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ANTOLOGÍA: ALEJANDRA ECHEVERRI

ALEJANDRA ECHEVERRI (Tuluá, Valle del Cauca). Autora del libro La niña que nunca ocupó un columpio, publicado por la Universidad Central del Valle (UCEVA) en la colección Canta Rana, poemario que fue reeditado y publicado por la editorial española Turpin Editores en la colección Palabra de Johnnie Walker, también publicó la Plaquette autodiagramada Los retornos de la carne.

Ha sido publicada en diversas antologías como Luz al vórtice de las palabras. Cartografía de mujeres poetas colombianas (Editorial Escarabajo, Bogotá), en la antología Poesía Joven del Valle del Cauca (2022) y en la sección Nuevas voces de la revista Luna Nueva (Tuluá).


LA INFANCIA TAMBIÉN SE ROMPE

A Luis, niño por siempre.

Juré que los niños de la calle serian mis amigos,
que beberíamos hasta olvidar la miseria de donde salimos.
Juramos, todos, desgarrarnos en existencia,
tirar piedritas al cielo y curarnos las heridas los unos a los otros,
Invocar a Jattin y a Gonzalo,
y respirar el poco aire
que nos quedaría después del incendio.
Juramos caminar por las barandas del puente de un río
que ya no existe,
abrazarnos cuando saliera el sol,
hacer figuritas con el viento,
escribirle poemas a las madres que nunca tuvimos.
Juramos ser niños siempre,
incinerar poemas,
volar más alto que los pájaros,
y cantar nuestros miedos obscuros sentados en un parque cualquiera.
Juramos tener un corazón de mango,
unos sueños de humo
y alucinar en un valle la vida que no pedimos tener.
Pero la vida es cruel y lacerante,
y los niños de la calle ya no son nuestros amigos,
ahora…
Son flores que adornan cualquier fosa común del pueblo que habitamos.


UN PUEBLO HERIDO ES TAMBIÉN SILENCIO

Esta tierra está construida en el despojo
en las rocas que desbordan los abismos
en el suelo ardiente de quienes caminan descalzos
por los senderos de lo intransitable
por los ecos de lo que no se nombra
pero todos sabemos.
Esta tierra está construida en el susurro de los surcos
en el caudal del río que alguna vez abrazó nuestros muertos.
Porque esta tierra también es silencio.


POSTAL DEL RECUERDO

Mi abuela siembra flores para acompañar el miedo,
habita una casa grande como su corazón de pájaro.
Mi abuela cocina sopa de zapallo,
endulza el mango con sus propias manos,
teje de dulzura un saco para abrigar la ausencia.
Mi abuela burla la muerte,
la conoce de memoria,
por su columna deambula un monstruo de titanio que la lacera.
Mi abuela tiene ojos de niña, 
vuela en sus sueños,
los pájaros con su pico han hecho de su corazón un nido.


EL CANTO DE LAS HORTENSIAS

Me cuentas la historia de tu infancia
de cómo tu padre cultivaba
hortensias y claveles
como excusa para burlar el hambre.

Me cuentas de como tu madre
se relajaba en su propia brizna
como remedio ante un sol
canicular e imperante.

Me cuentas del olor del campo
que solo puedes recordar
bajo el manto del sueño
cuando tu madre
desde el otro lado
te arrulla.

Me cuentas de la felicidad
de los primeros años
pero también de la tristeza
de enterrar a los hermanos.

Me cuentas de la mudez
que has guardado como un tesoro
y que ahora las hortensias
son solo el recuerdo de una casa
habitada por tu ausencia.


EN LAS NUBES VIVE LA TERNURA

Nubia anda las nubes
Ríe con los pájaros que tejen su cabello,
saluda al sol y besa las flores,
como si de su polen brotara alguna extraña poción
que la devolviera a su infancia.

Nubia anda las nubes y peina muñecas de trapo,
no se da cuenta que a quien peina son sus hijas,
Nubia, golpea sus muñecas de trapo,
la vuelven loca cuando se mueven de su sitio.

Nubia anda las nubes y se pierde en su espejo,
le asusta aquella mujer que encuentra del otro lado,
Nubia anda las nubes, se sube en su propia tumba,
ríe y canta en su propia voz,
y luego, ya cansada de jugar con muñecas y arcoíris que se le meten
salvajemente en su cabeza,
Nubia que anda las nubes duerme y no sueña.


LAS MUERTES

…cuando alguien se nos muere,
no hay un lugar vacío.

Olga Orozco.

A Joel Arturo Echeverri. 

Cuando alguien se nos muere,
puede bajar pájaro y atravesarnos con su pico.
Cuando alguien se nos muere,
Dios habla muy bajo, tan bajo que no se escucha.
Cuando alguien se nos muere,
suena un estruendo que nos hace eco
en donde se aloja el alma.
Cuando alguien se nos muere,
el sol parece incendiarnos más fuerte.
Cuando alguien se nos muere,
caen cenizas en nuestras casas.
Cuando alguien se nos muere,
son los lamentos las canciones de cuna.
Cuando alguien se nos muere,
el rostro de niño huérfano se nos encarna.
Cuando alguien se nos muere,
la lucha parece perderse.
Cuando alguien se nos muere,
podemos ser todos los muertos del mundo.
Cuando alguien se nos muere,
llevamos piedras en el estómago.
Cuando alguien se nos muere,
hay un código encriptado que funciona como poema.

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