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ANTOLOGÍA: JOHN GÓMEZ

(Bucaramanga, Colombia, 1988). Magíster en Filosofía y escritor. Director de la plataforma cultural Alter Vox Media, la Editorial Sátiro y la Librería Zarigüeya. Creador del «Certamen Nacional de Poesía Basura John Gómez». Perdedor en infinidad de concursos, premios y convocatorias literarias. Autor de los libros XIII (2019), Baladas Baladíes (2020) Poemas para lidiar con uno mismo de madrugada (2021) y Máscaras (2021). Poemas suyos han sido traducidos a varios idiomas. Ha hecho parte de un montón de festivales y ferias del libro, detesta las mafias alrededor de las instituciones culturales y sueña con la llegada del fin del mundo. Le gustan los mapaches.


NO TE CREAS POETA

No te creas poeta por llevar una vida bohemia,
por sentarte en los parques a fumar cigarrillos sin filtro,
porque reconozcas a Herman Hesse y a Julio Cortázar,
por haber empezado a leerte el Ulises, de Joyce,
porque compartas tu apartamento con tres gatos.

No te creas poeta por el hecho de escribir a máquina,
en una Remington a la que debas cambiarle la cinta,
por el fetiche de no alimentarte muy bien,
y enfermarte con alguna extraña dolencia,
por desnudarte una noche y aullarle a la luna,
porque en tu cuarto haya más botellas que muebles.

Y no lo creas si buscas los favores de una chica,
fastidiándola antes con tu dolor exagerado,
tú no eres el bastardo de un mundo incomprensible,
sólo eres el artífice de tu propio descontento.

Por eso, querido mío, no te creas poeta,
si pretendes serlo por aquellas fruslerías.
Dedícate a tu alquimia, entrégate a tus vórtices
y escribe, incansable, hasta que sangren los dedos.
Lo que menos importa es la forma en que vives.

Un poeta no sabe qué es ser sí mismo,
pues toda su alma se le va en cada verso.


LA SAL

La sal tiene la costumbre, de entrar por la ventana,
de meterse en la mirada
o en el silencio de Teresa, cuando mira al mar.
Nos hemos acostumbrado a la sal pero no al llanto.
Todo está lleno de ausencia aquí, en la casa.

La anciana teje en una esquina,
teje y desteje, para deslizarse en el olvido.
Hace tiempo que no piensa en los niños,
en su risa, en su jugar a la pelota,
con los pies descalzos
y las rodillas surcadas por cicatrices viejas.

No es igual para Teresa,
que llora por las noches, cuando la anciana duerme.
Llora y se mete al mar, para disimular su llanto.

Los niños,
hace tiempo que no piensan en la anciana,
ni en Teresa, o su jardín de mariposas,
sino en la sal.

La brisa les revuelve los cabellos,
las sombras devoran su larga procesión
lejos, muy lejos de casa.
Y mientras caminan,
lame el viento las caritas mojadas de los niños,
y la sal se les diluye entre las lágrimas.


UTOPÍA

Yo quiero un país libre
para los pobres de espíritu,
para los locos, los necios,
los paranoicos, los ebrios,
los mentirosos, los tercos,
los homosexuales, los lentos,
los retardados hijos de Eva,
los olvidados hijos del tiempo.

Quiero ver a los presos
correteando, salvajes, por las calles,
y que la sangre de los suicidas
se atomice en el espacio,
tiñendo de rojo la tarde
sobre las montañas azules.

Quiero ver a los chirretes, en masa,
bañarse desnudos en las fuentes,
¡Que ardan las iglesias y las casas!
Yo quiero un país libre
para “la otra gente”.


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