ANDRÉS ALFONSO: ARTE DESDE LA PERIFERIA
Compartiendo una taza de chocolate caliente y un panino (emparedado de tomates frescos y aceite de oliva), en torno a un baúl que nos hacía de mesa, bromeando con la referencia inevitable a «La Soga» de Hitchcock, y rodeados por las figuras sombrías de sus cuadros (que nos observaban desde el mutismo absoluto), hablamos con Andrés Alfonso, esto fue lo que nos dijo.
Por John Gómez.
Fotografías de Angélica Castellanos.
JG: ¿De dónde nace el estilo que maneja en sus pinturas?
AA: Yo creo que nace del principio de la búsqueda por uno mismo. Si yo me pongo a mirar a Sánchez Cotán, o me pongo a mirar a Antonio López García, estoy inválido ahí, mutilado. Si me pongo a buscar lo que ha pasado en mí, lo que pasa y lo que pasará, algo como mirando en mí mismo y en mi oráculo, empiezo a mostrar lo que estoy haciendo. Es eso, la búsqueda personal; no puedo empezar a mirar a nadie más. Sí leo, sí miro los referentes literarios y filosóficos, esos sí siempre tienen que estar ahí. Me gusta leer los símbolos, me gusta leer la naturaleza, las hojas, el aire, que es algo muy público pero es muy privado también.
¿Cómo describe su estilo?
Figurativo… una pintura figurativa, pero no un estilo… No puedo llegar a decir que sea un Neobarroco, o que sea Surrealista. No lo sé y tampoco quiero dejárselo a los críticos. Es una expresión muy individual que no marca una estética en sí porque cada trabajo, cada cuadro (así esté enfatizado en una sola serie) está buscando que lo haga de tal manera.
¿Cómo se relaciona su obra con la sociedad que la rodea?
Muy responsable éticamente, se relaciona desde la responsabilidad. Yo veo que lo que nos está rodeando, de cierta manera, es una sociedad muy irresponsable consigo misma, con la humanidad, con la naturaleza, y como eso no lo tiene, yo trato de buscar en mi obra eso que no tienen las personas.
¿Concibe su obra como crítica social?
Podría ser. Pero es más interior, más personal, porque si me pongo a pensar hacia ellos voy a hacer lo que la gente quiere que haga. Es más bien como una expresión del individuo inmerso en esa cotidianidad.
La mayoría de modelos que utiliza en su obra son modelos femeninas. ¿Por qué?
Me gusta mucho la figura, sea una piedra (que es femenina), o un árbol (que es masculino). En cuanto a si es hombre o mujer, no sé, el músculo, la anatomía siempre me ha interesado. Tal vez sean signos que están dentro de mí y se quieren manifestar de esta manera, como lo hace la filosofía, como lo hace la literatura, pero no tengo una respuesta muy clara hacia eso.
¿Y la relación con la arquitectura que se puede ver en cada cuadro?
Me fascina la arquitectura, creo que soy un fanático de ello. No soy arquitecto y nunca he estudiado arquitectura, pero me gusta mucho.
En varios cuadros se puede observar que, aparte de la figura central, y del fondo (de corte arquitectónico), hay un objeto que resalta. ¿Por qué?
Ese es el trabajo que estoy realizando actualmente, que es negro, blanco y ocre. Entonces, ese objeto que se está resaltando es como el guía para que… Vuelvo y digo la palabra símbolo, es como ese símbolo que me mira y me dice “por aquí va la cosa”. Es como el título del libro o algo así, la guía. Uno coge un libro, lee el título y dice “Ah, creo que se va a tratar de esto”. Lo mismo, yo veo el buitre y digo “Ah Prometeo… ah no, ¿puede ser Ariadna?, ¿puede ser Baal?, ¿puede ser Maat?” pero sí siempre está ese referente, ese objeto, que es el que lleva el color. En cambio el resto de la figura es negro, blanco y ocre.
¿Podría decirse que los modelos de cada cuadro son, de algún modo, una representación del objeto que le da al cuadro su estilo?
Podría ser. La verdad no he querido pensar en eso porque para mí es muy maluco ponerme a pensar y empezar a descubrir el trabajo yo mismo porque ahí me lo tiro, aunque sé que yo soy el que lo sé. Es como esa refutación misma.
Sin embargo hay un tinte poético en cada cuadro, no es solo una visión sobre la naturaleza sino un descubrimiento ¿Qué opina de eso?
Sí, y aparte del descubrimiento es el redescubrimiento. Creo que nosotros como humanos ya estamos pero no lo vemos, ni lo queremos ver. No nos aceptamos. Creo en la perfección, que todo es perfecto. El plástico tirado en el río está perfecto, pero no lo estamos redescubriendo, y creo que ahí está la cuestión: en el individuo que se empieza a descubrir, a redescubrir.
¿Por qué la paleta de colores?
Mire, resulta que un gran sabio, un maestro, dijo una vez que entró a la plaza de mercado, a la feria, y lo único que le dejaron fueron ciertos elementos y con eso él pudo jugar. Él iba a comprar unos juguetes a la feria del pueblo y le dejaron solo ciertos elementos. Yo creo que esta época me dejó el negro, el blanco y el ocre. Son esos tres pigmentos que nadie quiere mirar, o le tienen miedo: que el diablo, que ya pasó de moda. Por ahí que días decía un maestro que es una paleta pobre, pero yo a esos tres pigmentos les saco más de 56 tonos. Entonces, eso es lo que me ha dejado esta sociedad: el negro, el blanco y el ocre. Es muy fácil llegar, comprar un Windsor & Newton y espichar un Magenta, o coger otro Windsor & Newton y espichar un Cadmio Red o un Amarillo. Esto nadie lo está tocando.
La paleta de algún modo expresa también la filosofía de Andrés Alfonso: un redescubrimiento del individuo dentro de la sociedad actual
Sí, es cierto. Obviamente, así yo no lo quiera aceptar, no lo quiera ver, o quiera ocultarlo, ella es la que lo guía a uno, ella es la que lo está guiando y la que está mostrándome así. Pueda ser que mañana yo quiera hacer un estudio sobre los 32 tonos que estén de moda, o algo así, que ya viene el color piel espichando el tubo, ¿sí? Lo puedo hacer y lo estoy haciendo, pero en este momento quiero hacer esto, quiero hacer estos estudios del negro el blanco y el ocre por lo que digo, es lo que me ha dejado la sociedad.
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