ANTOLOGÍA: G. JARAMILLO ROJAS

G. JARAMILLO ROJAS (Bogotá, 1987). Sociólogo, periodista y docente. Autor de algunos libros. Cofundador y editor de Revista Late. descompliques@gmail.com. Fotografía de portada por Santi Sombra. Fotografía por Amelia Pascuas Vergara.
La colombiana
Taylor Hawkins y Pete Doherty se conocieron en el otoño de 2003, en Londres, en la gira europea en la que Foo Fighters promocionó el celebrado disco One by One. Fue en un viejo pub ubicado en la popular zona de Kensington High Street que se dio el particular encuentro. Hawkins llevaba más de un año limpio, gracias al infortunado exceso heroinómano que lo dejó en coma por siete días en 2001. Pete estaba entrando en la cumbre de su vida rock y recién conocía a Kate Moss. Fue ella la que organizó el encuentro y, para amenizarlo todo, compró la mejor cocaína de la ciudad que, según le habían dicho, era 100% colombiana. Taylor tardó una hora en llegar y, al asomarse por el pub, encontró a la pareja un poco borracha. Kate sabía que el vodka polaco Belvedere era el licor preferido de Taylor. La botella estaba por la mitad. Después de un par de tragos le ofrecieron a Taylor una pasadita del polvo colombiano. Taylor rechazó la invitación respetuosamente y continuó con la conversación que giraba en torno a la admiración más profunda de Taylor: Syd Barret. Pasada la medianoche se despidieron y Taylor pagó la cuenta. Pete y Kate, a cambio, le dijeron que les recibiera una bolsita de cocaína y que, si no la quería, que la tirara por el excusado. A un inglés nunca se le rechaza un regalo. Esto lo sabía Taylor debido a su ascendencia británica. Sin mucha tranza recibió el presente, y Pete le dijo, en tono jocoso, “úsala antes del concierto” (que a la noche siguiente daría Foo Fighters en Wembley). Era tanta la complicidad que la pareja le propuso a Taylor que si la consumía les diera una señal que consistía en arrojar las baquetas al aire apenas terminara de tocar Times Like These. Pete y Kate estarían en la primera fila. La noche siguiente, la banda cerró el show con Times Like These y Taylor llevó a cabo el gesto acordado en un episodio muy conocido porque una de las baquetas le cayó de vuelta en la cabeza. Antes de abandonar Londres, rumbo a Dublín, Taylor pasó por el viejo pub y dejó paga una botella de Belvedere a nombre de la pareja. En un mail le escribió a Pete: gracias por la magia colombiana, les dejé algo en el pub para que disfruten con Kate. Cariños. Desde ese día cada vez que alguno de los amigos cruzaba el atlántico se veían. De hecho, Taylor ayudó a Pete en un par de episodios de exceso con drogas, aconsejándole que se desintoxicara y siguiera con su brillante carrera musical tanto como solista como con The Libertines. Si estaban en Europa, de alguna forma siempre se aparecía Pete con varias bolsitas de “la colombiana” y, si el encuentro se daba en Estados Unidos, Taylor le recomendaba a Pete su dealer personal. Se drogaban juntos y se iban de bares. Una noche en París, en medio de la juerga, pensaron formar una banda que se llamara “Dust” solo si el chileno-americano Alain Johannes (bajista de Queens Of The Stone Age) aceptaba la propuesta. Naturalmente esto nunca se dio. En enero de 2022, casi 19 años después de conocerse, Pete le dio una muy buena noticia a Taylor: The Libertines tocaría en Bogotá, la capital de Colombia, en el mismo festival en el que Foo Fighters oficiaba como la contratación más importante. La respuesta fue inmediata: vamos a buscar la mejor de “las colombianas”. Foo Fighters aterrizó en Bogotá la mañana del miércoles 23 de marzo. Venían de Buenos Aires. The Libertines aterrizó en Bogotá ese mismo día en horas de la noche provenientes de Madrid. Las dos bandas se hospedaron en el Four Seasons Hotel Casa Medina (carrera 7 # 69ª-22). Los viejos amigos no se veían desde 2019. La pandemia no había permitido el reencuentro. Esa primera noche, no bien Pete llegó al hotel, fue a la habitación de Taylor. Tomaron un par de cervezas y se dieron a la tarea de contactar a “Ronaldo Rojo” un dealer colombiano que les había pasado un reconocido productor musical local. Según el productor, “Ronaldo Rojo” era el dealer del rock en Colombia y se sabía que atendía a la crema y nata del rock mundial en sus visitas al país. Pete verificó esta información con su buen amigo Saul Hudson, más conocido como Slash. Las veces que Guns N’ Roses pisó suelo colombiano era “Ronaldo Rojo” quien lo surtía con material de primera calidad. Con esa referencia bastaba. Desde el teléfono de Pete se contactaron. “Ronaldo Rojo” respondió enseguida y, así, encargaron veinte gramos de marihuana orgánica premium, seis de cocaína 99 y cuatro de heroína nívea. Así vende “Ronaldo Rojo” algunos de los mejores productos de su portafolio narcótico. La entrega se haría al mediodía del jueves 24 de marzo, directamente en la habitación de Pete. “Ronaldo Rojo” llegó sobre las 13:30. Se anunció y siguió. La transacción fue rápida porque esa tarde había prueba de sonido. Esta vez la cuenta la pagó Pete. Le pasó dos billetes de 50 libras esterlinas a “Rolando Rojo”. Armaron un cigarrillo de marihuana, se lo fumaron entre los tres mientras el dealer relataba en perfecto inglés anécdotas con integrantes de Metallica, Megadeth, Rolling Stones, Queen Of The Stone Age, Ozzy Osbourne, Charly García y Soda Stereo. Antes de terminar la reunión ambos firmaron un cuaderno que desde finales de los años noventa lleva “Ronaldo Rojo” y que contiene las rúbricas de incontables e increíbles personalidades del mundo del rock. Dice “Ronaldo Rojo” que ese cuaderno espera subastarlo algún día cuando ya no pueda ejercer y, con lo ganado más los ahorros de la vida, retirarse a vivir en la isla de San Andrés. A las 15 horas salieron las bandas rumbo al centro de eventos Briceño 18, lugar en el que sucederían los conciertos de Foo Fighters y The Libertines al día siguiente. Pete consumió cocaína en el transcurso de la tarde y le notificó a Taylor que era de primerísima calidad. Taylor apenas la probaría a la noche para salir a cenar y tomar unas copas. Todo perfecto. Después de la cena, Taylor apareció en la habitación de Pete. Pusieron a rodar el Animals de Pink Floyd, destaparon una botella de Belvedere que traía Pete de Inglaterra y prepararon un cigarrillo de heroína. Pitada iba pitada venía. Los dos quedaron tumbados en una sala de la habitación. A las 3 de la mañana Taylor salió de la habitación de Pete en dirección a la suya. Durmió plácidamente hasta las 10 de la mañana, hora en la que, después de una ducha, bajó al restaurante del hotel para desayunar. A la hora del almuerzo Taylor se reunió con la banda con el objetivo de puntualizar cosas del show. Se cruzó con Pete y tomaron una cerveza justo antes de que Libertines saliera del hotel para dar el concierto. Se les vio tranquilos, según cuentan trabajadores del bar. Al atardecer, Taylor decidió volver a la cocaína. Tomó un par de tragos de la botella de vodka que su amigo le había traído y pidió una cerveza. En Buenos Aires se había sentido muy ansioso y, para evitar esas sacudidas horribles, se tomó algunos ansiolíticos comprados por él mismo en Los Ángeles, antes de salir de gira. A las 8 de la noche debería estar en el lobby, listo para salir a tocar. Nunca bajó. El desenlace ya se sabe. Su corazón dobló el tamaño y lo sacó de este mundo. Miles de espectadores esperaban la presentación de Foo Fighters. Taylor murió justo en el horario en el que Pete hacía estallar uno de los escenarios del festival que los convocó para que, sin saberlo, se despidieran de esa buena amistad alrededor de “la colombiana”, justamente en Colombia. Esta vez todo se salió de las manos. “El rock llora” dice “Ronaldo Rojo”, defendiéndose de una posible mala calidad de los estupefacientes que vendió a Pete y Taylor: tengo más de 20 años de experiencia en esto y nunca pasó nada, Taylor se veía bien, pero bueno, su cuerpo no aguantó y le pasó factura, agrega. Pete, al regresar al hotel, ya habiéndose enterado de la noticia, esperó a que sacaran el cuerpo de Taylor y, a la madrugada, pidió a uno de los policías que custodiaba la escena mortal que le pasara la botella de Belvedere. El policía se negó. Pete lo puteó. Se refugió en su habitación y pidió una botella de vodka. Le subieron Absolut, un vaso de vidrio y un balde lleno de hielo. Pete no salió más hasta el atardecer del sábado 26 cuando lo pasaron a buscar para llevarlo al aeropuerto y viajar a México a continuar con su gira. Rosana, aseadora del hotel, dice que coincidió en un pasillo con Taylor el día de su llegada. Según ella, Taylor le dijo, en un español lerdo: gracias, usted ser importante para mí huésped. Ella no sabía que era una estrella del rock. Lo pasó como un simple viajero, un viajero más que se fue, para siempre, como pasa con todos los que ella atiende a diario desde 2014, año en el que entró a trabajar en el hotel.
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