ANTOLOGÍA: MARIO ANGEL QUINTERO

GEORGE MARIO ANGEL QUINTERO. Hijo de padres colombianos, nace en 1964 en San Francisco, California. Estudia literatura en la Universidad de California y es becado en creación literaria en la Universidad de Stanford. Como George Angel, publica poemas y prosas en revistas literarias estadounidenses y canadienses; también publica los libros en inglés: Globo (1996), The Fifth Season (1996), On the Voice (2016), A Sheaf of Feathers (2022), y Gossamer Buttresses (2023). Desde 1995 reside en Medellín, Colombia, donde, como Mario Angel Quintero, publica los libros de poesía Mapa de lo claro (1996), Muestra (1998), Tentenelaire (2006), El desvanecimiento del alma en camino al limbo (2009), Keselazboga (2014), Mapa de las palabras (2014), La materialidad (2020), Cardos (2020), los libros de dramaturgia Cómo morir en un solar ajeno (2009), La sabiduría de los limones (2013), y Calamidad Doméstica (2016), y el libro de cuentos Siete Retablos (2022). Su obra ha sido traducida al macedonio, portugués, sueco, croata, búlgaro, francés, italiano, albanés y árabe. También se publicó en Italia un libro de sus poemas al italiano, Diventa l’albero (Samuele Editores, 2020), en Croacia un libro de sus poemas al croata, Moje svjetlo i druge pjesme (Druga priča, 2020), y en Líbano un libro de su novela al árabe, Aqrab (Dar Al-Rafidain, 2020).
Canto Quinto
Miré al cielo y vi
los adentros de una vejiga
que se llenaba de la luz rancia
de una estrella falsa.
Por los costados de un valle gélido,
percibí las filas de un ejército susurrado,
centenares de mentiras y engaños
sitiaban el aire libre y el silencio,
como una prosodia maldita
que perseguía e intentaba
fijar y anclar el momento.
Las flores eructan
y las aves gritan.
Todo es veneno
y contaminación.
Un payaso putrefacto devora
la risa y las hojas verdes.
Se sienta en las mil mesas,
inclina su cráneo blanco en llamas
hacia los restos de los ausentes
e intenta ahuyentar sus cantos
que aún bailan sobre las tablas.
Al momento, este payaso
también se derrumbe.
Su calavera es lo primero
que rebota contra la tierra.
Luego, ya patas arriba, el resto
de sus huesos caen
amontonados sobre su cabeza.
El embuste invierte,
y mierda sale por las bocas,
mientras que los anos,
al abrir sus mejillas,
amenazan el aire con mordiscos.
Todo se desliza
y se deshace
por un sifón.
Todo es compulsión.
Iceberg
Cuando la ternura no encuentra salida, empieza a cubrir los músculos como un malestar, como un resfrío. La temperatura corporal cae y todo eso que buscaba contacto con algún otro ser, se congela. Si esto ocurre, el corpus parece estar flotando sobre un océano inmenso, un objeto que péndula, casi sumergido del todo, pero aún asomado entre las olas. Los pasajes internos se llenan de algo chicludo y se sellan. Los pulmones, las últimas cavidades que quedan, se aplastan bajo el peso interno de lo demás.
Cuántos años, cuántos siglos, flota así a la deriva el objeto que antes fue un ser, nadie sabe. Con el tiempo, viene el calor. Eventualmente, el objeto empieza a derretirse. Parte de lo que había sido se diluye en el agua. Un día, vuelve a respirar con dificultad, aunque la congestión es casi completa. Los poros son demasiado pequeños para dejar salir una masa húmeda y arenosa. Sigue ahí atrapada bajo la piel y cada movimiento de las extremidades o del torso la muele un poco más. Llega a tener una consistencia capaz de deslizarse por las venas y luego por la vía digestiva y la respiratoria.
De repente, por todos los orificios del cuerpo, al comienzo solo en gotas, por la boca, por la nariz, empiezan a salir caricias, besos, luego por la uretra, por el ano, abrazos cálidos y suaves miradas se vierten en chorros desde el cuerpo hasta que de este, vaciado de todo lo que había tenido por dentro, ya no queda nada.
Sexto Canto
Quisiera salirme de este encierro.
Quisiera subir como el cucarrón,
paso a paso hasta tener energías
para emprender el vuelo corto y azaroso.
Pero el tiempo es marsupial,
tiene bolsillos invisibles e impredecibles,
desde donde emergen apariciones,
demonios más allá de la imaginación,
y me encuentro donde empecé,
exhausto y sin poder librarme del delirio.
Como una tela repleta de destellos,
el conjuro de la vida se dobla una y otra vez.
Ni brujas ni hierbas me despertarán.
Mientras tanto, veo los bosques
huir de haberse vendido tronco y rama,
puente a puente las raíces lo lamentan.
Las voces se esconden dentro de la bulla
como cuchillos bajo un manto.
La luna cae, una pelota en un pozo.
Las garras, anónimas en la oscuridad,
se enredan unas con otras en su arrebato.
Siento en mi espalda el cosquilleo
de los cuernos del demonio que me persigue.
Resumen
No hay nada.
No la tengo.
No me dio.
No tuve tiempo.
Es cosa mía.
No sé qué hacer.
Me pudo.
¿Será que vivir
no es más que
un paneo?
¿Cómo despreciar
la única ofrenda
que me ha hecho
este mundo
de ruidos
y colores?
Respiro
entonces,
por ti.
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