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«AMATORIA DE LOS ADOQUINES» Y LA ESCRITURA DEL CUERPO SITUADO

Hijos de los Días Editorial hubo de esperar tres años para volver a extenderle a la comunidad lectora un poemario de alta calidad, hondo e imponente “como una ciudad entre los hombres”, según ese maravilloso verso de Jorge Gaitán Durán que, por cierto, le calza como un anillo al dedo a Amatoria de los adoquines, ópera prima de Yamile Vanegas Santos (@yamilita_vanegas) que es a un tiempo un manifiesto sobre el caminar la ciudad en femenino que altera y una declaración de amor a las calles, fachadas, esquinas y andenes de esa preciosa urbe boyacense a la que llamamos Tunja.

Pero dejo que otra gran poeta, María Camila Rincón (@mariaenabril), les diga mejor sobre el trasfondo de Amatoria de los adoquines y les invite así a buscarlo en librerías y en el instagram de Hijos de los Días (@hijosdelosdiaseditorial) a partir de la tercera semana de noviembre. ¡Saludcita!

por María Camila Rincón

Tunja es para mí una ciudad fría de calles amplias en la que todas las tiendas cierran temprano. Nunca he estado allí, tengo recuerdos de ella a través de lo que, curiosamente, mis amigas me han contado. En Tunja vivía un hombre al que Y. amaba mucho, todos los viernes viajaba hasta allá desde Bogotá para poder verlo y pasar con él el fin de semana, por eso sé que de Bogotá a Tunja hay 2 horas y media de camino y que uno puede llegar saliendo por el Portal Norte. Del Portal Norte también se puede tomar bus a Sogamoso y así llegar a otros pueblos, como Iza o Monguí, lugares que sí conozco. El caso es que un día, luego de las 2 horas y media de viaje, Y. llegó a casa del hombre que amaba y él le rompió el corazón, ella tuvo que pasar la noche en la calle y justo esa noche llovió. Por eso también sé que en Tunja llueve algunas noches, en especial aquellas en las que a alguien le rompen el corazón.

Las mujeres somos un cuerpo situado, un cuerpo que camina y se detiene, que ajusta el paso a la urgencia y el ojo al asombro. Amatoria de adoquines de Yamile Vanegas (Hijos de los Días, 2025) es un libro que sitúa el cuerpo: mueve nuestro cuerpo y lo pone justo donde debe estar, donde su autora quiere que esté. Cada poema va deformando nuestro cuerpo, le pone peso en los hombros, encorva la espalda, hace que sintamos una punzada en la zona lumbar, es un llamado a sentarnos derechas o a no sentarnos, a mover los hombros, a estirar los brazos, cada poema es un nuevo cuerpo que se va incorporando al nuestro.

Así, este libro no es la invitación de su escritora a conocer la ciudad en la que vive, es ella misma tomándonos de la mano y llevándonos a atravesar las calles en medio de la noche, en medio del aguacero que enfermó a Y. hace 7 años. Es el frío de Tunja enumerando uno a uno nuestros huesos y recordando que el dolor en las tripas es estar vivas o que estar vivas es un dolor en las tripas, es tener algo que se mueve en la panza, algo por decir en la boca.

La estrategia que emplea Yamile es perseguir con la mirada, no espera que el pájaro cante en su ventana, se inventa el pájaro, el canto y la ventana y nos hace a todas escucharlo. Esta estrategia implica además caminar la ciudad dejando que el peso del cuerpo caiga sobre el pavimento; tener la plena conciencia de que todos los dedos del pie están agarrando el asfalto ¿Qué siente el pie cuando pisa la calle? Nos pregunta. Es una doble conciencia entre lo que hay adentro y lo que hay afuera, es poder mirarse las manos y ver el conglomerado de venas y nervios que las componen, es sacar bolitas de carne con las uñas buscando la raíz del malestar, hacer del cuerpo un instrumento del deseo, un ser vulnerable mientras se recorre la ciudad.

Aquí Yamile le da la vuelta a la ciudad, nos muestra el revés del bordado, los nudos que se hicieron mientras cruzaba el hilo que iba dándole forma lo que hoy es Tunja, nos habla de una ciudad en la que todo sucede; termina una de leer y parece que ha transcurrido una larga noche en la que vio que pasaba lo imposible en los lugares menos pensados. Es exaltar lo urbano tantas veces desdeñado, hacer una tregua con los paisajes cotidianos, con la esquina de la cuadra donde amaneció el borracho, con la muerte madrugadora y con esa ciudad frío/lluvia/fiesta que nos permite ser recorrida a gatas, como animales que ven con la yema de los dedos y sienten con la punta de la lengua.


SABIDURÍA DEL CUERPO CITADINO

El cuerpo sabe que el cansancio existe, que se disfraza de
productividad y complacencia; el cuerpo sabe lo que es tedio, hastío
oficinesco, el trabajo cíclico e inútil. Al cuerpo lo han vuelto rutinario.
Se sabe puesto sobre la silla,
todo el día,
todo el día,
todo el día…
El cuerpo haciendo cosas importantes y alrededor van
otros, haciendo también importantísimas cosas: contestar el
teléfono o enviar correos nunca respondidos.
El cuerpo sabe que está torcido. Retorcido frente al vacío brillante;
y sabe además que no hay pausa que lo enderece, que lo destuerza,
que le devuelva su natural forma.
El agujero frente a él
se traga el brillo en los ojos
se traga las ganas de morirse de la risa
se traga tardes enteras de abrazo y pereza.
El cuerpo sabe que ya no tiene cuerpo, él mismo se ha devorado.
El cuerpo sabe del hartazgo, lo vive en las piernas paralizadas, en los
pies afanados hacia ninguna parte, cada mañana, todos los días al
despertar y correr hacia la importantísima cosa que hace.
El cuerpo no sabe qué es frío y café. No saben los pies lo que es irse sin
rumbo. Ya no saben los ojos cómo es el cielo naranja. No sabe la
espalda la suavidad del césped. No sabe la mirada sobre la lentitud de
las nubes. No saben los oídos qué hacer con el silencio.
No sabe el cuerpo qué hacer cuando está libre. No sabe la lengua
qué hacer fuera de la boca. El cuerpo no sabe y lo sabe.
Sabe el cuerpo que se encorva, que se enrolla, que se retuerce, que se
enrosca, que se envuelve sobre sí mismo.
Él se engulle de él pero está hueco, el hartazgo no lo deja satisfecho, no
puede estar lleno, está vacío de él dentro de sí mismo, de lo retorcido
y encorvado sobre sí mismo que está.
Mientras tanto, está derechito, sentadito frente al brillante vacío,
sabiendo que no sabe, derechito y vacío, hueco, torcido, ladeado,
atornillado, bien sentado.


POEMA PARA UNA TARDE TUNJANA

Me gusta escribirte en invierno, en tu invierno sin nieve
de aguaceros eternos y vientos que calan la sangre,
me gusta inventarte en tus piedras húmedas
y tus tardes sin alimento
en tus ocasos de absurdas melancolías
en tu ruido de gentes congeladas
en tus sillas inertes.

Pasar la pluma sobre
las copas mojadas
de la flora que te viste;
me gusta escribirte
en las gotas que caen interminables
sobre el suelo suave de tu piel.

Me gusta posar tu aliento gélido
sobre mis hojas escuetas, tímidas;
pintar tus grises
sobre los paraguas de los aprendices.
Me gusta escribirte en tus inviernos terribles
tan propios para las sábanas y los cigarrillos;
imprimir tu lluvia oblicua
sobre la temerosa creencia
de ser poeta;
trazar lánguidamente
tus charcos ocres, grises, invisibles.
Me gusta escribirte
ciudad de poderosa respiración congelante.


GÉNESIS

I

Primero fue el Paso,
y Paso y Calle fueron uno.
En el principio, Carne y Suelo
Pie-Concreto.

II

(Un pequeño ojo ve el aire que quema, una luz que lo atraviesa)
Luego,
el Ojo multiplicado
Es verde
Es azul
Es negro
Es ojo de mosca y vuela.

III

La Lengua de una mujer
sube a un puente.
Salta.


HECHOS MADERA

Ella se transforma en árbol
para habitar
la más absurda intimidad posible,
Él es la raíz oculta
que perfora el pecho de la lechuza.
Aquel bosque impío
recoge el deseo
que brota inmenso
desde la distancia.


Bogotá, 05 de noviembre de 2025.

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YAMILE VANEGAS SANTOS (@yamilita_vanegas)

Nació en Une, Cundinamarca y está radicada desde el 2008 en Tunja, Boyacá. Es Licenciada en Idiomas Modernos y Magister en Literatura de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Se desempeña como Promotora y Mediadora de Lectura en la Biblioteca Jorge Palacios Preciado de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC). Escribe poesía desde su llegada a la ciudad de Tunja, aunque su inclinación por la literatura y en especial por la poesía, viene desde su infancia. Ha publicado en la revista virtual Rosa Blindada y algunos de sus poemas hacen parte de la antología de poesía Paisaje inacabado (2020). Amatoria de los adoquines es su primer libro publicado.

MARÍA CAMILA RINCÓN (@mariaenabril)

La profe de sociales preferida de las infancias rebeldes, promotora de lectura de todxs los hijxs, escritora de poesía, cartas de amor y manifiestos anticapitalistas, portadora de ideas incendiarias que denuncian los males de la verdad y el amor, fundadora de la Biblioteca Comunitaria Para los Días de la Vida.

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