ANTOLOGÍA: CLAUDIA AMADOR

CLAUDIA AMADOR (Barranquilla, 1998) es profesional en Estudios Literarios de la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Escritora, tallerista y librera. Sus cuentos han sido publicados en España, Uruguay, México y Colombia, en antologías como Rituales para una piedra sangrante: antología de folk horror colombiano; Contaminación futura Vol. 10; Fisura: antología colombiana de ficción extraña, Las ciclistas: antología fantástica de autoras colombianas y cinco versiones de la antología de cuentos del Concurso Mirabilia de Ciencia Ficción.
Fue ganadora del XV Concurso Internacional de Cuento Ciudad de Pupiales 2020 y el concurso Relata 2022. En 2023 lanzó Macrored, su primer libro gracias a la Beca de Publicación de obra inédita del Programa Nacional de Estímulos del Ministerio de Cultura. En 2024 fue ganadora del Premio Nacional de Narrativa Elisa Mújica con Altasangre.
Fragmento de “Altasangre” de Claudia Amador
Dicen que de cachorra le gustaba morder: les arrancó pedazos de piel a tres sirvientas y a una casi la desangra. Lo sé porque las tres eran del pueblo. Me contaron que la señora Julia Vanterroso le ordenó a su hija, María del Pilar, que la domesticara porque así no les iba a servir de nada. Eso sí, la criatura nació con unos ojos hermosos, esmeraldinos, de embrujo bravo. Apenas la señora Julia la vio, se dice que se le puso la mirada de loba tierna y que no dejaba de repetir: Hay que dejarla una seda, hay que dejarla una seda. Ni más faltaba, si todos sabemos que de esa casa solo se exporta lo mejor: vestidos de hilo egipcio con bordados intrincados; Sanguina, la sangría más importante del país —ese destilado de sangre que no sacia para nada, pero que está bien visto tomar—, y, por supuesto, las crías más bellas de este platanal.
Te digo: esta última nació bellísima, pero les dio muchos problemas. La señora Julia hizo que le llevaran a un mujerón de Turbaco, Enriqueta, que sabía tratar con vacas, carneros y cuanto animal de lidia le pusieran al frente. Una tremenda mixta que mantenía a su familia a punta de sangre de ganado.
¿Qué te parece? ¡Sangre animal! ¡Y una aquí conformándose con las sobras del mundo!
Pero Enriqueta, como buena negociante, se atrevió a cobrarles caro. Yo ni me hubiese metido en ese lío. ¿Con esa familia? No, ¡prefiero morirme de hambre! Pero bueno, cuentan que al principio le embolataron la cosa, la señora María del Pilar dijo que el marido no tenía plata para pagarle a una mixta. Sí, el marido que fue senador. ¡Pobrecito, con ese sueldo de nada!
Todo fluyó porque la señora Julia se enteró de que su hija andaba poniendo trabas y le pagó ella misma a Enriqueta. Y valió cada peso porque esa mujer fue la única que logró domesticarle a la bestia.
Es que Enriqueta era una mixta especial, niña, la señora Julia no iba a meter a cualquiera a la mansión y darle esa responsabilidad. Enriqueta tenía la piel gruesa, sana, impenetrable por el sol. Y algo hacía, algún menjurje raro que se inventó para que su olor no se sintiera entre los chupasangres. Te digo, su sangre era como agua. Dicen que era bruja —y que tenía línea directa con las ánimas que habitan el borde del mundo—, y eso provocó más respeto entre los pálidos, aunque ni creas, hay cosas a las que hasta ellos les tienen miedo. Dicen las malas lenguas —y tú sabes que hacerlas hablar es muy difícil— que a una de las señoras estiradas del Altasangre Club, la viuda de Alcázar, una amante del marido le mandó un ente que le dejaba chupetones todas las noches. ¿Qué tal?
¿Por dónde iba? Ah, cierto. Enriqueta no despertó ningún instinto dentro de esa casa, ni entre los nietos de la señora Julia —esos espejismos endemoniados de sí mismos y de los padres—, ni con el nuero inepto que tenía. Parece que la cosa fue hasta bien. A la señora Julia le gustaba Enriqueta porque jamás se sometió a su autoridad. La llamaba Julia, no señora Julia, como le decía hasta el esposo antes de desaparecerse; ni doña Vanterroso, como la llaman los arrastrados de la Costa, los medios de comunicación, las afiliadas al club y, especialmente, los extranjeros con olor a polvo. Con Enriqueta era Julia a secas. Entre brujas se deben entender, porque no es un secreto que alrededor de Julia Vanterroso también hay unas historias bien raras sobre su piel elástica y su relación con deidades dormidas… Pero pa’ qué, Enriqueta hizo su trabajo como enviada por el de arriba, o el de abajo. Agarró a la fierecita y la aquietó: la sacó del corral donde tenía los juguetes y el plato del agua vueltos una nada —donde el encaje y los adornos se mezclaban con la sangre—, y le puso una correa al cuello que se amarró a su cadera. Así la llevaba a todos lados, como una extensión salvaje de sí misma, y la bestia no la mordió nunca…
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