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LA NUEVA NORMALIDAD

Por Gregorio C.
Imagen tomada de www.65ymas.com

La nueva normalidad es una expresión del ámbito de la economía, las finanzas y el comportamiento social en general, acuñada para describir las nuevas condiciones financieras tras la crisis de 2008. También es la expresión que han intentado vendernos los medios de comunicación para hacer referencia a estos tiempos de pandemia y pos confinamiento, en los que las cosas que solíamos dar por sentado se transformaron en privilegio de algunos pocos. Tiempos que han sido propicios, además, para que viejos y oscuros poderes se afiancen no tan sutilmente en los debilitados aparatos políticos y pseudodemocráticos alrededor del mundo, mientras la mayoría de la población sigue lidiando con la soledad, la pobreza y el hambre. ¿Cómo han asumido esta nueva normalidad los ciudadanos de a pie, que votan cada cuatro años con la confianza de que el presidente de turno hará las cosas un poco mejor para jodernos un poco menos?, ¿qué ha sucedido al interior de los hogares frente al temor desmesurado a la muerte que ahora, más que nunca, parece restregarnos en la cara nuestra propia condición evanescente y prescindible?

Según el Instituto Nacional de Salud, los intentos de suicidio parecen desbordar las cifras que antaño señalaban a las fiestas familiares como índices soberbios de mortandad, pues, mientras los primeros tienden a superar el número de muertes que, a 2019, rondaban las 9.000, las riñas familiares han decrecido debido a la larga cuarentena impuesta desde la Casa de Nariño, registrando la tasa más baja de homicidios en los últimos 46 años. Del mismo modo, la cantidad de rupturas emocionales durante la crisis son solo comparables con el boom de los pandemials, que al igual que décadas atrás, demuestran que somos los mismos animales enjaulados de siempre. Con todo, la lección es clara: más allá de la xenofobia, la violencia machista y la delincuencia en las calles, esta nueva normalidad no es más que la misma normalidad de siempre, disfrazada con un novedoso ropaje, como en la historia del vanidoso emperador de Hans Christian Andersen. No hay nada nuevo allí, frente a nosotros. Tan solo el vacío, la desnudez.

Al final, parece que aquellos entusiastas del fin del mundo terminarán por celebrar las fiestas de fin de año con toda la amargura e hipocresía de siempre (como bien lo han venido haciendo desde que el mundo empezó a acabarse en los 90s), pues más allá de la cifra actual de muertos por el virus, la violencia y aquellos males tan propios del ser humano, la vida siempre termina por encontrar una manera, un camino. ¿Por qué no dejar de lado el miedo y abrazar lo verdaderamente importante? Solo se vive una vez, ¿no? Para morir tenemos todo el tiempo del mundo.

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