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ANTOLOGÍA: PAULA BERNAL

PAULA BERNAL. Nace el 25 de noviembre del 96 en Bogotá D.C. Está intentando graduarse de Ciencias Sociales de la UPN y del Técnico en expresión para las artes escénicas (SENA). Disfruta ser una rata en el calendario chino, una loba en el ojo oscuro de la vida y fuego en todo. Piensa la literatura como el nido de lo posible y el lugar donde emprende la búsqueda del ser en todas sus mutaciones. En la poesía encuentra la pureza del lenguaje y el asombro en su deformación, el número al que apostar un chance, un lance de dados en el que confía. Obsesionada con la animalidad y el cuerpo, su segunda pasión es la danza que incorpora a su poesía, y viceversa. Actualmente pertenece al taller de escrituras #12 de Idartes dirigido por Camila Charry Noriega.   


Post mortem

He caído tantas veces
He quebrado los reflejos
de mis sombras escuálidas

He escrito diversos epitafios
He recordado lo inservible
                                          de ser

Creo inútil
la labor de los parabrisas

A la espera de que alguien me despierte
he dejado llenar de polvo mis entrañas

He probado toda clase de remedios
y me di cuenta en las radiografías
las ratas muertas
que incubaron mi peste
dejaron una copa de cicuta
        como ofrenda
                        a las ruinas.

He estrujado el trapero
                              mis sienes
He tenido por aliento el smog
He llorado sobre piedras y alcantarillas
que me comprendieron
                                mejor que nadie

He descuidado mi vergel
rociado
con mal de ojo
sobre su tierra fértil

He luchado contra el presente hostil
He perdido el apetito
Me he matado de hambre en el pasado

He asesinado tantas versiones de mí
en una cama abandonada
donde solo he quedado yo
con mi salud y la certeza
                                    de seguir viva


Rebelión de la mujer carne

I

He perdido todas las razones que sostenían mi compasión.
Mi rostro está curtido
mis ojos aún guardan su tristeza brillante
mis cabellos crecen a diario
su tejido es un manto que cae ante la revelación:
el espectáculo de mi sembradío marchito renaciendo.

Al partir
batida estaba mi identidad
la que escribe aquí
es manojo de furia
recorriendo la senda del vendaval

II

Abandoné los pasos perdidos
                                         alicaídos
                                                     manidos
en el dédalo sinuoso
                                  de ese inminente mal.

Cuando mi cuerpo fluctuaba en el vacío
bramaron los cielos advirtiendo al pasado
que conmigo el equipaje era liviano
y el peso del devenir no me haría descansar.

III

Ya no grito auxilio,
ya no más mi atávico andar fatídico
ni viceversa.

Pernocta mi lenguaje lejano
ruge su hambruna
¡Y desprecia vehemente tu inane mendrugo!
Por omisión, por soledad.

Mi espíritu rebelde agita la ironía
la sátira
el afán de arrancarse la piel.
Mírame real sobre este instante:
rockstalgia
               candela
licor
         ambrosía
pero nunca más tu vicio.
Ni fruto
            ni carne
ni miel
           ni regreso.

IV

Desbordemos el incendio
que lo consume todo.
Quien desee destruirse
se desangrará solo.


Parvada

Como si el amor fuera un eterno imposible que nos
atrae como el deseo de un Ícaro que vuela hacia el sol
a pesar de la certidumbre de que se quemará las alas.

Florence Thomas.

Ya empieza. Mantén cerradas las cortinas, bien apretadas a tu sombra que en la escena se desvanece, viste tus dedos de oscuridad, de esa que engulle el reloj y nos empuja a la cacería, y no se olvida de nuestra sed y nuestro cansancio. No te asomes, no permitas que la realidad entre y nos invada con su ápice de luz que se pretende siempre plausible, sin recordar que la ceguera existe y se apasiona sin ella. Apaga todos los fuegos por un momento, así el águila no encontrará nuestros hígados y ya sabes que no me interesan los dioses, he aprendido más de vuelos negros y también conozco palomas que no vuelven. Mi corazón es un cuervo que ha comido frutos secos y carroña como un manjar, y en esta agotada oscuridad emigra hacia la noche más larga; no echa de menos ningún cementerio. Mira esa parvada embestir, estrellarse contra nuestros vientres, yo también siento la metamorfosis de su canto como una jauría salvaje que nos deja exhaustos, ingobernables y un fantasma por aliento. Apaga la alarma, no contestes el teléfono, yo también quiero desayunar, regar las plumas por la casa, un recuerdo y fingir que no saldré por la ventana para no regresar.


Bloqueo

Estar frente a la hoja en blanco:
la guerra.
En nuestras manos: 
el arma
donde se atasca la bala:
el poema.


Infectarse de poesía

Las superficies usadas, el gasto que las manos han infligido a las cosas,
la atmósfera a menudo trágica y siempre patética de estos objetos, infunde
una especie de atracción no despreciable hacia la realidad del mundo.

Pablo Neruda.

Infectarse de poesía
es respirar el polvo que se levanta de la cama inerte.

Cómo rechazar la mentira
Cómo hallarla en la luz
sin vigilia que decaiga los parpados.

Para llamar a la mentira
poética
hay que contagiarse de un mal consciente
de la mancha impura de las cosas que se desgastan
de todo lo que se toca.

No es fácil deformar el acero.

Infectarse de poesía no se trata de virtud
ni de aureolas
se trata de habitar un bosque de símbolos
en una hoja que cae.

El poema golpea el suelo con la voz,
incomoda a los vecinos.

Vislumbra el momento
y sabe que nada afuera se detiene
y adentro todo escapa a la inmensidad.

Ve en el ancla una palabra
es la mano que se inunda
y la toma sin intentar salvarse:
es tan solo una rama que flota
y eso basta.

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