ANTOLOGÍA: DANIEL MORALES

DANIEL ALEJANDRO MORALES MACHADO (1999). Colombia. Licenciado en Literatura y Lengua Castellana y estudiante de la Maestría en Semiótica de la Universidad Industrial de Santander. Algunos de sus textos han sido publicados en medios nacionales e internacionales. Autor de los libros de poesía Otro cielo (2020) y Habitar la náusea (2022). Además, realizó los talleres de creación literaria Volver a la herida y Raíces que abren el asfalto (2023) y Niñxs que miran el cielo (2024) en la ciudad de Bucaramanga.

lluvia imaginada

I

lo que vi
aquella fruta prematura
retorciéndose
forzando el romper su pedúnculo
para caer
simplemente caer, así
a secas
desde le evisceración
                                   las  p  a  r  t  e  s
                                   su todo
en esa pequeña porción de suelo
o de mundo
que le correspondía
en ese aquí, en ese ahora
que también es nuestro
como un acontecimiento en común
que podría atribuírsele a cualquiera
que pávido de horror
busca en la muerte
algo parecido a la belleza
no
a la nada

II

muchas veces quise decirte
que me dolía                                aquí
                                                                                                     y aquí 
                                                                            y aquí                                               
pero en los síntomas
no había palabras
no había, todavía no
¿qué iba a decir?
el dolor estaba
era
insistía
y sin embargo
por alguna razón
la misma que ahora habla
y que no deja de hablar
las palabras solo llegaron
tiempo después
cuando faltabas
cuando ya no estabas
cuando era imposible
                                                                                  ¿por qué?
así la cicatriz

III

nunca fue tan tarde
cuando creía llover
en el interior de la casa
nuestra casa
en la que estábamos
y no estábamos
porque era fácil imaginar
que llovía
para no decir el llanto
aquel llanto trenzado
de un lado al otro
en medio de la casa sola
al estar y de pronto
ya no
     no
solo quedaba la despedida
sin irnos
tal como les sucede
solamente
a las personas cuando crecen
y se aman
sin saber ya por qué

IV

para hablar de lo perdido
basta abrir las manos
y recordar lo que un día sostuvieron
a quiénes soltaron
cómo fue que pasó
por qué
en qué momento
qué

V

entonces
tal vez
devorar sin apetito
solo por necesidad
hace del corazón
una criatura de supervivencia
(o de renuncia)
ante un paisaje hostil
de absoluta brutalidad cotidiana
como otra forma de lo no dicho
de lo que existe
y existe dentro de la boca
como la nube
cocida de relámpagos
crujiéndose sin insistir
reventando sin explotar
obnubilada de ganas
sola

VI

una mañana
la abeja eclipsando el sol
la gota mínima, el rocío
aquella montaña batiendo sus árboles
ese río oculto
las casas perdidas
una ciudad, tal vez un país
lo perdido
un mundo recordado
vívido solo en el silencio
que despedimos
con las manos
cuando se va
cuando se nos es negado
así, sin más
porque es fácil perder
incluso
desde el útero de la madre
que también
con motivos o sin ellos
nos despide

VII

bastaba con decir la lluvia
cuando solo había cielo
en la mirada
pero no
no era suficiente
lo anhelado
era siempre fugitivo
como la boca que se abre
despliega un breve estallido
y de repente
rehace lo imposible
lo que faltaba
entonces la pregunta
que hace temblar el borde del cuerpo
cada ápice
en la misma bocanada de viento
lo irresoluto
                                                                                   qué es, entonces, la ausencia
cuando al momento de decirla
todo lo que cabe en ella
vuelve, se hace y se amplifica
sin necesidad de tacto                                                         

VIII

a mi madre, siempre mi madre

a propósito de mi nombre
soy el color favorito de mi madre
rojo, sí
como el parto
o la partida
que es una misma cosa
una expulsión esperada
como el rojo sangre o el rojo dolor
que son nubes que se oxidan
en el cielo que es mi madre
para este mundo
rojo, sí
como la carne que me abro
cuando digo
madre
                                                   rojo torrente sin piedras, rojo agua de corazón
          rojo coagulación de tierra
                                                   rojo alimento cuando se seca
         rojo madre, rojo pregunta
                                                   rojo que nace de su herida
como nosotros
madre y yo
que observamos cómo la vida se come a la vida
(que sabemos que el único lugar seguro son los ojos cuando se cierran)
es así
sangrar, decir esta sangre
                                                                             asumir que quien no nace
                                                              no muere
                                                                              quien no nace
                                                               no sangra
y verternos
como esa poca verdad
que cuidamos como gema
                                          entre los ojos