Saltar al contenido

UN ESPEJISMO LLAMADO BUFFALO 66

Por Víctor Andrés Zaraza.

Imagen tomada de http://www.movieposters.ha.com.

En mis buenas épocas de estudiante universitario, con la escasez que caracteriza los bolsillos, trataba de disfrutar de la mayor cantidad de eventos culturales posibles que no tuvieran costo alguno. Gratis. Esa palabra se hizo recurrente en mi léxico; en el desempleo tiene un cariz distinto porque ya se comprende mejor que nada en este mundo es gratis, y si te ofrecen algo, quienes estén detrás de su producción han tenido que sacrificar su tiempo para obtener un resultado. Que haya público es un buen resultado.

Además, gracias a las extensas jornadas académicas con sus bienaventurados espacios para la sana convivencia y el estudio desmesurado en el cuarto piso de la biblioteca, el pensar en regresar a la casa – a una hora de distancia – para desconectarse o almorzar con calma, en los platos que logran conservar el buqué de la sazón maternal, es improbable. A decir verdad, imposible. Pero hay gente que también se da cuenta de la soledad compartida y le da por programar películas independientes al mediodía, instantes después de comer un Combo Saludable, para hacer digestión con una buena historia en el celuloide, previa a la agitada tarde entre cuadernos y tableros y advertencias para fijar en el calendario semestral.

En uno de esos mediodías, fui a Cine Meridiano. Así conocí la ópera prima de Vincent Gallo, Buffalo ’66, una cinta que destaca por el uso preciso de sus recursos, técnicos y estilísticos, para desarrollar una trama sencilla e iluminada por sus diálogos directos, por el retrato de una familia obsesionada con ídolos pretéritos, por la sumisión al azar de los acontecimientos que nos llevan a descubrirnos más vivos que de costumbre. 

Billy Brown sale de la cárcel y lo primero que busca es una mujer, Layla. La relación entre los dos, disímil desde el principio, comienza a llenarse de momentos de candor, desembocando en el esperado resultado que conlleva el encuentro de dos soledades inesperadas. Dos soledades sin remedio. Con la suerte suprema de encontrarse con otra soledad.  Pero, como todo hombre presumido bueno para nada, o lleno de conflictos con fantasmas invisibles, se encarga que su secuestrada haga más de lo que él hubiese creído; no solo le ayuda a rescatar su podrida vida de las fauces de la desesperación, también le permite acercarse a uno de sus lados más toscos: sentirse amado. 

Luego está The Bookie, interpretado por Mickey Rourke, quien le da a Billy la oportunidad de hacer lo que mejor sabe hacer: echarlo todo a perder; pero no siempre es así, las cosas que aparecen en el camino tienen la fuerte tendencia de llevarnos a los lugares que sufren una fuerte aberración por los improvisadores, por los pecho frío, por los derrotados que no han atravesado el primer calvario en sus vidas. Billy Brown conoce muy bien las consecuencias de lo que los demás han vivido. Billy Brown está dispuesto a ver el instante inmóvil de su fatal error, en una tridimensional radiografía que hizo a más de uno desear que todo fuera un sueño. Que mala suerte la que tienen los que se la pasan deseando que lo que pasa tenga un desenlace distinto.

La vida que no se vive se queda sin testigos. Ahí aparece Layla, con su mirada de niña y su voz tranquila.

Layla, una bailarina extraviada. Layla, la última pieza de una obra olvidada. Layla, la juventud errante y asfixiada por su pasado. Layla, la mujer que repentinamente pasa de ser la chica con sueños a ser la chica con una realidad aparatosa, inesperada, una mujer a la que Billy invita a bailar su mejor canción, sin reparos ni ensayos previos, bajo la tenue luz en el boliche. Layla, con la cadencia de un otoño gris. Layla, con la larga espera pendiendo de sus labios, los mismos que despiden a Billy y luego pronuncian su nombre como llamando a la oscuridad que habita en los abismos marinos. 

Layla, la mujer que sabe amar sin excesos, sin experiencia, dispuesta a combatir la lluvia en la cama, dispuesta a sumergirse en el lago de aguas níveas, dispuesta a caminar con una mano libre para saludar la bienvenida del día, y la otra, sosteniendo el letargo que deshace la expresión de Billy Brown, que no es capaz de besarla por temor a perderse. Pero ya está perdido. Ya está perdido. Billy Brown ya está perdido.

Termina la película y salgo de la sala sin saber que ha pasado allí adentro. ¿Es mi propio retrato el que he visto en los fotogramas? ¿Es Billy Brown el amigo perdido? La cinta permanece en mi cabeza durante varios días, e intento recrear un par de escenas en un cuento narrado pero no logro capturar el aura envejecida de las imágenes proyectadas. Entonces, renuncio, no fracaso, renuncio a seguir intentándolo. Muy en mí reside la posibilidad de compartir este clásico del cine independiente algún día. Tal vez hoy.

No olvides seguirnos en las redes sociales como @altervoxmedia. Déjanos tu opinión sobre esta y otras notas en la sección de Comentarios, o en la sección de Contacto, y #PasaLaVoz

Avatar de altervoxmedia

altervoxmedia Ver todo

Alter Vox Media S.A.S (NIT: 901019145-1) es una plataforma digital, enfocada en impulsar la escena artística y cultural de la región desde diferentes disciplinas.