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DESDE LAS MONTAÑAS DE SANTURBÁN, UN FESTIVAL QUE LE RUGE AL LIVEAID

Por Diego Camilo Figueroa.

Fotografías por Andrés Lamus.

¿Un designio divino?, ¿los temblores de hace unos días?, ¿la luna roja?, ¿la gran luna?, ¿la granizada de Floridablanca?, ¿la helada de dos noches en toda la zona metropolitana de Bucaramanga?, ¿Adriana y la Ruda?, ¿el paso de un marrano volador de látex por los aires de Bogotá?, ¿serán Alejandro y su papá?, ¿serán los muertos de Hidroituango?, ¿o los cucuteños que se los llevaron, junto a 10.000 jóvenes positivos? Tan positivos eran que hubieran podido asistir a LiveAid Venezuela, inventado por la misma gente que los mató.  Estas incógnitas se suman a las clásicas existenciales «¿De dónde venimos?, ¿quiénes somos?, ¿a dónde vamos?», incógnitas de las que, quizá, nunca sabremos la respuesta.

En todo caso, jamás se le habían visto tanto las enaguas a un gobierno títere. Gobierno que nos tiene a punto de una guerra internacional, como si el mundo ya no estuviera suficientemente vuelto mierda. En fin, eso es lo que tenemos, el turno ahora es de la gente. En ese sentido, desde hace tres años se viene realizando un festival piedecuestano que, del 21 al 24 de febrero, vibró nuevamente con los más jóvenes (y también los menos), quienes quebraron las aceras sollados, cantando, bailando, debatiendo, construyendo y soñando en una posibilidad de encontrarnos y sumarnos al grito de que deberíamos ser cultura y no guerra.

«Tan positivos eran que hubieran podido asistir a LiveAid Venezuela, inventado por la misma gente que los mató.»

La programación fue de locura, transcurrida una primera jornada en donde grandes eventos elevaron todas las sensorialidades. Iniciando a las 4:00 p.m., la original propuesta de El Supersón Frailejónico se apropió del escenario con la mejor música andina, y, posterior a ello, como buen maridaje, todo el poder del metal bumangués hizo retumbar adoquines y palmeras con Metal Destroyer, a las 6:00 p.m., en el parque principal de Piedecuesta. Para calmar los ánimos, les siguió un performance de una de las grandes plumas chucureñas, sonorizado con la Banda de Vientos de la EMA (a cargo de Susana Ortiz y Carlos Hernández), y acompañado por el hiphopero del eufonio, Sebastián Rozo. Como si fuera poco, a las 8:00 p.m. Adriana Lizcano se encargó de la limpia con ruda contra el patriarcado para la posterior ceremonia de yagé y araucanía por parte de Malena D’Alessio.

Es pues este festival una afrenta abierta a esos cretinos que tenemos de mandamases de nuestro destino. Péguense la rodadita por Piedecuesta, que cuando La Tigra ruge, es lo más cercano a Woodstock de lo que tendrán oportunidad de ver.

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