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ANTOLOGÍA: EMILIO PAZ PANANA

EMILIO PAZ PANANA (Lima, 1990) Profesor de Filosofía y Religión, egresado de la Universidad Católica Sedes Sapientiae. Tiene publicados “Septiembre en el silencio” (Club de lectura poética, 2016), “Laberinto de versos” (La Tortuga Ecuestre, N°394, 2018), “La balada de los desterrados” (Ángeles del Papel Editores, 2019) “Mar profundo: Antología personal” (Lp5 editora, Chile, 2020), “Frutos del Tiféret” (Abismos del suroeste, España, 2021), además de compilar la antología bilingüe español-italiano In canto (Edizione Kolibris, Italia, 2020). Posee trabajos publicados en diversos medios de Perú y el extranjero; siendo traducido a múltiples idiomas. Ha ganado el “Mes de las Letras” (abril, 2017) de la Fundación Marco Antonio Corcuera y el IX Concurso internacional de poesía y cuento – Perú 2019 organizado por la revista “El Parnaso del Nuevo Mundo”. Ha participado de diversos recitales poéticos, congresos de filosofía, siendo su línea de investigación la relación entre estética, poesía y educación. Actualmente dirige la revista Kametsa, ediciones Kametsa y los recitales benéficos Las voces del colibrí. Colabora en el portal Liberoamerica de Argentina.


LOS MUERTOS

Los muertos ocupan espacio.
⁠Espacio necesario para otro cuerpo.
⁠Cuerpo de un funcionario, por ejemplo.

Compiten entre ellos, por saber
⁠quien fue el mejor caballo en vida.
⁠Caballo loco, diría algún periodista.
⁠Sin embargo, todo queda en suposición.

Las matemáticas indican que los ríos aguantan
⁠tantos cadáveres como estrellas hay en el firmamento.
⁠Pero el río es un cementerio que fluye diario.
⁠Todos los cuerpos van al océano
⁠para dormir entre sus entrañas de madre marina.

Los soles y las lunas se colocan alrededor del nicho,
⁠lanzan el nombre del muerto en sus mudas voces
⁠para que sus bocas sean testigos
⁠de la persona que está dentro del ataúd.

Los entierros están variando. Ahora se creman a los niños.
⁠Sus cuerpos pequeños no merecen el pecado de la tierra:
⁠ser enterrados entre asesinos y ladrones.

Próximamente, habrá más entierros y
⁠cuando Júpiter termine de girar alrededor del sol
⁠se podrá ver a un ángel llorando
⁠por el único muerto que vale llorar después de la guerra.

Uno mismo.


CABALLOS NEGROS

Golpes secos,
antecesores de la muerte.
Caballos con forma humana,
con los ojos llenos de sangre.
Bramido que asusta a los ángeles.

Astaroth vuelve a la vida.

Dios se esconde tras su trono,
y los serafines se resguardan detrás de la luna.
Caballos negros con forma de indios,
1500 niños desenterrados,
con aires de venganza.

Lilith se casa con Eva
y despojan a Adán de la herencia divina.
No hay anuncio de una parusía,
solo el más allá de la inclemencia de un adiós
que se antoja como el Salmo de Cardenal.

¿Dónde habremos caído
sin la poesía?

Sin embargo, cuando el Inkarri despierta
es el paso de los caballos negros quienes liberan
las almas de los caídos durante la persecución.

Los íconos son solo memoria de un hombre con miedo.


ESPINAS

Leía un poema y sentía su dolor.
⁠Leía un poema y sentía su vacío.
⁠Leía un poema y veía a mi tía falleciendo.
⁠Las espinas fueron creciendo
⁠Cómo van creciendo las flores
⁠En manos de un Dios ausente.
⁠Dios que se olvida de sus soldados caídos.
⁠Leía un poema y sentía su sangre en mi sangre.
⁠Leía un poema y sentía su puño contra mi rostro.
⁠Leía un poema y sentía su tristeza en mis ojos.
⁠Y las gotas caían como caen las palabras:
⁠Sobre el terreno virginal de un campo de batalla.
⁠No hay amor para el mundo, solamente soledad.
⁠Dios se ríe de nosotros.
⁠Leía un poema y le cantaba a la vida.
⁠Leía un poema y recibía un rechazo de la luna.
⁠Leía un poema y terminaba mi vida con un disparo.
⁠Y a nadie le importa si un hombre se suicida.
⁠Solo será noticia por unos días
⁠Y acabado el impacto se volverá crónica.
⁠Dios cosecha suicidas en sus parroquias.


MELANCOLÍA

Arrojo una piedra.

Rompe el mar y la calma.

Los peces escapan de sus entrañas.
Las aves se esconden en la luna.
Dios se oculta en un pesebre.
La bulla rompe con todo.
Con la tradición. Con la hermandad.
Con la historia de nuestros ancestros.
No hay daño. Solo un cuerpo que yace.

Arrojo una piedra
y un manantial surge.

El suelo es de barro.
Todo se forja de nuevo. Todo es nuevo.
La caína se esconde en el corazón humano.
Adán llora en algún asilo miraflorino
A la espera de sus hijos.

Arrojo una piedra
Y todo se destruye.
Las otras piedras.
Los animales.
Las plantas.
Los humanos.
Este poema.

Extraño arrojar piedras
Y que nada quede como testigo.


ASÍNTONA

No todos los cuerpos se presentan como cuerpos,
algunos cuerpos son inacabadas sombras
que Dios esbozó mientras estaba enfermo.

Prima exigencia de Vallejo el anunciar la dolencia divina,
era una antesala para comprender las guerras y pandemias,
porque eso, solo eso, puede explicar cómo el mundo se devora
sin dejar rastros de sus ancestros.

No todos los entes posen materia,
algunos son inmateriales e inanimados, son éteres
que se esparcen con el viento safírico.
Sin embargo,
a nadie la importará que un himno se le dedique a Dios
mientras una mujer siga muriendo.
No hay Dios en los ataúdes ni en los cementerios,
tampoco en las alabanzas ni en los puños.

Los pubis son desgarrados y nadie llora,
el silencio siempre cruel permanece
y no todos los cuerpos son protegidos de otros cuerpos.

Nadie podría explicar si Dios está presente
mientras un hombre muere.
Nadie podría explicar si Dios se entristece
mientras un niño deambula, golpeado, bajo la lluvia.

No todos los ritmos celestiales son armoniosos,
algunos son culpa del caos y de la destrucción,
otros son fruto del vacío.
Sonido silencioso que se mezcla con la angustia y la pena.

No todo es ni será un sonido que sea un grito.
No todo es rítmico ni armonioso.
No todo es estético ni pedagógico.

Algunas veces, todo es obra de Dios
y de ese Dios que adora el caos.

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