonso.

“El que aquí penetre, habrá sido vencedor;
el que mate al dragón habrá ganado el escudo.”

EDGAR ALLAN POE

Una atmósfera opresiva, densa, cargada de sombras y de formas, sostenida sobre los personajes de esta historia como el péndulo de un gran reloj antiguo, un reloj siniestro (o una espada) que marca las horas que nos separan de su triste desenlace. Así, y al mejor estilo de Allan Poe, las obras de Andrés Alfonso nos cuentan, una vez más, el desafortunado relato de los hermanos Usher, al que asistimos involuntariamente (como en un trance), cayendo sin pedirlo en el perverso laberinto de pasillos, puertas, escaleras y habitaciones de la vieja casona gótica, de ese palacio encantado en el que la vida y la muerte, el amor y el caos, el encuentro y el abismo se desenvuelven y respiran, como un organismo que agoniza a la par que el viejo Usher, quien va sumergiéndose en las olas de su propia obsesión.

En esta oscura galería de Andrés Alfonso, Lady Madeleine aparece como un espectro amortajado que atisba siempre entre las sombras, mientras el narrador, cuadro a cuadro, se convierte en la imagen misma de la desesperación barroca que va conquistando nuestros nervios, hasta llenarnos de un temor absurdo en el preciso instante en que estalla la tormenta, y todo recuerdo de los Usher termina por sumirse en un profundo y cenagoso estanque, aguardando a que alguien nuevamente se decida a visitar este museo del horror al que llamamos tiempo.

Por eso, es para mí un honor invitarlos a conocer nuevamente la historia de la casa Usher, de la mano del pintor bumangués Andrés Alfonso, quien (al igual que el viejo Roderick, en su carta) nos invita a visitarlo, sin que podamos predecir siquiera el oscuro final, el dramático final, que nos espera.

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