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ROCK AL PARQUE 2024: UNA MEMORIA QUE TRASCIENDE

Nuevamente, y como es usual, el Parque Simón Bolívar vibró con la energía de las más de 300.000 almas que, del 9 al 11 de noviembre, se agruparon en él durante la edición 2024 del Festival Rock al Parque, el festival gratuito más grande de América Latina.

Redacción Alter Vox Media.
Fotografías por Andrés Umaña.

Durante tres días, los asistentes —venidos de todos los rincones del país, y algunos del exterior— disfrutaron de 58 bandas en las tres tarimas del festival, convirtiendo al Simón Bolívar en un crisol de generaciones y géneros, en donde la memoria colectiva y la energía juvenil se entrelazaron en un espectáculo inolvidable que aún hoy sigue temblando en el ambiente como un fantasma que se resiste a morir.

Desde España, Los Toreros Muertos ofrecieron un show cargado de sátira y teatralidad. Esta agrupación española, fundada en 1984, demostró por qué es uno de los principales referentes del rock en español, pues, con clásicos como «Mi agüita amarilla» o «Yo no me llamo Javier», lograron que el público coreara al unísono, haciendo retumbar la ciudad capitalina con su vigencia de más de tres décadas y recordando que el humor también tiene un lugar en el rock.

Pablo Carbonell y Albert Anguella de Los Toreros Muertos. Fotografía por Andrés Umaña.

Por otra parte, la banda argentina Todos Tus Muertos trajo consigo al escenario una fusión de punk, reggae y ska, acompañada de letras cargadas de crítica social aunadas a su herencia afrolatina. Canciones como «Gente que no» resonaron como himnos de resistencia, conectando con una audiencia ávida de mensajes con sentido crítico, cantando «Adelita» en una noche exhausta y pletórica bajo la luna creciente.

La alemana Doro Pesch, ícono del heavy metal, se presentó con una fuerza arrolladora bajo el cielo nublado de una Bogotá convulsa que se remueve entre la celeridad y la nostalgia. Su voz poderosa y presencia escénica reafirmaron su estatus como una de las grandes figuras del género, dejando una impresión imborrable en el público, al punto de merecer aquí una mención aparte.

Doro Pesch. Fotografía por Andrés Umaña.

Desde México, la agrupación Inspector trajo su mezcla de ska y rocksteady, provocando una ola de baile y alegría entre los asistentes. Su música festiva y letras pegajosas fueron el antídoto perfecto contra la rutina, mientras, en otro escenario, el chileno Quique Neira aportó una dosis de reggae lleno de espiritualidad y buenas vibras. Su actuación fue un respiro melódico que invitó a la reflexión y al disfrute consciente del festival.

Finalmente, desde Francia, la agrupación Stuck in the Sound, una de las más jóvenes pero también de las más esperadas, ofreció un set de indie rock melódico y enérgico que, con «Let’s go», prometía ser una invitación abierta a perderse en su música y a dejar de lado —por un momento, al menos— todas las vicisitudes de la vida cotidiana y sus dramas. Su sonido fresco y letras introspectivas capturaron por completo la atención de los asistentes, demostrando la universalidad del lenguaje musical.

Stuck in the Sound, una de las más esperadas de la noche. Fotografía por Andrés Umaña.

Representando la escena nacional, La Pestilencia, conformada inicialmente por Héctor Buitrago y Dilson Díaz en 1986, desató una descarga de hardcore punk que sacudió el parque con una presentación que fue, no solo un recordatorio del poder del rock como vehículo de protesta y expresión, sino una forma de reafirmarse, tanto en la escena como en la violenta historia del país, con canciones como «Nada me obliga», «Fango» o «Soldado mutilado».

Y en cuanto a la nueva escena capitalina, bandas como Mortis y los Desalmados y Mad Tree ofrecieron un show cargado de energía y autenticidad, con una propuesta fresca y potente dejó claro que el futuro del rock colombiano está en buenas manos. Mientras Mad Tree llevó al público por un viaje sonoro lleno de psicodelia y rock progresivo, con atmósferas envolventes que ofrecieron una experiencia sensorial única, Mortis y los Desalmados, un grupo que fusiona el punk con la música country, sumergió a los asistentes en el espejismo y la aridez de un Viejo Oeste salvaje, demostrando así la diversidad de un festival que se renueva cada año, lleno de vitalidad, fuerza y mucha música.

La Pestilencia en los escenarios de Rock al Parque 2024, como si no hubiesen pasado casi 30 años desde su formación. Fotografía por Andrés Umaña.

Así, Rock al Parque 2024 fue más que un festival: un encuentro de generaciones y una celebración del poder del rock para unir, expresar y transformar. Para recordarnos, en estos casi 30 años del festival, la importancia de la música, de construir memoria y ser tejido vivo en medio de la violencia, y de enfrentar al olvido con las botas puestas.

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