Saltar al contenido

ANTOLOGÍA: MARTHA VALENCIA

MARTHA VALENCIA nació en Villavicencio, Meta (Colombia), y ha saltado sin decoro por multiplicidad de facetas. Se ha descubierto en el ruido ensordecedor generado por sus miedos, ha sonreído y desplegado las alas, pero también se ha atado sin piedad al suelo. Es un ser en crecimiento —en obra negra—, intentando dilucidar, día a día, el porqué de la imposibilidad de apreciar el potencial que yace dentro. Una soñadora que, aunque agreste por fuera, se deleita con la brisa que mueve las hojas de un árbol, el cantar de los pájaros, el agua y su cauce —toda la belleza que no puede siquiera conceptualizarse—.

De todo cuanto gotea su alma hablan sus letras plasmadas en poemas que escribe desde que tiene memoria. En la poesía obra todo cuanto la rodea: la premura del tiempo, las personas apresuradas al cruzar la calle, el hilo delgado que sostiene el globo que lleva un niño en sus manos, la sonrisa que se delinea en los labios de un desconocido, la muerte, sus sombras, el hecho poético que penetra al anticiparse a los seres que la habitan —a los que vislumbra frente al espejo—, el deseo, el anhelo, su mente avasallada por los pensamientos.

Le escribe al alma, a la luz profusa que recorre el universo, a la vida, al querer salvarse, al intentar amarse a pesar de sus incontables formas de no apreciarse. Todo lo que sus ojos observan, lo que en su vida transcurre, todo aquello que se cruza, que palpa, que respira… Todo es poesía, la que salva y aviva el resplandor, y la que desagua ese oscuro océano del egocentrismo. Escribe porque su corazón la impulsa, porque así conversa con sus penurias, y puede hablarle al mundo. Es esa valentía que tanto cuesta cultivar.

Martha es abogada de profesión, pero con alma de Poeta.


Cuánto me estremezco

El frío me recuerda cuán lejos
han llegado estas alas adheridas a mis
ganas
Sí, a mis ganas.
Yo me aventuro con los guantes puestos,
doble media y una
bufanda amarrada al alma.

Me dispongo al recorrido asintomático de
la labor impuesta,
y en ese entrecruce de rostros y azares,
de calles y ausencias,
afino la mirada para hacerme espacio en este gris
que también es lucha,
para avivar el viento que irrumpe en mi cara y
asomarme al matorral del tiempo,
asimilar los pasos que se ajustan a las horas,
los labios que muerden pesares,
sortear la cita con la tempestad que se dispersa
cuando me convierto en la sonrisa que se alza
sobre los edificios saciados de sueños áridos,
cuando advierto que la vida se esconde tras la hierba
que crece sin la avenencia de lo pulcro.
—Ayer vi una rosa alumbrando en el polvo,
en la urbe sesgada,
el asombro pasa desapercibido,
yo me detuve y la observé atónita,
como quien descubre que lo bello
anda deambulando entre los azotes de la tierra firme—.
Caminando por la Séptima.


Descubriéndome en semilla

Me deslumbra la luz que se cuela
a través de la calma sombría
que convertí en trinchera,
es una tonalidad resplandeciente
que insiste en el cobijo de la noche incierta,
en la holgura de lo que no se ve,
en la brillantez de eso a lo que huyo.
Esa alucinación que intenta rescatar
la voz de esta aurora  
desparramada en silencios.

Este espacio luminoso,
me invita a hundirme en su aposento,
a precipitarme por el canal celeste
que desvanece el ahogo
y reclama el llamado potente
del coraje.
Desnudarme ante los ojos tristes
para urgir su fulgor,
jalar el alma hasta el huerto,
y descubrirme en semilla.


Esta conjetura de una muerte propia

Me encuentro en esta conjetura de una muerte propia;
esos vacíos que se sobreponen al habla.
Cómo disipar la tragedia que se cimienta
en lo que no soy capaz de hacer.
Como si salir a correr fuera producto de un
atiborrado de necedades,
como si no fuera necesario abandonar para encontrar,
como si no fuera suficiente el querer hacerlo
para determinar la claridad con la que proclama el corazón,
si tan sólo escuchara atentamente el latido,
entendería que la muerte propia,
la mía, la que soy ahora, es necesaria
para abarcar lo que seré en este presente
que también es mío, que también presencio,
del que hago parte,
de este movimiento que también es vida,
de este verme entre lo que he sido, soy y seré,
de envolverme en todas mis formas,
de amarme lo suficiente para dejar atrás atavíos,
y resurgir tantas veces como sea posible,
porque la muerte propia, la mía,
va y viene,
me invita a nuevos escenarios,
abre paso a nuevos encuentros,
es la antecesora del principio,
es la hacedora de la historia.

Esta muerte propia, la mía,
la de todos los días,
la de cada amanecer,
la de ahora,
la que vaticina el cambio.


Ilusión

Si aparejo lo observado con la borrosa
tonalidad de la que se pinta el mundo,
¿qué tanto de lo visto es ilusión?
A veces sonsaco esto que arde en el
pecho y me expongo a la necesidad.

Yo que me nombro en las calles ciegas de la duda,
y me entrego a la materia de la que está hecho
todo cuanto se construye,
yo que emprendo la revolución de no negarme,
de no diluirme entre la sabana negra
que se tiende sobre el ideal destruido.

Yo que escucho el llamado desconocido de
quien se asoma por la puerta —la que jamás estuvo donde debía—,
y me derribo frente a la sombra en la que no me hallo.
Si de azares está perpetrada la realidad
¿A qué debo prestarle atención?
Si no soy la que aprende a vivir
¿Cuán errático habrá de tornarse lo irreal?

Si veo lo que estos ojos sienten
cómo no preguntarle a la añoranza
por el agua que lava mis pesares,
si no soy yo la que da el paso
en medio de este vendaval que se alza
por encima de la incertidumbre
¿Cómo escucharé los pitos sonar?
¿Cómo despertaré?


Noté una mancha carmesí

Noté una mancha carmesí en mi costado;
la observé esta tarde al verme al espejo,
¿cuánto tiempo llevaría posada en mi espalda?,
¿qué otras huellas se han asentado en este recorrido
espacial?
¡No me conozco! Exclamé expectante,
no lo suficiente,
no para alardear de los otros rastros de esta vida,
no tanto, no siempre, no por ahora,
no me conozco.

Recorrí con mis manos los achaques de este cuerpo;
esos que sobresalen.
Me olvidé por un instante de los quehaceres
apresurados del mundo,
me sometí a mi juicio,
me vi, una y otra vez,
me vi
—intenté reconocerme—,
di vueltas, me vi,
fijé mi atención en ese rostro
que se traslucía en el espejo,
en los ojos sollozantes,
en el mensaje que transmitían.

No me conozco, me repetí,
y me hice eco en esta habitación solitaria.

Avatar de altervoxmedia

altervoxmedia Ver todo

Alter Vox Media S.A.S (NIT: 901019145-1) es una plataforma digital, enfocada en impulsar la escena artística y cultural de la región desde diferentes disciplinas.

Un comentario sobre "ANTOLOGÍA: MARTHA VALENCIA" Deja un comentario