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ANTOLOGÍA: STEFHANY ROJAS WAGNER

STEFHANY ROJAS WAGNER nació en Bogotá, Colombia, en 1994. Es poeta, novelista, artista collage y gestora cultural. Es profesional en Estudios Literarios de la Universidad Autónoma de Colombia. Es co-fundadora y directora de Abisinia Editorial y de la revista argentina Abisinia Review. Creó en 2016 de forma independiente el Proyecto Cultural El Pornógrafo. Breve tratado de la melancolía es su primer libro de poesía, el cual fue uno de los ganadores del VIII Premio Nacional de Poesía obra inédita Tertulia literaria de Gloria Luz Gutiérrez 2020.

Fotografía de portada por Fredy Yezzed.


Silent Rage

Soy Stefhany Rojas Wagner y soy Chuck Norris cuando está triste,
cuando baja los puños sin fuerzas para abofetear a nadie
y entre ellos oculta su infancia,
se oculta con el torso peludo y el cuerpo
lleno de esperma urgente.
Soy cuando mira el suelo
con sus dos metros de prontitud
y ve sus cordones sueltos,
siente en los labios bajar sangre caliente,
está solo por haberle arrancado el corazón
a la última persona del mundo
a manotazos, a cuchillazos, brutalmente,
riendo, disfrutándolo;
pero yo no lo disfruto,
yo que soy mujer
con el cuerpo abierto y mutilado
tengo una tristeza jiujitsu
capaz de meter la mano en el cráneo de cualquiera
y por allí arrancar todos los órganos.
Pero Chuck no sabe que a veces soy él,
que habito su fantasma cuando toma café,
se quema la lengua, se mancha los dientes
y es tan torpe que deja caer la taza, la escuchamos quebrarse.
Sí, Chuck, estamos solos,
también tú eres una niña con la risa fácil,
los tenis rojos, el pelo sucio.
No te pongas triste, Chuck,
o me darán ganas de sacarle los ojos a la gente.
Soy Chuck Norris y soy Stefhany cuando está enferma,
cuando se mete el brazo por la boca
para sacar el vuelo de las moscas sobre la comida,
dice que se siente bien
que quiere cortarse la piel en tiras,
se toma un sorbo de cerveza,
se queda sobre la silla imaginando que la entierran.
Soy cuando tiene las piernas abiertas
y todos arrojan sus desperdicios por ahí.
De qué planeta lejano habremos escapado
para encontrarnos aquí, siendo almas gemelas,
separadas por cincuenta años y cincuenta kilos.
No llores, ya sé que te duele la panza,
tus dedos no alcanzan a cubrirla del frío,
tienes el ombligo muerto, ya no hay nada que hacer.


Sunday en la playa maldita de mi carne

Estaría bien un poco de arsénico,
es domingo y me siento profética:
una quietud enorme de hondura,
en medio de las costillas y mis pies,
un hueco zigzagueante y oscuro.
Otra vez quedarme frente a los ojos del espejo,
sentir una vergüenza que se escurre, que taja,
me empapo sin un placer lenitivo
más que unas cuantas píldoras
y un sorbo alcanforado para el sueño.
Otra vez sin mí:
comer el pan mojado en el fregadero,
lamer la leche azul mortecina del suelo,
permanecer escondida en la ducha mientras
veo al sifón irse mi cabello.
¿Quieres que me corte las manos
y te las envíe a casa?
He dejado de escribir.


Poema que se desgarra
en el cuerpo de una mujer

..una plaga que cada hora cobra la vida
de diez mujeres en el mundo.

AGENCE FRANCE PRESSE, 23/11/2019.

Caminé descalza por las piedras,
ya no podía arrepentirme de nada,
sólo perdonarme por ser débil,
por callar, otra vez, otro día.
Levantar uno dos tres cadáveres,
ir a la casita azul de mi memoria
y enterrarlos con las uñas, con las tripas,
sedienta una vez más.
Volver como si estuviera aprendiendo
a contar con los dedos,
sin entender qué pasaba,
por qué tantos cuerpos de mujeres
como el mío bajo mis pies,
por qué tanta rabia
hincando las piernas en la tierra.
Agotado el espacio de mi alma,
de mis manos, pierdo la fuerza
para escarbar en el burbujeo
que enferma al agua y al ciervo.
No hay lirios en mi interior;
sólo esta fatiga de la carne
tornasolada bajo las moscas.
La melodía del verdugo
arrastra nuestras palabras.
Aún sin comprender lloro
con más voces de las que tengo.
Las edades intactas en mi espíritu
marcan el tiempo de la ceniza.
Sin pasos sin nombre sin rostro:
yo misma y cada una de ellas.


Plegaria desde una fábrica de plástico

En este cráneo comprimido
estoy yo cubierta por una costra de plástico
enloqueciendo. Mira el mundo, Madre,
comemos y bebemos de la desesperación,
después dormimos felices sintéticamente.
Cuando despierto miro la montaña
con los dientes quebrados; y estoy aquí, en esta ruina,
viviendo mi edad adolescente
en el naufragio circular de mis razonamientos.
Ven, Madre, en este musgo nocturno
mis ojos se descocen con el vapor de la maquinaria.
Sácame de este monólogo y déjame
ser un elefante en la llanura africana.
Deshójame, pacientemente, con tu ternura.

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