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ENMANADAS ENFRENTAMOS LA VIOLENCIA

Por Diego Camilo Figueroa.

Fotografías por Diego Camilo Figueroa y Andrés Umaña.

El 25 de Noviembre se conmemoró el Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer, una iniciativa del Ier Encuentro Feminista de Latinoamérica y del Caribe, celebrado en Bogotá, Colombia, en julio de 1981, en el cual se eligió este día para recordar el vil asesinato de las hermanas Mirabal por agentes del Estado Dominicano, en 1960. Luego de 18 años, la ONU le dio carácter oficial a esta conmemoración, obligando a los países miembros a desarrollar políticas frente a la violencia contra la mujer. Por eso, el pasado 23 de noviembre se realizó la movilización «Enmanadas nos movilizamos por una vida libre de violencias», organizada por el Festival Enmanadas, que dio pie al concierto “Vivas nos cuidamos enmanadas”, con Andrea Echeverri, Adriana Lizcano, DJ Mila Bahamón, Olga Lucía Santos, Saralamar y la Batucada Enmanadas.

«En el imaginario, y en el sentir humano, sigue vigente esa visión de que la mujer es un objeto que se posee.»

El tema del festival no es de poca trascendencia, especialmente en nuestro departamento, pues según Medicina Legal, 3.037 mujeres han padecido alguna forma de abuso o agresión, y se perpetraron 30 feminicidios, en el 2017, convirtiendo a Santander en el tercer departamento más violento para las mujeres. Con estas cifras podría pensarse que la movilización fuera multitudinaria, pero estos asuntos tienen aún poca relevancia en nuestra sociedad, y quedan a cargo de un porcentaje de la población, casi que exclusivamente más sensibilizado frente a estos temas.

Son pocos los hombres y mujeres que se cuestionan sus acciones, y en el imaginario, y en el sentir humano, sigue vigente esa visión de que la mujer es un objeto que se posee. En nuestra forma de relacionarnos, la violencia sigue siendo la que dictamina nuestro actuar. Posesión y violencia, ¡qué mejor cóctel para las contradicciones humanas y las cotidianidades exigentes del neoliberalismo! No nos han enseñado otras formas de amarnos, de tratarnos, de relacionarnos. La supremacía del hombre aún no tiene cuestionamiento al interior de nuestras casas, y utilizar la fuerza bruta, con la cual hemos nacido los hombres, sigue pareciendo la mejor forma de aplacar cualquier intento de subvertir el orden. Pero lo peor de todo es que las cifras son mucho mayores que las presentadas por Medicina Legal, ya que la mayoría de las mujeres prefieren callar sus martirios, pues el miedo, alimentado por el machismo, paraliza. Eso lo sabe cualquier opresor y es algo que ha quedado en el inconsciente, oculto tras la excusa de nuestras buenas intenciones.

«Falso no sería decir que esas mujeres se sintieron respaldadas, se sintieron no juzgadas, libres de opresión.»

Aun así, cada día crece más la consciencia que se tiene frente a estos casos, y hombres y mujeres van perdiendo el miedo a esas violencias ejercidas por el patriarcado. Esto fue lo que se vio en la movilización, a la cual (debo decirlo) llegué tarde, pero justo a tiempo para cogerle el paso al salir de la estación de la Carrera 15 con 36. Una pancarta del festival la encabezaba, y detrás de esta iba la Batucada Enmanadas, dándole un ritmo de celebración y resistencia a la marcha.

Pensé encontrarme con poca gente, pensé solo ver mujeres, jovencillas de cabellos teñidos, incluso; pero pensé mal, como siempre. En la marcha había de todo y eso me emocionó. Había señoras de cincuenta para arriba, con cara de profesoras pero también de obreras, y de campesinas. Había, como no, jovencitas con cabellos pintados, así como niñas, niños, jóvenes y no tan jóvenes, aglutinados bajo consignas antipatriarcales y en contra de todo tipo de violencias. Había mujeres con torsos desnudos que escandalizaban al transeúnte más despistado, así como hombres, igualmente semidesnudos, que al ser percatada su carencia de mamas, pasaban desapercibidos. Aunque corta la marcha, bien se hizo sentir. Falso no sería decir que el próximo año convoque a más mujeres, y que esas mujeres se sintieron respaldadas, se sintieron no juzgadas, libres de opresión, en una sola manada.

«Andrea Echeverri es un ícono del rock colombiano y es todo un testimonio de mujer.»

Al llegar a la plazoleta Luis Carlos Galán todo estaba listo para el concierto. La estrella central era Andrea Echeverri, pero sin duda, con el paso de las artistas locales, la emoción subía de nivel. Quien dejó a tono el escenario fue Adriana Lizcano, que paso a paso va consolidando su proyecto musical, sumando más y más seguidores a una propuesta honesta, con letras certeras, atinadas a la situación de las mujeres; coyuntura regional y nacional en toda la fauna traumática que el país representa. Un entretiempo dio la Batucada Enmanadas para terminar de energizar los ánimos y así recibir a Andrea Echeverri, en una plaza que reunía a unas 3000 personas. Ella, dejando en claro que se presentaba como Ruiseñora (su proyecto solista), se fue apoderando canción por canción de cada una de esas almas, dando consejos de amor, opinión sobre los feminismos, respaldo al paro estudiantil y señalamientos certeros al gobierno de Duque.

Toda expectativa fue satisfecha, pues no pudo tener un mejor cierre el festival: Andrea Echeverri es un ícono del rock colombiano y es todo un testimonio de mujer. Su coherencia musical la ha llevado a tener la libertad de experimentar, sin miedo a críticas o fracasos, quedando así fuera del alcance de cualquier censura, inscribiéndose en la inmortalidad de la nación con sus canciones.

«Fue un día de júbilo para las mujeres, un día de empoderamiento y visibilización.»

Andrea es una mujer con capacidad de sincronización y empatía con el público, que vibró y dio anhelo de esperanza al más desdichado. Fue un día de júbilo para las mujeres, un día de empoderamiento y visibilización, en suma, un día para decir basta a la violencia, basta a los feminicidios, basta al silencio, basta al miedo. Fue un día que mi hijita de dos años y yo disfrutamos mucho, añorando que en un futuro ella pueda tener menos miedo si anda sola en la calle a altas horas de la noche; o que no tenga que llegar a la casa, luego de una rumba, a avisarle a sus amigas que ha llegado bien; o que no tenga que soportar un matrimonio violento porque no tiene una independencia económica o emocional con la cual pueda decir no más. Aspiro a que por lo menos, se dé cuenta que juntos nos cuidamos, y que juntos podemos enfrentar cualquier tipo de violencia, provenga de donde provenga.

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