FESTIVAL DE LA TIGRA – PIEDECUESTA RUGE (1RA PARTE)
Por Paula Corzo.
Fotografías de Juliana Parada.
Con la frescura del clima piedecuestano, sobre las 4:45 p.m. del 19 de Enero, «la Tigra» empezó a rugir. Y no fue sino con la retumbante entrada de la Banda de vientos de este municipio, que cuenta con una historia que sobrepasa el siglo. Tatan Fue recibió en el auditorio, a tan complejo formato, y a la combinación poco convencional que ya se había anunciado pero que, a modo personal, rompió con las expectativas.
Mario Gamboa (director de la banda de vientos) se dejó glosar en un principio por la intrépida entrada de DJ Trucha, su opuesto musical y con quien terminó haciendo un dueto de lo más particular para tremenda apertura de telón.
«Un pequeño homenaje del master de la consola hacia dos grandes colegas y amigos, uno de ellos el gestor principal del salvaje festival, Edson Velandia»
El enérgico montaje visual elaborado por DJ Trucha, puesto a fondo en la presentación de esta singular mezcla, nos dejó sorprendidos en buenos y jocosos términos, permitiéndonos ver un pequeño homenaje del master de la consola hacia dos grandes colegas y amigos, uno de ellos el gestor principal del salvaje festival, Edson Velandia.
El dúo prendió entonces la chispa con interpretaciones de “Merecumbé de las flores” y “Borrachera”, donde se unió al performance ElRuido de la montaña (Andrés Patiño), un cantante «de la tierrita», que con su flow y onda hip-hop le dio el plus que faltaba al sabor orquestero de esta primera intervención. Finalizaron el repertorio con lo más movido de su programa, “Éntrale en ayunas”, lo que nos dejó picados apenas para todo el derroche de talento que se venía después.
«El atardecer cayó, y la combinación de sonidos exóticos invadió el lugar y se mezcló con los tonos anaranjados y violetas del hermoso cielo piedecuestano.»
Luego de una breve pausa, ambientada por el ritmo electro-caribe del Colectivo Gallo Fino, y tras el traslado del inquieto público a la parte externa del escenario (terraza), la trompeta de Jorge Emilio Pardo (El León Pardo) nos llevó a sentirnos en medio de las brisas cartageneras, de donde proviene la agrupación, y es también el origen de la inspiración de este compositor y trompetista; que pese a su esencia parca lograba inocular en los espectadores más atrevidos movimientos ondulares.
El atardecer cayó, y la combinación de sonidos exóticos invadió el lugar y se mezcló con los tonos anaranjados y violetas del hermoso cielo piedecuestano, justo sobre nosotros (un público animado y gratamente fascinado), cuando a El León Pardo le dio por pasar, del sonido fuerte y atezado de la trompeta, al suave silbido de la gaita.
«El turno de volarnos los sesos fue para Garrote, una explosiva agrupación de metal, representante del hard core piedecuestano»
De nuevo, puertas adentro, el turno de volarnos los sesos fue para Garrote, una explosiva agrupación de metal, representante del hard core piedecuestano. Su estilo enérgico y brutal logró sacudir a más de un asistente, quien a su vez dejó estallar su cabeza con la fuerza musical de la descomunal banda, y el contraste de sonidos guturales con letras de un tono más consciente; mostrando así la salida del estereotipo clásico de una banda de metal.
Interpretaron temas como “Dime” y “Paz”, siendo esta última una prueba fehaciente de que los sonidos agresivos también pueden llevar a cuestas mensajes de comunión y reflexión, que tocan las fibras pacíficas. Fue así como finalizaron repitiendo “Rabia” ante el pedido de los espectadores.
«La fiesta estaba más prendida que los cigarros en las bocas de algunos de los asistentes, y el sudor bañaba los rostros alegres de los bailarines amateurs»
El escenario exterior ahora nos aguardaba con algo más movidito. Las Avispas Africanas (desde Bucaramanga) nos hacían su dulce llamado zumbando a nuestros oídos con “Explosión de color”, que nos puso a mover los pies sin opción siquiera de pensarlo. Interpretaron luego “Bipologia”, “Todo lo que tengo” y “Solo baila”; y para ese momento el público conglomerado frente a la tarima y las luces de colores ya obedecía sin haber escuchado aún la canción. La fiesta estaba más prendida que los cigarros en las bocas de algunos de los asistentes, y el sudor bañaba los rostros alegres de los bailarines amateurs como las mismas gotas de las latas que cargaban en sus manos para refrescar la voz.
Les siguieron tonadas con letras más románticas, pero no por ello ausentes de la sabrosura de la banda, como “Espero”, “Era tan mágico, tan místico, magnífico, pero no era real, una ilusión del corazón” y “Muérome”, con la que buscaban cerrar su intervención, como si eso fuera posible ante el gentío que allí estaba, y que no había dejado despedir a ninguna banda hasta el momento sin querer un poco más. Finalizaron entonces con “Que siga la fiesta hasta que amanezca”, y con esa canción bajaron del escenario, dejando recargados a todos con el sabor en los pies y la cabeza, justo para lo que sería el cierre de tan opulento y variado show.
«Continuaron con letras bien conocidas por sus seguidores como “De nada servirá”, y un solo de Daniel Rivera que maleó con riquísima sensualidad el ambiente del auditorio»
Fue el turno entonces para Tres y Yo, quien nos arrulló con el murmullo de la Coral Universitaria UIS, agregando su toque angelical al formato de la agrupación, con unos arreglos sublimes en la primera entrega de la banda al público: “Abismo”, que con rasgueos guturales y un fondo magistral, se encargó de elevar el cuerpo y la mente a estados celestes.
Continuaron con temas bien conocidos por sus seguidores como “De nada servirá”, y un solo de Daniel Rivera que maleó con riquísima sensualidad el ambiente del auditorio. Le siguió “Monstruos”, canción protesta de la agrupación que poco suelen llevar a la tarima en presentaciones como esta, pero que gracias al combo de las cuarenta voces al fondo, interpretaron magistralmente; agregando luego “Huéspedes”, anunciada como inédita por el vocalista.
«Un solo de percusiones que reprodujeron en el auditorio el sonido de raíces y tierras lejanas, de origen bruno y ritual, de desierto y fuego cerca de los pies»
La presentación de la banda bumanguesa, que mezcla sonidos del heavy y el rock para hacer algo alternativo y exquisito a los oídos y las vértebras, fue como siempre una «revolución de sonidos», no ausentes de sus característicos estallidos rockeros que dejan las ganas en la cabeza y los pies acumulados, con esos solos de guitarra eléctrica y batería que tanto saben llenar de sensaciones a la audiencia, llevándola a hundirse en esa lona azul que le recoge el cuerpo como si fuese el fin de todo. Luego de «Huéspedes» interpretaron “Fantasmas” y “Piénsalo bien” (con un solo de percusiones, de Ándres Mauricio Ordoñez y Jorge David Cuadros, que reprodujeron en el auditorio el sonido de raíces y tierras lejanas, de origen bruno y ritual, de desierto y fuego cerca de los pies).
Cuando fue el turno del hit más conocido de la banda, “La Carretera”, fue como un viaje a toda velocidad por el asfalto, con el sonido del aire impulsado por las voces de la coral, que a petición de Ángel Parra, pasó de ser de cuarenta gargantas a las todo el auditorio. El lugar vibraba por la energía acumulada y estalló en frenesí cuando, en el clímax de la canción, el santandereano no se cohibió de sacudir su cabello por los aires, explotando al unísono con el público. Las manos de la multitud se hicieron presentes en cada coro de “Mientras giro” y el hervor fue palpable cuando interpretaron “Ángeles”, canción con la que estrenaron videoclip hace casi dos meses.
«El escenario ya había oscurecido, los instrumentos ya habían sido abandonados y las cuarenta y tantas voces al fondo ya se retiraban»
El escenario ya había oscurecido, los instrumentos ya habían sido abandonados y las cuarenta y tantas voces al fondo ya se retiraban, pero las insistencias a gritos hicieron que TODOS volvieran a tomar su sitio y repitieran el tema que abrió el performance de esta banda, que culminaba poderosamente el primer día de tremendo festival felino, donde se hizo honor a la convocatoria, porque Piedecuesta rugió, de principio a fin.
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