CINEMACINCO, ROMPIENDO LA AUSENCIA CON NUEVA MÚSICA


Lo bello de la música colombiana es el sello de los territorios que se deja entrever en el ritmo de una guitarra, en la singularidad de una voz, en el latir de una percusión o en la particular forma que suena un acordeón. En Colombia, la música nace como el realismo mágico que García Márquez describía en sus libros.
Por Katherinne Castañeda
Imágenes cedidas por la agrupación.
No puedo precisar si es el aroma a guayaba, la diversidad de las flores que brotan en la capital o en los pueblos del interior. No sé si es el abrazo del Pacífico o la brisa del Atlántico que nos rodea, pero nuestro sonido lleva el alma de las calles coloridas del Caribe, lleva los sabores de la comida en Santander, en Boyacá, nos transporta a la fiesta y la danza de nuestras playas, al misticismo de la Amazonía, nos recuerda el olor del café en el Eje Cafetero. El ritmo colombiano sabe a los Llanos, y todos estos elementos parecen formar parte de una misma receta, aunque en realidad no lo sean.
No es lo mismo un atardecer en una playa infinita más allá de Buenaventura que una orilla entre las montañas de la Sierra en Santa Marta. No es lo mismo el sonido de un acordeón en el Valledeupar que en Buenos Aires o Berlín. La música que suena en este territorio es testimonio de que los colombianos llevan en la sangre las historias que inspiraron a artistas como Manzur, Botero, García Márquez, Caicedo, Emma Reyes, María Mercedes Carranza, Totó la Momposina, y podría seguir, pero la riqueza de nuestros artistas es tan vasta como la variedad de nuestra fauna y flora.
Mi punto con esta introducción es dar paso a la historia de Cinemacinco, una banda compuesta por tres personajes del Valle del Cauca que nació en Bogotá y que representa precisamente un sonido auténtico, según lo describe Tino Núñez: ‘Somos una banda de vallunos en Bogotá, con todos los sonidos que llegan a la capital; llevamos la salsa en el alma, pero no es salsa, llevamos la música popular en el corazón, pero no es música popular.’
Esta agrupación se apartó de los escenarios hace casi 6 años, sin embargo, su música se sigue reproduciendo en las plataformas digitales y hace parte de la historia musical colombiana. Los precede una trayectoria en escenarios internacionales como el South by Southwest, reconocimientos y premios como los Shock en 2012, la nominación a los India Catalina el mismo año, entre otros, lo que los consolidó como una banda de renombre nacional, con dos álbumes, «La República de la Alegría» y «Buen Camino». Lo más representativo de su historia quizá no es el reconocimiento sino haber logrado todo esto gracias a ir “contra corriente” de lo que dictaba la industria como lo menciona el mismo Alejandro Álvarez, y es que sin la ayuda de un equipo técnico como normalmente lo requiere una banda de este calibre, los caminos se hacen más duros y lentos. Aún así, esta banda innovó con estrategias como conciertos secretos, venta de discos personalizados, entrega de arte en sus boletas, todo con el fin de crear una cercanía con su público.
Cinemacinco regresa a los escenarios con su característico «pum pata pum» y nuevas canciones que prometen seguir representando el barrio, el desamor y la simpatía que caracteriza a estos tres personajes que rondan entre Ginebra, Palmira y Bogotá.
Las canciones y personajes de Cinemacinco
Álvaro, Tino y Alejandro lograron, a través de las canciones de Cinemacinco, transitar temas como las pérdidas, el campo y el barrio desde un lugar muy honesto, a pesar de la aparente rudeza valluna. Lograron que, aunque los tres componen en el grupo, el sonido tuviera una identidad más allá de los instrumentos. Sus personalidades encontraron un espacio en canciones como «Dime», «Sentimiento Bambuco», «Si mañana», “Baila Cariñito” y «Pum pata pum».
Quienes escuchan sus canciones pueden darse cuenta de lo que Andrés Caicedo describía en «¡Que viva la música!»: «La música es cada uno de esos pedacitos que antes tuve en mí y los fui desprendiendo al azar», porque es justo la esencia de cada personaje de Cinema lo que se despliega en fragmentos que se ocultan entre coros, guitarras, percusiones y vientos. Por ejemplo, la canción «Baila Cariñito», de «La República de la Alegría», reza: «Le tengo miedo a las alturas porque estoy vivo, le temo a los curas porque son muy vivos, otros trafican con la vida, a ti te gusta es bailar». Este tema encarna la alegría, y si conocieran a Alejandro, el guitarrista, en su vida cotidiana, entenderían que «Baila Cariñito» personifica su esencia palmireña. Es curioso porque, cuando pienso en el miedo a las alturas y esta canción, veo a un tipo en un vuelo rumbo a Bogotá agarrando la mano de una chica, tan fuerte como si ese vuelo fuera el fin del mundo, y ella, que no le tiene miedo a las alturas, tuviera el poder de salvarlo de la caída de un avión. Supongo que esa escena se repitió en muchos vuelos.
Y sobre el «Pum pata pum», que dice: ‘Porque ese Pum Pata Pum Pata Pum que tienes tú es de piedra´, hay que decir que es una historia que, según Tino, le salvó la vida y es el resultado de una ruptura amorosa, de un amor profundo y hermoso. El cantante describe el «Pum pata pum» como una canción que redime, que lo saca a uno de las cenizas como el ave fénix.
Muchas de sus canciones podrían ser poesía, pues no responden a las fórmulas típicas hechas para vender y viralizarse. En «Sentimiento Bambuco» se escucha el compás característico de los sonidos de la región andina. Es un poema que se lee: «Un dolor que no pasa es una tristeza larga, un dolor que no pasa, pesa en el corazón». El cantante se refiere a esta canción como un homenaje a alguien que ya no está, para Tino: «En esta canción, abrazas el dolor, transmutas la tristeza en una caricia».
Por otra parte, «Santo no soy», la segunda pista del álbum «Buen Camino», está escrita para el sobrino del guitarrista, y representa un episodio triste de su vida.
Finalmente, Álvaro Voniya, el baterista de la agrupación define el sonido de Cinemacinco como «gozadera popular rock». Esta definición podría considerarse la más adecuada para caracterizar su estilo, si es que es posible encasillarlo. Por ejemplo, dentro de ese sonido de gozadera, hay espacio para el dolor y la alegría al mismo tiempo, como lo expresa en «El Dolor»: “Ay Margó, tu dolor yo lo llevo conmigo, hasta morir contigo”. Este track del segundo álbum de la banda fue escrito por el baterista en el mar de Ladrilleros, luego de recibir la noticia del cáncer de su tía Margarita Sánchez. No solo destaca por su letra, sino también por su ritmo de cumbia en 4/4, que la convierte en un himno fúnebre de los que se cantan en los estadios. Una canción que transforma la tristeza en un baile.
En 2023, la banda se prepara para lanzar nuevas canciones, entre ellas una con un toque de sabor vallenato, inspirada en alguien que partió al otro lado del mundo persiguiendo sus sueños, mientras un valluno la recordaba todos los días en compañía de sus panas.
Si las canciones pudieran hablar, contarían mucho más de lo que pensamos, pero también nos dirían que a veces la única forma, o el único lenguaje en que se comunican los artistas, es a través de las fantasías que crean, dedicando canciones a lo que fue, pudo haber sido o será, a personas que quizás nunca entenderán lo que atraviesa por el alma de un poeta, un músico o un escritor para convertir cualquier sentimiento en canción. Más allá, de la fórmula mágica que se usa en el mainstream.
Recordando la historia de Cinemacinco
En 2005, Cinemacinco nace en una antigua casa de Teusaquillo con tres vallecaucanos que se mudaron a la capital en busca de sus sueños y encontraron mucho más. Para el baterista, llegar a Teusaquillo, una localidad muy cultural de la capital colombiana fue un buen comienzo: «Alguien decía que era una buena señal vivir ahí, porque estábamos cerca de La 33, Aterciopelados, Systema Solar y todos nos encontrábamos en cualquier momento en la tienda», mencionó Alvaro. La banda empezó a sonar en Colombia y se convirtió en todo un universo de lo popular y lo real, lo cual es parte de su identidad como artistas.
Llegaron a la pantalla chica con la serie «A Mano Limpia». Fueron ganadores de los premios Shock 2012 en la categoría Mejor Banda Sonora para Cine y T.V.
Los nominaron a los premios India Catalina 2012, también los nominaron a los premios Nuestra Tierra en 2012. Pisaron escenarios internacionales como festival SXSW, en Austin, Texas y en la conferencia LAMC en New York en 2012.
También fueron la banda sonora de la serie documental «La Paz Silenciosa», producida por RTVC (Sistema de Medios Públicos de Colombia) en 2017 y dirigida por Klych López. Además, fueron la banda sonora del cortometraje «Túnel», dirigido por Klych López en 2017.
Se hace evidente así que el grupo tiene una conexión profunda con el cine, por eso algunos de sus videoclips, como «Pum Pata Pum» y «Dime», fueron dirigidos por el reconocido Fernando López, ex alumno de Carlos Mayolo, quién además está trabajando en la dirección de un videoclip para una de las canciones que estrenará próximamente la banda.
El regreso a las tarimas
Tres vallecaucanos regresan a la escena y traen consigo la receta y el sabor que no es ni rock ni salsa, pero, aun así, cuando se reúnen, transportan a las calles de Ginebra, Palmira, Cali y Bogotá.
Desde que la banda dejó los escenarios, muchas cosas han cambiado en la escena musical colombiana. El mainstream nos ha inundado con música y hoy en día podemos encontrar canciones con fórmulas predecibles. Las agrupaciones surgen, y todos siguen lo que dicta la disquera, el sello, los empresarios, pero el sonido de bandas como Cinemacinco sigue siendo el resultado de un esfuerzo independiente y la visión de hacer música con el alma. Durante estos años de ausencia en los escenarios, Tino Núñez, Alvaro Voniya y Alejandro Álvarez han trabajado en proyectos como solistas o músicos independientes, además de grabar discos en solitario, hacer pintura, sombreros, comida y vídeos. Ahora deciden regresar con nueva música, producto de las experiencias vividas en este tiempo.
Cualquiera que conozca la banda coincidirá con Álvaro al afirmar que el sonido de Cinemacinco es honesto y refleja sus vidas, sus viajes, los miedos, sus momentos felices y sus personalidades singulares. La voz polifacética de Tino, la guitarra alegre, melancólica y divertida de Alejandro, y la batería contundente y tranquila de Álvaro están listos para hacer bailar a los capitalinos este 4 de noviembre en «La Grieta», un proyecto itinerante de Nicolás Junca, exintegrante de Monsieur Periné y músico de proyectos como La Tenaz, Linda Habitante y Diana Burco, entre otros.
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Para obtener más información sobre Cinemacinco, visita su sitio web oficial: https://cinemacinco.com.co/
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Exelente tema
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