LA PÁJARA PINTA Y EL PAISAJE INACABADO
Hablar de La Pájara Pinta es recordar aquella canción infantil compuesta por María Elena Walsh —poeta y cantautora bonarense— en los años 60, cuyo musical dramático «Canciones para mirar» trascendería los límites nacionales, y se inscribiría en la memoria de los niños latinoamericanos. La canción habla sobre una avecilla —un tanto melancólica— que, sentada en un verde limón, recoge la rama y corta la flor mientras piensa en su amor. Curiosamente, esta otra pájara pinta aparece, de repente, frente a un “Paisaje inacabado”, para preguntarse —al igual que el personaje de Walsh— si el amor vendrá, en la forma de un poema, a ser parte de un continente canónico, cuya geografía inconclusa busca llenarnos de esperanza en medio de una pandemia de soledades a-isladas. Por eso, decidimos hablar con William Pascagaza y Christian Rincón, integrantes de este colectivo —que no carece de nostalgia—, y esto fue lo que nos dijeron.
Por John Gómez.
Imágenes cedidas por La Pájara Pinta.
¿Qué es La Pájara Pinta?
La Pájara Pinta es un espacio de producción e intervención cultural, el cual tiene como propósito articular un conjunto de autores y autoras para crear escenarios de diálogo entre discursos y prácticas en el escenario literario colombiano. De momento, nuestra apuesta editorial se ocupa de la apertura de un catálogo visionario que inicia con Paisaje inacabado. Antología de poesía colombiana reciente. La coordinación de este proyecto está a la cabeza de William Pascagaza y Christian Rincón.
¿Cómo nace este proyecto de antología?
La idea de una antología comenzó a tomar forma cuando inició la cuarentena en nuestro país. Ante el mandato ético de reclusión generalizada, surgió un mandato estético que llevó a muchas y muchos autores a mostrar o juntar sus prácticas literarias en espacios que renovaron nuestra experiencia del encierro. Y así, en este contexto, tuvimos la idea —otra forma de la necesidad—, de llevar a cabo una antología en donde, la escritura con cierta trayectoria y aquella que podemos estimar emergente, estuviese agrupada bajo el formato de un libro. Cuando la pandemia exigía cierta distancia, nosotros queríamos juntar. Por eso, consideramos esta antología como una prótesis de la comunidad poética, un intento por conectar voces y estilos y crear un paisaje. El paisaje, ya lo sabemos, es una destrucción en curso de los elementos, una tensión, pero también un recorte. Siempre una imagen de lo cercano y lo ajeno.
¿Quiénes integran esta antología y por qué decidieron hacerles partícipes?
Quisimos abrir dos convocatorias en paralelo con el fin de formar una discreta unidad no jerarquizada. Por un lado, están los autores y autoras que postularon sus obras, los cuales fueron sometidos a un comité editorial, esto para garantizar el carácter emergente del proyecto. Y, por otro, están algunos invitados, poetas que por su trayectoria han colaborado a engrandecer y ensanchar la poesía colombiana. De tal suerte que al final de este proceso contamos con 62 autores y autoras de muchos paisajes del país, cada uno de los cuales aporta, sitúa y renueva el territorio, lo crea al mismo tiempo que lo disuelve.
¿Qué opinan sobre el estado actual de la literatura colombiana?
En el proceso de selección, encontramos que, en los últimos diez años, han surgido una cantidad enorme de editoriales independientes que le han apostado a la literatura en general, y a la poesía en particular, en su amplia gama de estilos y búsquedas. Quizá por ello la literatura actual en Colombia es susceptible de metaforizar con el fenómeno de la isla: en la práctica, muchos autores y autoras participan en el devenir cultural del país como una isla, en tanto se ven abocados a existir a la deriva, insistiendo en sus propias formas, insistiendo en el límite.
Por supuesto, siempre hay lugar a que se dé el fenómeno del continente, el cual sucede cuando un grupo de islas se juntan y se compactan. Esto es lo que en la academia se conoce como la emergencia de un canon. Los premios que han surgido durante la última década, la asociación y circulación de la poesía en eventos y publicaciones alternativas y, muchas de las veces, disidentes, han ayudado a que la poesía ya no sea exclusivamente una experiencia a-islada, sino que atraviese por un tránsito constante entre uno y otro estado. Los poetas van de la isla a lo continental y viceversa, constantemente. Hay una interseccionalidad del discurso poético, una doble pertenencia sostenida por la autogestión y la gestión cultural colectivizada, muy atractiva.
¿Cuáles consideran que son los retos principales a los que tienen que enfrentarse los escritores colombianos en la actualidad?
Posiblemente al temor —o el desdén— generalizado que existe frente a la renovación generacional. Parece haber una idea extendida de que las autoras y autores contemporáneas carecen de valor ante los grandes fenómenos de la literatura que hoy hacen parte de la historiografía social colombiana. Pero, bien mirado, los escritores y escritoras siempre han sido islas que, con suerte, bien por su exotismo, bien por sus paisajes históricos, bien por sus aires de renovación cultural y expresiva, fueron más o menos visitados, más o menos habitados en su momento. Hoy, es innegable que haya ocasiones en que uno prefiera volver a los territorios seguros para el confort, el placer, la plenitud y la vibración; pero, no cabe duda de que hay islas recientes que también producen esa sensación. Un reto, quizá sea entonces, erigirse como un lugar de destino posible…
¿Consideran que la pandemia afecta de alguna manera los procesos editoriales que se han venido dando en el país?
Es difícil saber con claridad si las ventas de libros físicos han bajado o no con la pandemia. Hay ocasiones en las que parece que sí, pero de repente surgen voces afirmando lo contrario. Lo que sí es evidente es que el intercambio de literatura se está dando en otro nivel, en otra forma de expresión que, si bien no es nueva, sí que ha tomado fuerza. El matrimonio entre la (re)transmisión y la poesía es reciente. Nunca se habían visto tantas convocatorias ni videos de personas leyendo o compartiendo sus obras —o las de otros y otras—. Las editoriales, por tanto, han tenido que adecuarse a esas nuevas modalidades del texto literario para diseñar o mejorar su catálogo. Asimismo, el e-book ha pasado de ser visto como un instrumento apocalíptico frente a la materialidad de la lectura, a ser considerado como una posibilidad seductora para resistir el aparente avance de la enfermedad.
¿Qué opinan de los escritores que hacen literatura desde la periferia?
Toda literatura es periférica de por sí, pero si nos ceñimos a la periferia como fenómeno del territorio, es necesario reconocer que hay un centro históricamente dominante, al menos en lo que refiere a asuntos editoriales y de difusión. Por lo tanto, más que opinar, nos es grato referir que en nuestra antología hay escritores de muchas partes del país —aunque no lo pensamos en términos de mapa y territorio, para no jerarquizar—, quienes están haciendo obras estremecedoras y maravillosas, las cuales siguen ensanchando horizontes para la palabra poética y, además, descorriendo las fronteras que incluso en los vastos territorios de la literatura, llevamos luengos siglos fingiendo que existen.
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